Apenas un mes después de entrar en vigor la reforma migratoria de Raúl Castro, un influyente diario estadounidense ha lanzado el primer golpe contra la permanencia de la Ley de Ajuste Cubano (CAA).
Un editorial del diario Chicago Tribune consideró que la CAA -establecida en 1966- se ha convertido en un asunto delicado en medio de la ley de inmigración que trata de aprobar el Congreso, y sugirió que deben aplicarse a los cubanos las mismas reglas que pesan sobre los inmigrantes económicos procedentes de otros países.
El artículo –publicado el pasado sábado- advierte que será difícil a partir de ahora argumentar que los cubanos necesitan consideraciones especiales que normalmente se reservan para las víctimas de la represión política, cuando ya pueden entrar y salir libremente de su país.
“Uno no huye del comunismo sólo para volver en repetidas ocasiones con una maleta llena de dinero y de mercancías para la familia”, afirma el editorial.
Es el primer ataque que recibe la CAA ante la opinión pública estadounidense luego de la puesta en práctica de la reforma migratoria cubana, el pasado 14 de enero.
El tema ha estado en boca de los políticos cubanoamericanos como el senador Marco Rubio y los congresistas Ileana Ros-Lehtinen y Mario Díaz-Balart, quienes han cuestionado el hecho de que los refugiados retornen indiscriminadamente a la isla.
Por su importancia, reproducimos íntegramente en español el texto del editorial del Chicago Tribune, que dará mucho que hablar en los próximos días.
REPENSANDO EL BENEFICIO DE CUBA
Estatus migratorio especial genera críticas
Para los cubanos que desean emigrar a los Estados Unidos, lo más difícil es llegar hasta aquí.
Desde 1966, a ellos básicamente se les ha concedido el estatus automático de refugiado a su arribo. La Ley de Ajuste Cubano fue aprobada entonces para resolver la situación jurídica de 300,000 cubanos que habían huido de la revolución socialista de Fidel Castro.
Casi medio siglo después, los cubanos que llegan a Estados Unidos raramente dicen ser víctimas de persecución política. Ellos quieren un mejor futuro económico o vienen para reunirse con familiares que ya están aquí, o ambas cosas -al igual que la mayoría de las personas que desean emigrar a cualquier otro lugar.
A diferencia de la mayoría de los inmigrantes, sin embargo, los cubanos no tienen que esperar años para una visa o cruzar la frontera ilegalmente. Una vez que están aquí, tienen vía rápida para obtener la residencia legal, con un camino claro hacia la ciudadanía.
Es un tema delicado cuando el Congreso considere qué hacer con los 11 millones de inmigrantes indocumentados con quienes el sistema no ha sido tan generoso.
Los inmigrantes -más de la mitad de ellos procedentes de México- viven y trabajan bajo el radar del gobierno, a menudo por bajos salarios, en constante temor de ser deportados.
Para venir aquí legalmente, más trabajadores mexicanos tendrían que esperar décadas para una visa. Pero a los cubanos que se presentan en nuestra frontera sur -un punto común de entrada gracias a la política estadounidense de "pies secos, pies mojados"- se les permite la entrada una vez que muestren una identificación.
"Se está volviendo cada vez más difícil de justificar ante mis colegas", dijo el senador Marco Rubio, republicano de Florida, quien es hijo de inmigrantes cubanos. Rubio es uno de los ocho senadores que trabajan en un proyecto de ley de reforma migratoria bipartidista. "No estoy seguro de que vamos a ser capaces de evitar, como parte de un enfoque global de la inmigración, una conversación sobre la Ley de Ajuste Cubano", dijo.
Las consideraciones especiales son particularmente difíciles de defender, ahora que los cubanos pueden viajar libremente entre Estados Unidos y su país de origen, gracias a la flexibilización de las restricciones en ambos extremos.
En el 2009, el presidente Barack Obama levantó la mayor parte de las limitaciones que impedían a los cubanoamericanos viajar a la isla para visitar a sus familias. El año pasado, más de 400,000 lo hicieron, algunos de ellos docenas de veces.
En enero, el gobierno cubano comenzó a permitir a los ciudadanos nacionales viajar al extranjero sin el permiso de salida. Los pasaportes se otorgan en la actualidad más abundantemente, y los que se van pueden mantenerse fuera del país hasta dos años sin perder su residencia. La mayoría de los cubanos son capaces de ir y venir a su antojo.
En conjunto, los cambios tienden a invitar a un nuevo flujo de cubanos hacia Estados Unidos, donde son elegibles para obtener la residencia legal, a la vez que los alienta a regresar con frecuencia para visitar a la familia -y gastar dinero- en Cuba.
No tenemos ningún problema en permitir a los cubanoamericanos viajar de ida y vuelta a Cuba. El Congreso debe eliminar por completo la prohibición de viajar, de modo que todos los estadounidenses puedan visitar la isla. Turistas procedentes de otros países han frecuentado en masa el "terrorista" Estado de Cuba desde hace años.
Mezclarse con el mundo exterior es un ejercicio importante para los cubanos en tanto les permite evaluar las opciones de un futuro sin los envejecidos hermanos Castro.
Pero es difícil argumentar que los cubanos que pueden entrar y salir cuando les plazca de su país, están necesitados de consideraciones especiales que normalmente se reservan para las víctimas de la represión política. Uno no huye del comunismo sólo para volver en repetidas ocasiones con una maleta llena de dinero y de mercancías para la familia.
Tampoco tiene sentido permitir que la entrada a Estados Unidos se acepte no por un reclamo de persecución, sino en base a que la persona esquive suficientemente los barcos de la Guardia Costera como para marcar territorio estadounidense.
Para ser justos, esos inmigrantes no están mintiendo acerca de sus circunstancias. No están obligados a demostrar que son refugiados políticos. Vienen porque pueden. Pero no es justo. Los cubanos que quieren venir aquí por razones económicas deben atenerse a las mismas reglas que los inmigrantes económicos procedentes de otros países.
Traducción: CaféFuerte
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