Aunque parezca increíble, la Antártida no ha sido siempre un bloque de hielo. Hace 52 millones de años, el continente disfrutaba de un clima tropical con una vegetación exuberante. En su costa crecían palmeras y árboles relacionados con los baobabs actuales, la misma estampa de lo que habitualmente aceptamos como un paraíso. La investigación, publicada en la revista Nature, puede ayudar a comprender mejor la evolución del clima y los efectos humanos sobre el calentamiento global.
El equipo internacional, dirigido por científicos de la Universidad de Goethe y del Centro de Investigación del Clima y Biodiversidad en Frankfurt, Alemania, analizó muestras de rocas obtenidas de perforaciones en el fondo del mar de Tierra de Wilkes, cerca de la Antártida, una región que es especialmente importante en la investigación del clima. Las muestras tienen entre 53 y 46 millones de años y contiene fósiles de polen y esporas que se originaron en la región antártica costera. Los investigadores fueron capaces de reconstruir la vegetación de la zona y descubrieron que la costa parecía una fotografía del destino más deseado de una agencia de viajes.
En un área donde la capa de hielo de la Antártida limita con el Océano Antártico en la actualidad, florecían plantas sensibles a las heladas y que aman el calor, como palmeras y los ancestros de los árboles baobab. En invierno, las temperaturas superaban los 10 grados centígrados, a pesar de los tres meses de noche polar. El interior del continente, sin embargo, era notablemente más fresco. Crecían las selvas templadas con hayas y araucarias del tipo que hoy en día se ven en Nueva Zelanda. La evidencia de las temperaturas extremadamente suaves fue proporcionada por el análisis de compuestos orgánicos producidos por las bacterias que pueblan los suelos a lo largo de la costa antártica.
Corrientes oceánicas y CO2
En esa época, la concentración del dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera era más del doble que la actual. «Si las emisiones de CO2 actuales continúan sin cesar debido a la quema de combustibles fósiles, es probable que volviéramos a obtener esas concentraciones en unos pocos cientos de años», explica el profesor Jörg Pross, paleoclimatólogo en la Universidad Goethe.
Sin embargo, «el contenido de CO2 de la atmósfera no es suficiente por sí solo para explicar las condiciones casi tropicales en la Antártida», afirma Pross. «Otro factor importante fue la transferencia de calor a través de las corrientes oceánicas cálidas que llegaron a la Antártida». Cuando la corriente oceánica cálida se derrumbó y la costa antártica estuvo bajo la influencia de las corrientes oceánicas frías, las selvas tropicales y las palmeras, desaparecieron.
Los modelos computacionales indican que el calentamiento climático en el futuro será especialmente pronunciado en regiones de alta latitud, es decir, cerca de los polos. El conocimiento de episodios pasados de calor global puede ser útil para comprender mejor la relación entre el cambio climático, las variaciones de dióxido de carbono atmosférico y la reacción de la biosfera de la Tierra.
El equipo internacional, dirigido por científicos de la Universidad de Goethe y del Centro de Investigación del Clima y Biodiversidad en Frankfurt, Alemania, analizó muestras de rocas obtenidas de perforaciones en el fondo del mar de Tierra de Wilkes, cerca de la Antártida, una región que es especialmente importante en la investigación del clima. Las muestras tienen entre 53 y 46 millones de años y contiene fósiles de polen y esporas que se originaron en la región antártica costera. Los investigadores fueron capaces de reconstruir la vegetación de la zona y descubrieron que la costa parecía una fotografía del destino más deseado de una agencia de viajes.
En un área donde la capa de hielo de la Antártida limita con el Océano Antártico en la actualidad, florecían plantas sensibles a las heladas y que aman el calor, como palmeras y los ancestros de los árboles baobab. En invierno, las temperaturas superaban los 10 grados centígrados, a pesar de los tres meses de noche polar. El interior del continente, sin embargo, era notablemente más fresco. Crecían las selvas templadas con hayas y araucarias del tipo que hoy en día se ven en Nueva Zelanda. La evidencia de las temperaturas extremadamente suaves fue proporcionada por el análisis de compuestos orgánicos producidos por las bacterias que pueblan los suelos a lo largo de la costa antártica.
Corrientes oceánicas y CO2
En esa época, la concentración del dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera era más del doble que la actual. «Si las emisiones de CO2 actuales continúan sin cesar debido a la quema de combustibles fósiles, es probable que volviéramos a obtener esas concentraciones en unos pocos cientos de años», explica el profesor Jörg Pross, paleoclimatólogo en la Universidad Goethe.
Sin embargo, «el contenido de CO2 de la atmósfera no es suficiente por sí solo para explicar las condiciones casi tropicales en la Antártida», afirma Pross. «Otro factor importante fue la transferencia de calor a través de las corrientes oceánicas cálidas que llegaron a la Antártida». Cuando la corriente oceánica cálida se derrumbó y la costa antártica estuvo bajo la influencia de las corrientes oceánicas frías, las selvas tropicales y las palmeras, desaparecieron.
Los modelos computacionales indican que el calentamiento climático en el futuro será especialmente pronunciado en regiones de alta latitud, es decir, cerca de los polos. El conocimiento de episodios pasados de calor global puede ser útil para comprender mejor la relación entre el cambio climático, las variaciones de dióxido de carbono atmosférico y la reacción de la biosfera de la Tierra.
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