20 de mayo de 1902
20 de mayo
Ese día...sonaron triunfantes las trompetas
vibró por los aires victorioso el clarín
se inspiraron como nunca los poetas
después de muchos años, Cuba era libre...¡al fin!
Se ensancharon los pechos,y las voces clamaron
un pueblo liberado, mostraba su alegría
los brazos en tumultos unidos se alzaron
y de la eterna noche un sol aparecía.
Lágrimas brotaron y emotivos soslayos
VIVA CUBA LIBRE el pueblo repetía..
y en aquel glorioso VEINTE DE MAYO
la nación cubana libremente nacía.
Así terminaban aquellos años grises
por esfuerzo de todos y la ayuda de Dios,
y el machete mambí de los bravos mambises..
el 20 de Mayo de mil novecientos dos.
Así fue que la patria dignamente nació
lloraron de alegría todas las almas...
cuando en el Morro nuestra bandera izó
el brazo glorioso de Estrada Palma.
Vibraron las campanas en los campanarios
ignorando quizás que cien años después...
al conmemorarse el primer centenario
seriamos esclavos, por desgracia...OTRA VEZ
Félix Pagés-Romeo
http://felixpages.com
POEMA VEINTE DE MAYO
Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
De su libro "Calendario de la Ausencia", su poema "20 de Mayo", escrito y leído por el autor durante un acto en conmemoración de la fecha, organizado por el Centro Patriótico Cubano de Washington y celebrado el 20 de mayo de 1969 en la Universidad de George Washington en la capital norteamericana.
Veinte de mayo de mil novecientos dos:
Júbilo, campanas, promesas y esperanzas.
Veinte de mayo de mil novecientos sesenta y nueve:
Hoja perdida en el calendario de los hombres sin patria.
Y entre ambas fechas, un pueblo sin miedos ni dobleces,
que no teme a tiranos ni se deja encarcelar la palabra.
Esos son los cachorros de Gómez y Maceo,
de Agramonte, Martí y Estrada Palma.
Esos somos nosotros, los del martirio y el camino,
los cubanos de la pluma y de la espada.
Somos los hijos, los nietos, los bisnietos
de los ojos que humedecieron la mañana
cuando en El Morro ondeó por vez primera
la bandera de la estrella solitaria.
Cuando se hicieron más fértiles los surcos
y mas altas se hicieron las montañas,
porque al fín, Cuba era madre que se daba en fruto
para los hijos de su propia entraña.
Atrás habían quedado Mal Tiempo y Palo Seco,
santificados por el halo heróico que deja la metralla.
Maceo era ya savia de un árbol en San Pedro
y Martí era en Dos Ríos piedra angular de la patria.
Los fusiles eran piezas de museo
y la guerra era una historia legendaria,
como una fragua que templó el carácter
o una epopeya que fundió las almas.
Y aquel veinte de mayo, primavera de los campos
que era también primavera de la República recién estrenada,
ya no clamaba por la digna heroicidad de los mambises
sino imploraba la disciplina de las manos solidarias.
Era el tiempo del obrero y del maestro,
del arado y de la mocha, del pico y de la pala.
Era el tiempo de las flores frescas y los soles altos,
del heroísmo silencioso y de las manos honradas.
Había llegado la hora de que los prohombres de la dignidad
pusieran la justicia "tan alta como nuestras palmas".
Pero la paz no tuvo apóstoles como la guerra,
ni la pluma logró estar a la altura de la espada,
y los campos de batalla fueron camposantos
para la gallardía de la Cuba en Armas.
Era una cosa la libertad ganada
y otra muy distinta la libertad heredada.
El peligro no hace puros a los hombres
pero los levanta por encima de la miseria humana.
Con la última carga, la última bala, la última batalla,
los budas tropicales comenzaron a mirarse la panza.
El ministro y el policía, el embajador y el amanuense,
llegaban con patente de corsario o esgrimiendo el sable del pirata.
¡Todo era lícito! ¡La isla era de corcho! ,
y a bailar La Chambelona con las "vacas gordas" o las "vacas flacas".
Pero hubo también los laboriosos y los justos,
los que amaban a Cuba sin proclamas,
los que bajo el sol reverberante hacían patria
abonando con su agrio sudor la dulce caña.
Y los maestros, que como profetas cívicos
iniciaban al niño en la Biblia de la Democracia.
Y el intelectual que se quedó sin puesto en el gobierno
porque se atrevió a mantener su dignidad empinada.
Y el estudiante obseso de justicia,
a quien llamaron loco porque puso el pecho para parar las balas.
Fueron todos la palabra inconclusa, la promesa frustrada
y prueba fehaciente de Cuba crucificada.
Y en esta noche de las sesenta y siete angustias,
en el año sesenta y siete de Cuba Republicana,
en que otra vez impera el orden de fusil y fusta,
y una vez mas la libertad anda descalza,
en los pechos cubanos se alza la pregunta,
que es ruego y juramento de la piel al alma:
Patria querida, Cuba del insomnio,
danos la fuerza luminosa de la llama,
y la humildad edificante de los predestinados,
para que como hermanos de la misma casa,
marchemos juntos en vigor y amor
hacia el lecho añorado de tus playas.
Alfreo M. Cepero.