Cómo me encantaría respirar ese, tu aire tan peculiar, con ese tu olor tan característico, pura mezcla de los vapores que salen de los mogotes de mármol de la Sierra de Las Casas y de Sierra Caballo; vapor mezclado con salitre y con el olor de los hogares donde se cuece cualquier cosa que sirva de alimento, en esa pequeña ciudad bautizada por la gracia y el aroma del mar donde no abundan los peces y mucho menos las langostas seductoras en las bandejas que se sirven en las mesas.
Nueva Gerona, 22 años de mi vida fueron consumidos en tu seno. Caminé de noche y de día compartiendo tu brisa con otros que, como yo, llegamos a ti desde otros confines de la Isla grande. No te niego, porque esto bien lo sabes, que sentí rabia cuando te volviste internacionalista, cuando te llegaron aquellos miles de estudiantes negros africanos, que podían comprar en tus tiendas especiales lo que a mi me negabas por ser cubana, allí también compraban los coreanos y los latinos. Desde entonces sentí que te me escapabas de las manos, porque ya no te sentía tan cubana, ni tan mía como cuando decidí fundar mi hogar en unos de tus barrios.
Hoy te recuerdo con nostalgia porque a ti y a tu pueblo regalé los mejores años de mi vida, los que no le di a Banes, el humilde pueblo oriental que me vio nacer un domingo lluvioso de enero, cuando recién el siglo veinte iniciaba su curva.
Te confieso que aun por tus calles caminan algunas de mis grandes amistades, las mismas que me escriben cada cierto tiempo para contarme de tus glorias y de tus penas entre anécdotas cargadas de reproches.
Todavía no entiendo el embrujo que cautivó mis sentidos. Ese embrujo que hace que en días como hoy yo te recuerde sin cerrar los ojos para recorrrer tus paisajes nuevamente y sin querer vuelvo a revivir aquellos momentos en que me encontré con quien ha sido el gran amor de mi vida. Amor ligado a ti por dar su fruto en tu tierra a pesar de la premura con que vivimos los ultimos meses cargados de desesperanzas por la inminente separación que marcaría nuestros destinos para siempre.
No sé si es el otoño que una vez más se vuelve lluvia de alfileres para decirme que ya no está entre los vivos aquel a quien amé por encima de mí misma, o si es el tiempo que luce un poco gris afuera y hace que me torne tan nostálgica de un pasado que se fue con la rapidez de un rayo, marcando para siempre la faz de esta mujer que hoy te escribe para no ahogarse por la angustia.
Nueva Gerona, no sé hasta cúando seguirás adueñandote de mi memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario