Trastorno bipolar / El Nuevo Día de Puerto Rico
El trastorno bipolar
La bipolaridad se divide en dos tipos, I y II. En el primero, las
personas tienen episodios de manía -como delirios de grandeza,
autoestima exagerada y sicosis-, que puede o no estar acompañado de
depresión.
Recientemente, la laureada actriz británica, Catherine Zeta
Jones, volvió a ser noticia cuando anunció que sería hospitalizada para
recibir tratamiento para el trastorno de bipolaridad que padece.
Una
afección que se caracteriza por cambios drásticos del estado de ánimo y
de los niveles de energía que pueden afectar el rendimiento laboral o
las relaciones personales.
No es la primera vez. Precisamente,
hace dos años habló sobre su dolencia, después de rumores referentes a
su malhumor y sus cambios de personalidad.
En ese momento, se dijo
que el estrés por la enfermedad de su marido, el actor Michael Douglas
-diagnosticado con cáncer de garganta-, pudo haber exacerbado su
afección.
Lo que, a juicio del psiquiatra José Omar González, es
muy factible. De hecho, el especialista resalta que las preocupaciones
de muchos puertorriqueños respecto a la criminalidad, delincuencia,
desempleo o el temor a perderlo, entre muchas otras, que generan estrés y
tensión, pueden desequilibrar a una persona que padece del trastorno
bipolar.
Por eso, más allá de la atención mediática de que es
objeto la bella artista, el hecho de que públicamente haya aceptado que
necesita ayuda y tratamiento para una enfermedad mental, podría ser de
ejemplo para otros pacientes.
También pone de manifiesto, una vez
más, que se trata de una dolencia que puede afectar a cualquier persona,
no importa su fama, riqueza o clase social.
Y es que, aunque hoy
día más pacientes están dispuestos a hablar sobre las enfermedades
mentales, así como para buscar ayuda, todavía hay mucho prejuicio y
estigma alrededor de ellas, según señalan los profesionales de la salud y
los mismos pacientes. Especialmente, porque muchas veces se tienden a
generalizar los aspectos negativos de la mismas.
Zeta Jones no es
la única celebridad que ha aceptado públicamente que padece de este
trastorno. Otros, como Mel Gibson, el actor mexicano Ari Telch, Russell
Brand, Ozzy Osbourne y Linda Hamilton, entre otros, también han dicho
públicamente que lo padecen y se han expresado en cómo les afecta la
vida.
En ese sentido, el que personas famosas admitan que padecen
de la enfermedad y que hablen de lo que les pasa, opina el psiquiatra
Michael Woodbury, es muy positivo.
“He visto que los ayuda a aceptar su condición”, afirma el también facultativo del Recinto de Ciencias Médicas.
Según
el psiquiatra, el trastorno bipolar se caracteriza por episodios
maníacos en que el paciente se siente feliz y con mucha energía, seguido
de periodos de tristeza y de depresión severa. La mitad de los casos se
desarrollan antes de los 25 años, aunque también se puede diagnosticar
en adultos mayores.
La bipolaridad se divide en dos tipos, I y II.
En el primero, las personas tienen episodios de manía -como delirios de
grandeza, autoestima exagerada y sicosis-, que puede o no estar
acompañado de depresión.
En el segundo, el trastorno se
caracteriza por periodos de depresión severa y episodios de hipomanía o
síntomas maníacos más leves que los que se dan en el primero.
Zeta
Jones, según se ha publicado, padece de trastorno bipolar II. Sin
embargo, uno de los problemas con los síntomas de hipomanía es que
pueden pasar desapercibidos y se ven más como un estado ánimo elevado.
De
hecho, pueden ser personas emprendedoras, exitosas, muy creativas y con
mucha energía. Pero cuando llega la etapa de depresión va a haber un
periodo de mucha disfuncionalidad.
Cómo detectarlo
Según
la psiquiatra forense Arlene Rivera Mass, en los últimos años existe
más concienciación sobre las enfermedades mentales y, contrario al
pasado, hoy se detecta y se diagnostica más la bipolaridad tipo II.
“Antes
se conocía más al paciente bipolar en estado maníaco (tipo I), que es
el que se siente muy contento, no duerme, a veces entra en conductas de
alto riesgo y, usualmente, se va fuera de la realidad. Cuando está en
ese estado es más fácil de detectar”, explica Rivera, mientras resalta
que una persona que tenga un episodio maníaco una vez en su vida, es
suficiente para que se diagnostique con bipolaridad tipo I.
“En
cambio, cuando el paciente con bipolaridad tipo II está en estado
hipomaníaco no se pone sicótico y los síntomas de manía son más leves.
Pero generalmente está muy deprimido”, agrega la psiquiatra, quien
señala que la prevalencia del trastorno está en cerca del 1 al 2 por
ciento de la población.
De hecho, Woodbury indica que muchos pacientes buscan ayuda cuando están en la fase de depresión.
“La
evaluación por un profesional de salud mental es muy importante”,
señala Woodbury, tras recomendar que se debe establecer si hay
antecedentes de depresión o bipolaridad en la familia.
Por
ejemplo, el psiquiatra dice que el trastorno bipolar II en el 80% de los
casos, es heredado. En este tipo, la depresión es más frecuente, al
igual que las ideas suicidas. Y aunque la persona puede estar funcional,
es posible que tenga problemas interpersonales, ya sea porque es muy
dominante, opinionada, irritable o porque toma decisiones a la ligera.
Son síntomas notables e identificables pero no tan severos como los de
manía del tipo I.
El psiquiatra destaca, además, que muchas veces
ni la familia ni el propio paciente se dan cuenta que están pasando por
ese tipo de episodio, que se conoce como hipomaníaco.
En cambio,
cuando aparecen los síntomas maníacos en el trastorno bipolar I,
normalmente la familia se alarma. Esto es así porque hay consecuencias
serias debido a que el paciente se va fuera de la realidad.
"Usualmente
crea tantos problemas que la misma familia es la que busca ayuda o lo
lleva al hospital involuntariamente”, agrega Woodbury, quien destaca que
en vez de bipolar, el trastorno se debería llamar “tripolar”. Esto es
así porque, explica, la enfermedad se caracteriza por tres estados
típicos: euforia, depresión e irritabilidad.
“La mayoría de estos
pacientes pasan por unas etapas de mucho coraje. Y eso no es normal.
Tienden a estar bien y, de momento, cuando alguien los contradice o no
les da lo que quieren, se ponen muy irritables”, agrega.
También
destaca otras características. Entre ellas, les gusta correr riesgos, no
miden el peligro, son muy sociables y pueden mostrar hipersexualidad.
De la misma forma, puede ser muy peleón y le gusta el alcohol. De hecho,
cuando alguien padece de alcoholismo, hay que descartar que sea
bipolar, sostiene Woodbury.
Cabe subrayar, sin embargo, que la
mayoría de los pacientes con trastorno bipolar que se mantienen en
tratamiento, tienen periodos de relativa normalidad.
“Con el
tratamiento psiquiátrico y psicológico adecuado, las personas se
recuperan de los episodios críticos y pueden continuar con su vida.
También es importante llevar una dieta saludable, hacer ejercicios,
disminuir el estrés y sacar el uso de sustancias (como droga y alcohol)
del medio”, recomienda González.
Vital el tratamiento
De
hecho, González recalca que hay tratamientos disponibles para mejorar
la calidad de vida de los pacientes. Pero resalta la importancia de
buscar ayuda médica y mantenerse en el tratamiento.
“Si la persona
es consistente con su tratamiento y seguimiento médico, aun cuando
tenga recaídas, puede ser bastante funcional y se puede minimizar el
impacto de la enfermedad. Pero cuando está agudamente enfermo necesita
un periodo de descanso o tal vez hospitalizaciones”, señala González,
aunque acepta que las recaídas en los pacientes de esta enfermedad es la
norma. También señala que el riesgo de suicidio es muy real.
En ese sentido, Rivera Mass explica que para los pacientes con bipolaridad tipo I, los antidepresivos no funcionan muy bien.
“Responden
mejor con los estabilizadores de ánimo, como el litio y el depakote. A
veces también se usan antisicóticos porque ayudan a bajar la manía”,
agrega.
Mientras que el paciente con bipolaridad tipo II se trata con antidepresivos y estabilizadores de ánimo.
Pero
la psiquiatra subraya la importancia de que el paciente se mantenga en
tratamiento y que entienda que, probablemente, va a tener que tomar
algún tipo de medicamento toda su vida. De no hacerlo, advierte, la
intensidad y la frecuencia de los episodios maníacos o hipomaníacos van a
ser mayores, además de que los pone en un riesgo mayor.
Sobre
todo, enfatiza Rivera, se debe entender que es una enfermedad en la que
hay un desbalance químico en los neurotransmisores cerebrales, de la
misma forma que lo es la diabetes, la hipertensión o una afección de la
tiroides. Y que, por lo tanto, se debe seguir un tratamiento
regularmente.
“Se tiene que ver de esa forma porque el tratamiento
a medias no es bueno ni para el paciente ni para la mejoría de su
enfermedad”, advierte la psiquiatra, mientras resalta que de esa forma,
la persona puede tener una vida totalmente normal.
De hecho,
expone que mientras más estable esté la persona, menos recaídas va a
tener. Pero dice que una de las dificultades es que muchos pacientes
dejan el tratamiento tan pronto se sienten bien. A eso se añade que al
paciente con bipolaridad tipo I le gusta la euforia que provoca el
trastorno porque lo hace sentir bien.
¿Cómo vas a convencer a
alguien que se siente bien que está mal?, se pregunta la psiquiatra para
ilustrar el problema. Precisamente, dice que cuando los pacientes están
en tratamiento se quejan de que se sienten lentos o como adormecidos.
Pero la realidad, afirma, es que no necesariamente lo están. “Lo que
pasa, es que no sienten la euforia que los hace sentir bien”, agrega.
En
este renglón, Rivera señala la importancia que cobra la familia para
ayudar a que ese ser querido se mantenga en el tratamiento. Por eso
insiste en lo vital que es conectar a esos familiares con el paciente
para que se convierta en su aliado. De la misma forma, la familia
también se tiene que convencer de que padece de un trastorno real.
“Parte
de la complejidad de todo esto es que tenemos muchos ‘doctores de
pasillo’, que son los que dan miles de recomendaciones que no son
necesariamente las mejores”, advierte Rivera.
También está el
paciente que se toma el medicamento “cuando le da la gana” y lo deja de
tomar cuando se siente bien. “Y con esta enfermedad es como con el
diabético, que si deja de tomar la medicina va a tener problemas o va a
acabar en el hospital”, advierte Rivera.
La psiquiatra también
llama la atención sobre la noción generalizada en el público de que
tenemos niveles de litio en el cuerpo. Según subraya, eso es una
falacia.
“El litio es una sal natural pero nadie la tiene en su
sistema a menos que la tome. Si nunca lo has tomado y te haces un examen
para medir su nivel y te sale es cero, está normal porque no se supone
que lo tengas. Pero si lo tomas, tiene que estar dentro de unos niveles
que son entre .5 y 1.5. Si tienes menos quiere decir que la cantidad que
tomas no está haciendo efecto y si tienes más, hay que tener cuidado
porque puede ser neurotóxico”, advierte Rivera, mientras destaca que la
cantidad que se receta va a depender del metabolismo de la persona.
Relación con la toxoplasmosis
Según
se ha publicado, la bipolaridad se ha asociado con una infección
llamada toxoplasmosis, producida por el parásito Toxoplasma gondii, que
se transmite al humano por contacto con heces de gato o por consumir
carne cruda o mal cocinada de animales infectados.
Se cree que
entre un 30 y un 50 por ciento de la población está infectada con el
parásito. Pero muy pocos tienen los síntomas porque el sistema inmune
normalmente evita que el parásito provoque una enfermedad.
Por
ejemplo, un equipo de investigadores del Instituto Karolinska de Suecia y
de la Universidad de Uppsala, ha demostrado cómo el parásito entra en
el cerebro para influir en el comportamiento de su anfitrión.
Según
la información, publicada el año pasado en la revista Patógeno PLos,
mostró por primera vez cómo el parásito entra en el cerebro y aumenta la
liberación de un neurotransmisor llamado GABA (GABA-aminobutírico),
que, entre otros efectos, inhibe la sensación de miedo y ansiedad.
Esa alteración se observa en pacientes con depresión, esquizofrenia, bipolaridad y ansiedad, entre otras.
Sin
embargo, según la psiquiatra forense Arlene Rivera Mass, el parásito
Toxoplasma gondii, es un organismo que básicamente afecta a pacientes
que están inmunocomprometidos (con el sistema inmune muy débil).
“Por
ejemplo, los pacientes con VIH tienen más probabilidades de desarrollar
toxoplasmosis a nivel cerebral”, agrega la psiquiatra.
“Si una
persona sale positivo a toxoplasmosis es porque probablemente está
inmunocomprometido. Y si el parásito se ha alojado a nivel cerebral, no
es que sea bipolar, sino que va a parecer bipolar”, explica Rivera Mass.
Según
dice, pasa lo mismo con una persona con hipotiroidismo que está muy
deprimido. Cuando obtiene tratamiento para esa afección de la tiroides,
la depresión se controla porque al tratar la raíz del problema se
elimina la condición
De ahí la importancia, subraya la psiquiatra,
de primero hacer un buen historial médico y hacer exámenes para
descartar cualquier enfermedad orgánica.
En ese sentido, para
descartar que el parásito está alojado en el cerebro, Rivera Mass
recomienda hacer un examen de resonancia magnética o MRI porque de esa
forma se puede ver la lesión. No obstante, resalta que si una persona
está saludable, con un sistema inmunológico fuerte, no se supone que
desarrolle toxoplasmosis.
Tipos de trastornos
El trastorno bipolar puede presentarse en dos formas:
• Tipo I: La persona ha tenido al menos un episodio completo de manía con períodos de depresión grave.
•
Tipo II: Se caracteriza por episodios de hipomanía -niveles elevados de
energía e impulsividad que no son tan extremos como los síntomas de la
manía- que generalmente no alteran la vida diaria social o profesional.
Estos periodos hipomaníacos alternan con episodios de depresión severa.
•
Una forma leve de trastorno bipolar llamado ciclotimia implica
fluctuaciones en el estado de ánimo menos severas con períodos de
hipomanía y depresión leve. Es posible que las personas con trastorno
bipolar tipo II o ciclotimia sean diagnosticadas erróneamente como
pacientes que padecen únicamente depresión.
Fuente: MedlinePlus
Algunos síntomas
La fase mánica puede durar varios días o semanas y puede abarcar los siguientes síntomas:
• Agitación o irritación
• Autoestima elevada (delirios de grandeza o habilidades especiales)
• Poca necesidad de sueño
• Estado de ánimo elevado, hiperactividad, incremento de la energía, falta de autocontrol.
• Compromiso exagerado en las actividades
• Control deficiente del temperamento
•
Comportamientos imprudentes. Incurrir en excesos de comida, bebida y/o
consumo de drogas, deterioro de la capacidad de discernimiento,
promiscuidad sexual, hacer gastos exagerados
• Tendencia a distraerse fácilmente
Estos
síntomas de manía se observan con el trastorno bipolar I. En las
personas con trastorno bipolar II, los episodios hipomaníacos implican
síntomas similares pero menos intensos.
Tomado de:
http://www.el-nacional.com/