LA HABANA, Cuba, marzo, www.cubanet.org -Todo cubano que aprecie el buen arte musical puede que lamente lo poco que ha podido escucharse en nuestros medios de difusión al muy célebre cantautor argentino Atahualpa Yupanqui. Incluso pueden preguntarse por qué este hombre, famoso defensor de los humildes y enemigo de las dictaduras, no visitó Cuba a partir del triunfo revolucionario de 1959, pese a que por aquellos años encabezara el Movimiento de la Nueva Canción Latinoamericana, como protesta social a las injusticias que ocurrían en su país.
Entre los cien personajes famosos que visitaron La Habana a lo largo de casi 500 años, según la compilación del investigador literario Leonardo Depestre Catony (100 famosos en La Habana, Editorial Ciencias Sociales, Ciudad Habana 1999), no aparece Atahualpa Yupanqui, ni muchas otras personalidades del arte que dejaron de venir a Cuba cuando ésta se convirtió en ¨la isla de Fidel Castro¨.
Razones hay muchas, si indagamos en la vida de Atahualpa Yupanqui -en quechua, el que viene de tierras lejanas para decir algo-, seudónimo de Héctor Roberto Chavero Haram, excepcional hombre que a lo largo de su larga vida fue boxeador, maestro de escuela, periodista, escritor y –conocedor profundo de las culturas aborígenes- el más importante exponente del folclore argentino, con más de 300 composiciones musicales.
Varias veces fue a la cárcel bajo el gobierno peronista, que prohibió sus canciones. Contó en una ocasión que, cuando estaba afiliado al Partido Comunista, los verdugos de Juan Domingo Perón pusieron sobre su mano derecha una máquina de escribir, se sentaron sobre ella, saltando, porque querían romper su mano, sin percatarse del detalle de que él tocaba la guitarra con la izquierda, porque era zurdo.
Luego se refugió en Francia, y fue allí, en 1952, donde se convirtió en un enemigo de las dictaduras y del comunismo. Seguramente por eso no visitó Cuba durante la dictadura de Batista, y mucho menos bajo la de Fidel Castro, donde se fusilaba a cientos de cubanos en la Fortaleza de la Cabaña y cientos de miles de familias, pertenecientes a todos los estratos sociales, huían despavoridas en busca de libertad en otras tierras.
Atahualpa Yupanqui se convirtió en otro de los muchos artistas ausentes. El ¨agudo observador del paisaje y del ser humano¨, como se le llamó, recordaba la opinión del poeta mexicano Octavio Paz, cuando dijo que ¨las revoluciones son fenómenos traumáticos que comienzan con una promesa, se disipan en violenta agitación y se congelan en sangrientas dictaduras¨. Por los años sesenta realizó una de sus giras más prolongadas y exitosas por decenas de países, en la cual Cuba no figuraba.
Todos los que somos septuagenarios, lo recordamos cantando a diario en nuestras emisoras radiales durante los años cincuenta, mientras los más destacados artistas de nuestra música interpretaban aquellas inolvidables melodías suyas como las milongas Los ejes de mi carreta o Camino del indio, entre muchas otras.
Atahualpa prefirió cantar con Edith Piaf en París, en vez de hacerlo con Carlos Puebla en La Bodeguita del Medio. Prefirió que el gobierno francés lo condecorara como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, a ser invitado por el gobierno castrista. Murió cantando en Nimes, Francia, en 1992, después de presenciar, sin ningún asombro, el desmerengamiento del comunismo soviético.