Por: Jose María Robles | Madrid
- Todorov analiza cómo el arte pasó de divino a profano en los Países Bajos
- El filósofo destaca el papel de pioneros de Rembrandt y Vermeer, entre otros
- Gente común, paisajes y naturalezas muertas sustituyen a dioses y héroes
"De joven en París se me extravió una reproducción de 'La encajera'; pues bien, me puse enfermo y no pude comer hasta que encontré otra". No supone ningún esfuerzo imaginarse a Salvador Dalí en pleno éxtasis regresivo durante la conferencia que pronunció en 1950 en La Sorbona, titulada 'Aspectos fenomenológicos del método paranoico-crítico'. El genio ampurdanés, incorregible fetichista, admitía entonces estar "obsesionado de una manera realmente delirante" por esta obra de Vermeer (1632-1675), que conoció como reproducción en el despacho de su padre y que él mismo acabaría reinterpretando tras inspirarse en el rinoceronte del zoo de Vincennes.
"Todo converge exactamente hacia una aguja que no se halla dibujada, pero sí perfectamente sugerida", confesaba el pintor surrealista sobre el original del maestro holandés. "He sentido en más de una ocasión, con toda realidad, la agudeza de esta aguja en mi propia carne cuando, por ejemplo, me despertaba sobresaltado en mitad de una de mis paradisíacas siestas. 'La encajera' ha sido considerada hasta ahora como un cuadro muy sereno y tranquilo, pero para mí está impregnado de una fuerza estética de lo más violenta, con la que solamente puede compararse el antiprotón que acaba de descubrirse".
Todorov, autor de 'Elogio de lo cotidiano'.
"Por primera vez el tema central y el principio organizador del cuadro ya no es la historia santa, ni los mitos griegos, ni la vida heroica de personajes ilustres, sino la vida cotidiana de las personas anónimas", explica el pensador en el capítulo inicial de 'Elogio de lo cotidiano', su nuevo trabajo. Publicado por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, el ensayo sintetiza en un centenar de páginas un periodo de ruptura y transformación a partir del cual la pintura dejó de inventar la belleza para buscarla en el día a día de hombres, mujeres, niños y ancianos anónimos, en sus gestos ordinarios y humildes.
Así, actividades como pelar cebollas, leer una carta, beber vino, despiojar a un niño, tocar un instrumento musical, recibir la visita del médico o -alegoría evidente- comer ostras pasan a ocupar el céntrico espacio que antes disfrutaban la coronación de un monarca o la exaltación de una diosa.
Rembrandt, humano sólo en su obra
Como Dalí, el distinguido con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2008 examina con pupila voraz esas escenas casi mágicas donde "lo accesorio ha adquirido el estatus de lo esencial, y lo que estaba subordinado se ha convertido en autónomo", según sus propias palabras. "Desde el siglo XVI, estos nuevos géneros –retrato, paisaje, naturaleza muerta y pintura de género- van afirmando progresivamente su derecho a existir y adquieren su propia dignidad", pone de manifiesto en otra reflexión uno de los intelectuales europeos a los que en la actualidad se escucha más atentamente. "El paisaje, que hacía de fondo de la escena representada, se convierte en un tema en sí. Los objetos habituales, las flores y las frutas dejan de ser acccesorios que acompañan a los personajes y dan lugar a naturalezas muertas. Como dijo Malraux: 'Lo que Holanda inventó no fue cómo colocar un pescado en un plato, sino que ese plato de pescado dejara de ser la comida de los apóstoles'".
Portada del ensayo.
Pese a todo, en el glorificado XVII holandés también hubo claroscuros. Paradójicamente, en ocasiones lo representado en los lienzos, no era real. A este estudioso, que también ha sometido a revisión a Goya, comprobar los desajustes que presenta un creador como simple ciudadano le deja "cierta sensación de perplejidad y decepción". "Los grandes artistas a veces sacrifican a gentes muy cercanas o a ellos mismos. Rembrandt era muy humano en su obra, pero pequeño en las relaciones con sus allegados".
Preguntado por su opinión sobre el arte contemporáneo y el posible paralelismo entre aquella época de transformación y los tiempos actuales, en un mundo que él mismo cataloga como "matemático, científico, donde no hay milagros ni fuerzas sobrenaturales que intervengan sobre las cosas", el autor nacido en Sofía muestra desafección. "La pintura en cierto momento renunció a la representación. Se produjo una ruptura en su relación con la búsqueda de la realidad. No diría que la pintura actual es una catástrofe, pero sí otra cosa. Se ha abierto otro ciclo".
El autor de 'Elogio del individuo' (2006), donde analizaba la pintura flamenca del Renacimiento, también aprovecha su visita a Madrid para anunciar que culminará su inmersión en el ámbito de las artes visuales con un volumen final titulado 'Elogio de la ilustración', centrado en los hallazgos pictóricos del siglo XVIII. Pero ni desde ese 'background' acepta Todorov conceder a la cultura cierto efecto balsámico o redentor. "Si se encomienda una tarea al arte o la literatura es poco probable que la lleven a cabo. Son instrumentos bastantes ineficaces", concluye.
http://www.elmundo.es/