Abuelos en Cuba, nietos en España
Más de 70.000 ciudadanos españoles que viven en la isla aprenden catalán, escuchan gaitas asturianas o toman cursos de gastronomía castellana: son miles los ancianos españoles establecidos desde hace décadas en Cuba y que intentan mantener las raíces con una patria que algunos ni siquiera han pisado. Hay 70.000 ciudadanos españoles residiendo actualmente en Cuba, de los que 17.000 han accedido a la nacionalidad en 2009 -y se prevé sean más en 2010- gracias a la controvertida "ley de nietos" que ha permitido reclamar pasaporte a los emigrados desde España entre 1936 y 1955.
Son abuelos y hasta bisabuelos en Cuba, pero tienen con España una relación de nietos, ya que algunos tienen que remontarse dos o tres generaciones para identificar al hombre que llegó con una maleta allá en los años veinte o treinta de una España depauperada a una Cuba próspera. "España redescubrió a sus emigrantes en los años 90" -cuenta Sergio Rabanillo, presidente de la Federación de asociaciones de Castilla y León y él mismo nacido en La Habana-, y con las ayudas consiguió revitalizar unas sociedades de emigrantes que languidecían en una Cuba castrista que había nacionalizado todas sus propiedades. Proliferan entonces en las asociaciones canarias, gallegas, vascas o asturianas los cursos de folclore -canto y baile- y gastronomía, que reproducen en la isla caribeña el mosaico autonómico español, pero la elevada edad de sus miembros pone en evidencia otras necesidades más apremiantes. Pensiones asistenciales, talleres de día para ocuparse de los ancianos, talleres de gimnasia..., y así las casas regionales se convierten en centros de ayuda para los viejitos "gallegos", que es como en Cuba y en otros países americanos se sigue llamando a los españoles. "Somos una especie de mega-ONG", explica Susana Monís, de la Sección de Trabajo e Inmigración de la Embajada de España en Cuba, que gestiona unas ayudas que el año pasado sumaron 5 millones de euros solamente para Cuba contando las pensiones (1.393 beneficiarios), las ayudas a niños de la guerra (147) y las ayudas de retorno.
Estas ayudas, que en el caso de las pensiones suponen 2.530 euros anuales para cada beneficiario, son un auténtico balón de oxígeno en la economía cubana tambaleante tras la caída del bloque soviético, y convierte a cada abuelo español en verdadero sostén de familias cubanas enteras. Lo más emotivo -relata Monís- es cuando comenzaron a calcarse en Cuba los famosos "viajes del Inserso", y los ancianos pudieron visitar las playas de Torremolinos o de la Costa Brava al igual que lo hace cualquier jubilado español. Además, estos billetes de Inserso se los dejan abiertos para -si les queda algo de "plata"- prolongar su viaje y visitar las aldeas donde sus abuelos nacieron en el siglo pasado o el antepasado. "Mi padre tenía mucha ilusión por ver el viejo mercado de Triufe (en Zamora) pero donde él recordaba vacas y puercos, se encontró con tenderetes de marroquíes vendiendo plásticos y baratijas", relata Sergio Rabanillo para explicar el brusco cambio de aquella España que el Rabanillo padre había abandonado en 1915 para no volver hasta 1995. El viaje de los Rabanillo formó parte de otro programa lanzado por varias comunidades autónomas: se llama Plan Añoranza, y consiste en pagar el billete de avión para que un anciano español regrese al terruño donde nació, siempre que algún pariente le dé alojamiento. Maria Antonia Marcos, que preside la Federación de asociaciones asturianas (18.000 socios de los que solo quedan 262 nacidos en España) ha visitado varias veces Cangas de Onís gracias al Plan Añoranza, según cuenta en los locales de la Federación donde se codean los retratos del Ché Guevara con los del Rey de España.
En el restaurante de la Federación se puede comer fabada y hasta escuchar jotas asturianas tocadas con gaitas auténticas llegadas directamente de Oviedo, junto con las fotos de la Santiña o la cruz de la victoria, pero los parroquianos, casi todos nacidos en la isla, tienen nostalgias de una juventud de ron y Caribe. Carmelo González, eterno presidente de la Asociación Canaria (45.000 socios), no se engaña: "La emigración es muy vieja; aquí tratamos de recuperar en lo posible el espíritu canario, pero sin ser utópicos". "En América -concluye- se está perdiendo el espíritu (español), y cuando se recupera no es tanto por cariño a España como por razones económicas".
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