Por los 37 años que viví bajo ese régimen totalitarista, impuesto en mi país por la mafia castrocomunista presidida por Fidel Castro y continuada por su sucesor Raúl Castro, les puedo asegurar que el socialismo es como el cáncer: Una lenta y prolongada enfermedad que sólo tiene cura si se arranca de raíz cuando empiezan a manifestarse las primeras células. Si no se extirpa a tiempo, el sufrimiento que éste mal acarrea a sus vístimas se convierte en un verdadero infierno aquí en la tierra.
La mayoría de los analistas coinciden con el ex presidente Ronald Reagan de que el socialismo es un sistema que se autodestruye por sus propios medios por su ineficacia, por su incapacidad para crear bienes materiales que satisfagan las necesidades más elementales y crecientes de la población y sobre todo, por la inficiencia y deficiencia de la red de los servicios estatales (ya que el socialismo no permite la práctica privada de éstos) a los que tiene que recurrir obligatoriamente toda la sociedad para resolver los problemas que se le presentan a diario a cualquier individuo, familia, institución, etc., problemas que oscilan desde los más elementales hasta los de mayor complejidad.
He aquí el post que dio pie al comentario anterior:
(Imagen tomada de internet: Viviendas cubanas en la capital)
LA HABANA, Cuba, enero, http://www.cubanet.org/ -El 13 de diciembre, Oscar, un jubilado de 70 años y vecino de la calle Línea, entre 12 y 14, en el Vedado, advirtió un fuerte olor a gas en las proximidades del muro donde acostumbra sentarse.
Buscó a la delegada del Poder Popular: “¡Uf, hay un escape de gas, eso es peligroso!” —exclamó. Y pronto llamaron a la Empresa de Gas Manufacturado.
Al día siguiente llegó un camión con 7 hombres. Rompieron la acera para examinar el origen del escape y taponarlo. En las labores de búsqueda desgarraron las conductoras de agua potable y de albañales. Seguidamente rodearon el hoyo con cinta amarilla para prevenir a los transeúntes del peligro y, antes de largarse, dijeron: “Ahora le toca a otra brigada resolver el problema”.
Como consecuencia, el edificio, donde viven ancianos y niños, quedó sin servicio de gas.
A las 24 horas, los afectados llamaron a la empresa y los funcionarios indicaron que “la orden” estaba en manos del jefe de brigada. Luego llegó un camión con 5 hombres. Al verlos, una vecina preguntó: “¿Hoy terminan el trabajo?”. Pero los obreros respondieron que su responsabilidad consistía en hacer la instalación desde la acometida principal hasta la línea de propiedad, la otra parte corresponde a otra brigada, así que no podían responderle.
“Señores esto es criminal -exclamó un ama de casa-, aquí viven niños y viejos!”. “Niños y viejos hay en todas partes”, le respondió un obrero. “¿Entonces, cuál es la solución, salir pa’ la calle con carteles?”, agregó la señora. “Pues salgan”, objetó el mal humorado trabajador.
Para apaciguar los ánimos, otro de los trabajadores buscó un teléfono, llamó a la empresa, desde donde le dijeron que la “brigada del municipio” vendría más tarde. Entretanto, el resto continuó trabajando. Por cierto, no tenían herramientas y hubo que prestarles una segueta.
Tras “concluir” su labor, los trabajadores rellenaron el hueco. Sin embargo, la acera y el conducto albañal averiado quedaron sin solucionar por falta de cemento.
Nuevamente los vecinos telefonearon a la empresa. La jornada laboral termina a las 5:30 de la tarde, pero a las 4:00, algunas oficinas no respondían a las llamadas. Trataron de indagar con otros departamentos, pero las gestiones fueron vanas. Algunos afectados, gracias a la solidaridad, consiguieron cocinas eléctricas. Pero al oscurecer, se produjo un apagón. “Esto es el colmo”, gritaron, mientras intentaban culpar al vecino que reportó por vez primera la avería. “Oscar, esta es tu obra”, le reprochaban. A lo que éste respondió: “Despreocúpense, que pa’ la próxima vez dejo que toda La Habana vuele en pedazos”.
Finalmente, en la mañana del 16 de diciembre, aparecieron 2 operarios más. Después de emplear varias horas en la recolección de materiales, por fin restablecieron el servicio. Según “la crítica especializada”, la maraña de tuberías se reveló como una obra del arte chapucero moderno.
Felipe, otro residente del barrio, con 82 años, que en la década de los 50 trabajó en la Esso Standard Oil, estuvo al tanto del desarrollo del trabajo. Y observó la comparsa de 14 obreros y dos camiones requeridos para resolver el problema.
“Este trabajo lo hacían un operario y un ayudante en una sola jornada laboral y con la calidad requerida,” sentenció. ¿Cuál es la fórmula?, le preguntaron entonces los demás. “Capataces competentes y compañías que paguen salarios decorosos”, respondería el anciano. Mientras, otro vecino llamado Víctor, concluía el debate del siguiente modo: “Señores, no se calienten más la cabeza con el socialismo. Su mecanismo de autodestrucción ya está a punto de estallar, como las tuberías viejas”.
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