Uno de estos instantes hizo temer lo peor, y es que la sombra del estallido de la Tercera Guerra Mundial estuvo se cernió durante la medianoche del 26 de septiembre de 1983, en la que la providencial actuación de un miembro del ejército soviético evitó llevar al planeta a un desastre bélico de nefastas consecuencias.
El Teniente Coronel Stanislav Petrov tenía encomendada una importante misión dentro del entramado militar del ejército soviético: controlar los ordenadores y radares antimisiles ante el posible ataque por parte de los norteamericanos. Tenía instrucciones específicas desde el Kremlin en caso de recibir un ataque con misiles nucleares: la Unión Soviética tenía previsto el lanzamiento de una ráfaga de misiles como contraataque. El día que eso ocurriese el planeta estaría en un grave peligro.
Stanislav Petrov en 1999 tras conocerse su heroicidad (Foto: Juliet Butler / Alamy)
Sus argumentos, aunque eran simples hipótesis, se basaban en lo siguiente: suponiendo que Estados Unidos desease realizar una acción bélica contra la URSS, no lanzaría un solo misil y su ofensiva sería la de lanzar muchísimos más, tal como harían los soviéticos a la inversa.
Sin embargo, el sistema detectó un segundo lanzamiento, por lo que los argumentos esgrimidos por Petrov quedaban diluidos. El Kremlin, en contacto directo con el centro de operaciones, pedía respuestas rápidas y eficaces. El tiempo para encontrar soluciones se agotaba. Todos estaban muy nerviosos, mientras que el Teniente Coronel parecía mostrar una calma fuera de lo común.
La alarma por un tercer misil lanzado comenzó a sonar, después apareció un cuarto lanzamiento y hasta un quinto. El sonido de las alarmas era ensordecedor. La pantalla del ordenador que se encontraba frente a Petrov mostraba el mensaje "INICIO" de forma intermitente y letras brillantes. Una tecla frente a él era la que determinaría si se comenzaba un contraataque masivo de misiles nucleares contra intereses norteamericanos. Un sudor frío recorría la sien de todos los presentes. Había gritos y órdenes para que apretase el botón y se llevase a cabo el protocolo de seguridad.
Stanislav Petrov en el 2006, durante el homenaje en la ONU. (Foto: Association of World Citizens)
No obstante, el héroe se encontraría con un importante problema: había desobedecido el procedimiento militar, desafiando las advertencias de su equipo y las órdenes desde el Kremlin. Debido a esto, sería sometido a un intenso interrogatorio por parte de sus superiores acerca de sus acciones y decisiones durante esos momentos de vital importancia. Tal vez porque había ignorado las advertencias, ya no era considerado un militar de confianza. En las fuerzas armadas las órdenes y los procedimientos deben llevarse a cabo indefectiblemente.
Finalmente, Stanislav Petrov no fue castigado por ello, pero tampoco recibió recompensa ni honor alguno por su heroica y valiente decisión. Su importante y prometedora carrera militar había llegado a su fin. Tras un corto espacio de tiempo asignado a un puesto sin responsabilidad, fue retirado de las fuerzas armadas y, a sus 44 años de edad, pasó a ser un 'jubilado'.
La historia de estos hechos no vio la luz hasta el año 1998 y fue conocida con el nombre de "el Incidente del Equinoccio de Otoño". La explicación a lo sucedido fue bien sencilla: los radares antimisiles colocados en los satélites estaban configurados para detectar cualquier variación en la señal térmica. Un cúmulo de casualidades hizo que la tierra, el sol y los satélites quedasen alineados debido a la entrada del equinoccio de otoño, que se producía en esas fechas. Los aparatos lo detectaron y lo interpretaron como misiles nucleares.
El 19 de enero de 2006 la heroicidad de Stanislav Petrov fue reconocida pública y oficialmente, recibiendo un merecido homenaje por parte de la ONU y la Association of World Citizens.
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