No me doblego...¡Que satisfacción produce el ser destituido por principios y no por otra razón!
Guillermo Cochez: A un año de mi destitución
Por: Gullermo
Cochez
Fuente:
ImpactoCNA
Hace un año fui destituido como Embajador en la
OEA. Me distinguieron con el cargo 3 de julio del 2009; urgía estuviera en
Washington al día siguiente: se discutiría suspensión de la OEA de Honduras por
destitución de Zelaya. En los tres años y medio que estuve allí, Panamá se hizo
sentir. Mi compromiso era defender la democracia continental: las actas de la
OEA testimonian ese reiterado esfuerzo en casos emblemáticos en Venezuela,
Ecuador, Honduras, Paraguay, Nicaragua, Bolivia, Cuba y Argentina.
Definitivamente que el tema de Venezuela se
volvió el más repetitivo: Persecución de periodistas, aislamiento de opositores,
abusos en uso de recursos del Estado, negativa en cumplir fallos de Corte
Interamericana de Derechos Humanos. Rehusar permitir visitas in situ de la CIDH,
que supervisaran sus elecciones y salida de la CIDH. Aunque no las conocí todas,
repetidas quejas de Caracas se dieron a mi gobierno por mis actuaciones.
Lo peor fue cuando Chávez estaba muriendo. Las
elecciones de diciembre 2012 se adelantaron para octubre ante temor que no
llegara vivo. Mintieron de que sobrevivía al cáncer; hizo la campaña desde un
camión; no podía caminar. Se cometieron miles de abusos, reportados por los
pocos que pudieron observar esas elecciones. Chávez desapareció el 9 de
diciembre cuando se fue a operar a Cuba; no se volvió a ver. Hasta fotos falsas
con las hijas se publicaron para “demostrar” que estaba vivo.
Tenía que tomar posesión de su nuevo periodo el
10 de enero del 2013. Al señalar la Constitución venezolana que en ausencia del
Presidente debía asumir el Presidente de la Asamblea, ninguno otro, algo
irregular se cocinaba. Encargaron al Vicepresidente Maduro hasta la toma de
posesión, pero en enrevesada interpretación el Tribunal Supremo decidió que
Maduro podía asumir por encima de lo que decía la Constitución. El Secretario
General de la OEA, José Miguel Insulza, sin nadie pedírselo, se abalanzó a
apoyar tan absurda interpretación.
Seis días después había Consejo Permanente.
Desde el 11 de enero, mi Cancillería sabía que hablaría ese día. El lunes 14
mostré mi discurso a varios colegas, entre ellos la norteamericana. Iniciado el
Consejo Permanente el 16, recibí llamada de Cancillería: “No puede hablar hoy;
recibirá instrucciones escritas”. Escuché y dije: “Que me llame el Presidente”;
colgué. Poco después llamó el Canciller Rómulo Roux. La petición de que no
hablara había nacido el día anterior por reunión sostenida con el Embajador
norteamericano Jonathan Farrar; pedía prudencia para tratar el tema. Ante lo
absurdo de esa excusa y tras larga discusión le confirmé que iba a hablar,
ateniéndome a las consecuencias. Me dijo que el Presidente Martinelli me
llamaría. Su respuesta: “Ni los gringos quieren que hables”.
De acuerdo a mis convicciones democráticas
hablé. Al día siguiente me destituyeron, sin antes recibir la nota donde me
instruían no lo hiciera. ¿Me arrepiento de lo hecho ese 16 al denunciar que la
democracia en Venezuela estaba enferma? En lo absoluto. Impusieron a Maduro;
anunciaron la muerte de Chávez el 5 de marzo 2013, cuando estaba muerto hacía
más de 35 días; nunca han podido mostrar su certificado de defunción; lo
denuncié ese 28 de febrero. Descaradamente se robaron las elecciones del 14 de
abril con un candidato que aún no prueba que nació en Venezuela. Uno no se
arrepiente de decir la verdad y de asumir una posición cónsona con sus
convicciones. Ese 17, en cadena nacional Maduro felicitó a “su amigo” Martinelli
por haberme destituido. Lo aplaudían a rabiar los que le acompañaban.
A un año de este episodio, Panamá ya no se oye
en la OEA; es uno más del montón. La OEA como organización defensora de la
democracia y de los derechos humanos está más silente que nunca; ya no es motivo
de noticia. Sin embargo, la situación de Venezuela está peor que antes. La
excusa esgrimida por algunos de que mis actuaciones afectaban los negocios en la
Zona Libre de Colón se desvanecen con los cientos de millones que desde allá
adeudan todavía sin esperanza de cobrarlos. El chantaje funcionó, pero, lo más
importante, no me doblegó. Mi compromiso democrático salió fortalecido. Que
satisfacción produce el ser destituido por principios y no por otra razón.
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