(Portada del libro de Tom Gjelten.)
"La familia que da nombre a la célebre marca jugó un papel muy importante en la vida social, política y económica de Cuba, desde su lucha por la independencia a su oposición a dictadores como Fulgencio Batista y Fidel Castro"
Por: Enrique Clemente
Para la mayoría de la gente, Bacardi es solo el nombre del famoso ron. Pero también es el apellido de una familia protagonista de la política y la economía cubana de los últimos 150 años. En Bacardi y la larga lucha por Cuba (Principal de los Libros) Tom Gjelten traza su historia, desde que Facundo Bacardi Massó, un emigrante catalán al que todos llamaban don Facundo en señal de respeto, fundó la compañía en Santiago en 1862 hasta que se convirtió en una poderosa multinacional que vende sus productos en 100 países. Pero su libro no solo trata de esta extraordinaria estirpe de comerciantes, de sus relaciones de amor-odio con la corona española, Fidel Castro y Estados Unidos, sino que a través de su microcosmos recorre la apasionante historia cubana. Es también un relato que aborda los conflictos entre capitalismo y comunismo, nacionalismo e imperialismo, libertad y tiranía. El autor destaca a Extra que «en todos los momentos históricos del último siglo y medio hay un Bacardi presente». Por eso, «es fácil relatar la historia de Cuba con los Bacardi como personajes».
Todo empezó con don Facundo, que creó una pequeña destilería cuando Cuba era una rica colonia española e inventó la «fórmula secreta» de un ron más suave y ligero que el tradicional que solo consumían los bucaneros, los marineros y los obreros en tabernas de baja estofa, con lo que abrió un mercado mucho más extenso. El avispado empresario mostró un notable talento para el márketing. Firmaba de su puño y letra las etiquetas de sus botellas para autentificarlas y potenciar su marca. También concibió el logo del murciélago, que se consideraba un símbolo de fraternidad, buena suerte y fidelidad.
Gjelten resalta que «los Bacardi fueron líderes tanto en la política como en el mundo de lo negocios». Emilio, el hijo del patriarca, que nació en Cuba pero fue educado en España, jugó un papel clave en la lucha por la independencia tanto en la Guerra de los Diez Años (1868-1878) como en la de Independencia (1894-1898), como recolector de fondos para comprar armamento y suministros y sirviendo de enlace entre los combatientes y sus seguidores en Santiago. Este intelectual liberal fue detenido en dos ocasiones y enviado a la cárcel en España por esas actividades. Lo arriesgó todo, su negocio y hasta su vida, por la causa de la independencia cubana. Posteriormente, colaboró con los ocupantes estadounidenses y fue el primer alcalde cubano de Santiago y senador, hasta que abandonó la vida política para concentrarse en su negocio, su familia y la literatura. Es el personaje más poderoso y atractivo del libro, un librepensador que practicó la teosofía y fustigó a la poderosa Iglesia católica, defensor de la abolición de la esclavitud, capaz de traerse una momia de Egipto y autor de la historia de Santiago en 10 volúmenes.
El prestigio del ron Bacardi a finales del siglo XIX era tal que se llegó a dar por cierto que era bueno para la salud. Fue a raíz de que su médico de cabecera se lo recetara al niño rey Alfonso XIII en 1892. Tenía una fiebre tan alta que se temía por su vida. Tomó un sorbo, se durmió y cuando despertó la fiebre había desaparecido. El doctor escribió una nota a los Bacardi dándoles las gracias por haberle salvado la vida. La compañía no desperdició la ocasión para hacer propaganda.
Partiendo de la nada, Bacardi se fue convirtiendo en una de las empresas más importantes del país, totalmente cubana, que suministraba un producto autóctono por excelencia, promocionado como «el que a Cuba ha hecho famosa». En el siglo XX, bajo el liderazgo de dos lumbreras de los negocios, Enrique Schueg y José Pepín Bosch, se consolidó como la firma cubana más grande e importante de la isla y se expandió internacionalmente. Schueg tuvo la visión de llevar la producción primero a Puerto Rico y luego a México, lo que supuso su salvación cuando Castro tomó el poder.
Bosch sirvió como un fugaz ministro de Finanzas del presidente Carlos Prío. Luego fue un tenaz opositor al dictador Fulgencio Batista, uno los contados empresarios que se atrevieron a pedir la restauración de la democracia. Durante la rebelión castrista los Bacardi también jugaron un papel destacado. Al igual que pasó en la época de la lucha por la independencia, actuaron como recaudadores de fondos y seguidores de la revolución. A título individual, dieron cientos de miles de dólares al Movimiento 26 de Julio. Pepín Bosch, como presidente de la compañía, apoyó la revolución. En enero de 1959, menos de tres semanas después del triunfo de los barbudos, pagó los impuestos que le correspondían a Bacardi para todo el año para apoyar al nuevo Gobierno, necesitado de ingresos. Una muestra de la importancia de Bosch fue el hecho de que Fidel Castro lo eligiera como el único empresario que lo acompañó en su viaje oficial a Washington, en abril de 1959. Gjelten relata la bronca que tuvieron en el avión y su ruptura.
Feroz anticastrista
Castro incumplió sus promesas democratizadoras y en 1960 expropió Bacardi junto a otras 300 empresas privadas. En julio, Bosch se exilió en Miami. Afortunadamente para la dinastía, había tenido la visión de establecer una gran destilería en Puerto Rico y filiales en otros países que la convirtieron en una compañía completamente globalizada.
Bosch se convirtió en un furioso adversario de aquel revolucionario al que respaldó en sus inicios y que se había convertido en un dictador. Junto con otros miembros de la familia, en especial el magnate Jorge Mas Canosa, dedicó sus esfuerzos a tratar de acabar con Castro. Participó en la fallida invasión de la bahía de Cochinos, compró un B-26 para bombardear las refinerías de petróleo en Cuba, una operación que se abortó en el último momento, se involucró en los intentos para asesinar a Fidel e hizo aportaciones millonarias a lobbies anticastristas en Estados Unidos para endurecer el embargo. Bosch murió en 1994 a los 95 años sin volver a poner un pie en la isla. Durante más de un siglo la familia estuvo implicada intensamente en la causa cubana que en los últimos años identificaron por completo con la deposición de Castro.
Ahora Bacardi es la tercera compañía mundial de bebidas alcohólicas, por detrás de Diageo y Pernod Ricard. Una multinacional con sede en Bermudas que sigue siendo casi enteramente propiedad de la familia. Su actual presidente es Facundo Bacardi, tataranieto del fundador, nacido en EE.?UU. y que se considera más norteamericano que cubano. La historia ha hecho que una de las familias más patrióticas y enraizadas en la vida cubana haya perdido sus raíces.
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En Santiago de Cuba el nombre de la familia aún es recordado
Entrevista a Tom Gjelten
Veterano corresponsal de la Radio Pública Nacional estadounidense (NPR) en América Latina y Europa central, Tom Gjelten es especialista en asuntos exteriores y de seguridad. Cubrió las guerras de Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Colombia, la primera del Golfo y las de la ex-Yugoslavia. Ganó los premios George Polk y Robert F. Kennedy por su trabajo sobre Bosnia. Ha viajado a Cuba en numerosas ocasiones.
-¿Es cierto que Bacardi representaba un peligro para Castro porque demostraba que el capitalismo podía funcionar en la isla?
-Creo que es cierto, políticamente y también como símbolo. Fidel solía demonizar a los capitalistas cubanos porque los consideraba defensores de Batista y enemigos del pueblo. Los Bacardi no encajaban en absoluto en ese molde, como muchos castristas reconocieron públicamente. Su existencia hacía que a Fidel le resultara más difícil generalizar acerca de la clase capitalista cubana. Sin embargo, me dijeron que la decisión de 1960 de expropiar sus pertenencias y nacionalizar la compañía no fue un movimiento anti-Bacardi en particular, sino un giro necesario en función de la decisión que Castro había tomado de establecer el socialismo en la isla. No podía haber excepciones.
-¿Qué relación tuvo Castro con los Bacardi a lo largo del tiempo?
-Fidel Castro compartía las mismas raíces sociales y económicas con los Bacardi. Procedía de Oriente y era hijo de un rico terrateniente, por lo que asistió a una escuela privada en Santiago, donde coincidió con miembros del clan. Sin duda conocía las contribuciones de los Bacardi a la independencia de Cuba, y también sabía de su apoyo a la revolución.
-¿Qué piensan los cubanos que viven en la isla de la familia Bacardi, que ahora se asocia a la contrarrevolución y el embargo?
-Depende. En Santiago de Cuba el nombre de la familia aún es reverenciado. Y de hecho, el mausoleo de la familia Bacardi en el cementerio de Santa Ifigenia se sigue cuidando y conservando con respeto. El Museo Bacardi, fundado por Emilio, es una institución importante, al igual que la Biblioteca Elvira Cape, que fundó la esposa de Emilio. La vieja fábrica Bacardi en la calle Matadero aún está en funcionamiento, y los viejos del lugar siguen refiriéndose a ella como la fábrica Bacardi. Aún hay muchos nativos de Santiago que se acuerdan de los Bacardi, o cuyos padres o familiares trabajaron para ellos. En La Habana conocen y valoran menos a los Bacardi y su contribución a la historia cubana, aunque el Edificio Bacardi sigue en pie y lleva aún su nombre. Recientemente, de hecho, lo rebautizaron como Edificio Emilio Bacardi. Según la versión oficial, Emilio era uno de los «buenos» Bacardi, y así se le recuerda, en contraste con los «malos», los que se fueron de Cuba y después apoyaron la contrarrevolución.
-¿Cuál es la posición política actual de la familia? ¿Son líderes del anticastrismo?
-Esto no es tan cierto ahora como hace unos cuantos años. Los Bacardi ya no están tan implicados en el apoyo a la oposición cubana. Son exiliados cubanos ricos, algunos de ellos apoyan a grupos como la Fundación Nacional Cubano-Americana y el Centro por una Cuba Libre, pero muy pocos tienen papeles destacados, y la compañía como tal no lidera los círculos de la oposición cubana. Creo que sobrevuela la idea de que la compañía cometió un error al significarse tan destacadamente como parte del movimiento anticastrista y ahora se han concentrado más en los temas empresariales que en los asuntos políticos. La empresa y la familia siguen honrando sus raíces cubanas y sus contribuciones históricas, pero con acento positivo. En febrero del 2012, celebrará el 150.º aniversario de su fundación en Santiago y seguramente oiremos hablar mucho de sus raíces en Cuba.
-¿Cree que Bacardi volverá a fabricar ron en su país? ¿Cuándo?
-La posición oficial de Bacardi es que a la compañía aún le gustaría regresar a Cuba. Lo cierto es que sueñan con volver a fabricar ron en su tierra natal. Su interés radica en el mercado interior. Fuera de Cuba, el ron Bacardi ya no se asocia a la isla, pero en el interior del país sigue siendo así. Aun así, no volverán hasta que se produzca el cambio de Gobierno. No creo que intenten reclamar ninguna de las propiedades nacionalizadas.
-¿Cómo evolucionará Cuba tras la desaparición de los Castro?
-Europa del Este y Rusia son ejemplos de lo que le espera a Cuba, una transición hacia un régimen más capitalista y orientado a Occidente. Algunas empresas estatales serán privatizadas y la nomenklatura cubana emergerá para hacerse con el control. No espero un cambio repentino ni violento.
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