Nuestro desafortunado hombre en La Habana
Por Christopher Sabatini
Durante el último mes, el gobierno cubano ha mantenido detenido a un contratista estadounidense de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID), acusándolo de distribuir en forma secreta laptops y otros equipos de comunicación en Cuba y tildándolo de espionaje.
Desafortunadamente, el incidente ha generado el gastado debate de siempre acerca de qué está haciendo Estados Unidos en Cuba y por qué. Este incidente debería encender una mirada cercana a la política retrógrada de represión de Cuba y a la parálisis política de Estados Unidos cuando se trata de su vecina isla.
El mismo hecho de que Cuba haya arrestado a un contratista del USAID simplemente por distribuir computadoras portátiles dice más acerca de la paranoia cubana que de la política estadounidense. ¿En qué otro país del hemisferio sería considerado un crimen que un extranjero regalara teléfonos celulares, computadoras o cualquier otro instrumento moderno de comunicación? ¿Brasil? ¿Argentina? ¿México? ¿Venezuela? Claro que no. De hecho, estadounidenses distribuyendo teléfonos celulares y computadoras en esos países son correctamente considerados humanitarios. Seamos claros: el régimen castrista esta aislando a sus ciudadanos no sólo de las noticias y la información, sino también de la modernidad. Es un gobierno entre sólo un puñado en la Tierra que aún intenta semejante nivel de represión generalizada. Tristemente, si bien los periodistas informan sobre este simple hecho, el increíble nivel de represión cubana queda detrás de las críticas a las políticas de los Estados Unidos.
En estos casos, los artículos estadounidenses suelen insinuar que Washington debe estar tramando algo siniestro en Cuba al describir esta clase de hechos. La semana pasada, el vetusto comentarista sobre todas las cuestiones de Cuba, Wayne Smith, lanzó una predecible crítica partidaria. Argumentó que la administración del Presidente Barack Obama continúa con las políticas de su predecesor, fomentando la rebelión en el país comunista mientras restringe severamente el comercio con la isla (No importa que la política de brindar asistencia a grupos independientes de la sociedad civil haya comenzado bajo Bill Clinton).
Pero, ¿qué tiene de siniestro que un ciudadano reciba o tenga una laptop o un teléfono celular? Nada – a menos que el gobierno se perpetúe en el poder manteniendo a sus ciudadanos congelados en el pasado. Ahora, me revelo totalmente: solía ser director para América Latina del National Endowment for Democracy (NED), donde ayudé orgullosamente a distribuir instrumentos de comunicación entre ciudadanos independientes y grupos dentro de Cuba. Proveíamos cosas sencillas como lápices, papel, y materiales de lectura – y no estamos hablando de panfletos anticastristas. Apoyábamos la distribución de documentos acerca de derechos humanos y laborales internacionalmente reconocidos.
Tristemente, en lugar de premiar el esfuerzo por generar un cambio en Cuba, los medios retaron a la NED con preguntas constantes acerca de que nos intrometíamos en otro país. Es una pregunta, me apresuro a agregar, que ningún periodista habría hecho cuando la NED brindó los mismos bienes a grupos similares en Chile bajo la mano dura del General Augusto Pinochet. Pero la Cuba de hoy es represiva de una forma que todos los estadounidenses deberían considerar espeluznante. Tomemos, por ejemplo, la “Primavera Negra” del 2003, cuando el gobierno de La Habana arrestó a 75 líderes disidentes y los sentenció a prisión por términos de en promedio 18 años por no hacer nada más que realizar una reunión en sus hogares con conciudadanos que pensaran en forma similar.
La verdad es que los medios estadounidenses se suelen olvidar de preguntar si tener una laptop o un panfleto amerita décadas de sentencias en una escuálida celda de prisión. Ni tampoco reconocen los medios que los programas de Estados Unidos en Cuba no son capa y espada. No hay espada – y considerar que básicos elementos de comunicación son el equivalente legal a un arma anticomunista es tomar la visión trastornada, obsesionada por el poder del gobierno de cubano. En cuanto a la capa: el absurdo impedimento del régimen cubano sobre los derechos de sus ciudadanos a la información la hacen necesaria.
En definitiva, sin embargo, el arrestado del mes pasado del contratista del USAID demuestra la ineficiencia del tan alabado anuncio de abril de Obama de abrir las telecomunicaciones con Cuba. En su discurso, Obama llamó a un cambio en la política estadounidense, permitiendo a las compañías privadas desarrollar contactos directos con el pueblo cubano. Sonaba bien, pero desafortunadamente algo se perdió en la traducción de la directiva presidencial a la regulación gubernamental a la realidad.
Las regulaciones finales que fueron lanzadas en septiembre hacían poco por avanzar cualquier cosa de la noble retórica de Obama. La venta o construcción de infraestructura de telecomunicaciones a Cuba por parte de compañías estadounidenses – necesarias para permitir que la famosamente anticuada isla tenga tecnología que la contacte con el resto del mundo – está prohibida. En su lugar se permiten las donaciones, algo que Cuba ya admite.
En pocas palabras, el plan de Obama no es suficiente para liberar la iniciativa y el potencial de las empresas privadas para abrir la isla. Imaginen una reunión de directorio en una compañía de telecomunicaciones considerando el potencial de Cuba. “Damas y caballeros, si bien no podemos vender nuestros equipos a la isla, propongo donar antenas de celulares, auriculares, routers, y otros equipos - podría decir el ejecutivo – porque algún día en un futuro no predecible quizás podamos invertir allí – pero en tanto, lo regalaremos”.
Incluso la promesa de permitir el tendido de fibra óptica hacia Cuba – que le daría a los cubanos acceso a internet de alta velocidad – no previó los requerimientos de infraestructura necesarios para que funcione en la isla. No se puede enchufar un cable de fibra óptica en algo similar a una tostadora. El único cambio efectivo del equipo de Obama ha sido permitir que los ejecutivos viajen a Cuba por negocios vinculados a las telecomunicaciones.
Nada de esto le importa al pobre contratista estadounidense que se pasó la Navidad en una cárcel cubana, un peón político en un juego lamentable. Que lo que hizo sea un “crimen” es culpa del régimen cubano. Pero el hecho de que su tarea fuera de tan bajo nivel como entregar dispositivos de comunicación, es culpa del amplio marco de regulaciones de Estados Unidos. No defiendo el levantamiento absoluto del embargo estadounidense sobre Cuba. Pero considero que Washington debería crear un escenario regulatorio en el cual el sector privado de Estados Unidos pueda hacer su mejor intento de transformación. Tristemente, dadas las regulaciones de septiembre, aún no hemos llegado a eso.
Christopher Sabatini es Editor Jefe de la revista Americas Quarterly, Senior Director del Council of Americas y miembro del Consejo Consultivo de CADAL.
Fuente: Foreign Policiy
Traducción de Hernán Alberro.
Tomado de
http://superpolitico.blogspot.com
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