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lunes, 22 de febrero de 2010

Jacinta


Aquella mañana Jacinta se levantó distinta. Se miró al espejo y sintió pena por ella misma. Se sentía cansada, vieja. No quería salir de su cuarto; necesitaba estar sola. Trataba de aferrarse a la idea de que esta vez Dios escucharía sus ruegos, y no la dejaría desamparada a su suerte.
La noticia había recorrido todos los caminos para colarse en su casa bien temprano en la mañana. Detrás de la puerta de su habitación, escondida de todos, pero alerta, como siempre, pudo escuchar los gritos desesperados, confundidos en la algarabía matinal. Nadie se preocupó por avisarle. Para "los otros", ella era algo irreal, inexistente. Era la sombra que se desliza por la vieja casa sin que nadie la vea.
Nadie sabía de sus secretos en las largas noches de luna, de sus miedos, de sus recuerdos. Recuerdos buenos y malos que llenaban su vida y tenían el poder de cambiarle la expresion de su rostro, de su cuerpo, de sus manos y hasta de sus pasos al caminar cerca de las paredes o de los árboles del patio.
El recuerdo de José muchas veces iluminaba su cara volviéndola niña... Con él se "sentaba" en el patio, buscando la sombra, debajo de la mata de mango, y de su mano se dejaba llevar por los hilos del tiempo...Su corazón latía con la misma intensidad de antaño, como si reviviera al recuerdo de la plenitud de sus quince años cuando se entregaba libremente al amor.
José era lo más hermoso que le había sucedido en la vida. Se enamoró de él desde muy pequeña. Era su héroe, su estrella, el galán de su novela adolescente. Juntos iban a la escuela, compartían los mismos amigos, los mismos libros de versos y las mismas canciones. Sus recuerdos se remontaban a las tardes de mayo, cuando apenas eran dos niños traviesos jugando, cómplices autores de locas travesuras, en el patio de la abuela. Allí pasaban horas persiguiendo mariposas, tomeguines, lagartijas, hormigas y hasta a los perros del barrio que, extraviados o por equivocación, cruzaban la verja abierta por el descuido de los mayores.
Lo mejor de aquellos encuentros infantiles sucedía al anocher, cuando casi todo estaba en penumbras y la luna no alumbraba las matas de mangos ni de aguacates, ni siquiera uno de sus rayos alcanzaba al alto mamoncillo. Los cocuyos, asustados, huían para no caer en las manos de aquellos traviesos. Conocían muy bien aquellas extrañas diversiones en las que terminaban enterrados en las pequeñas montañas fabricadas con aquellas manitas arrogantes, siempre afanadas en construir “una ciudad” en una “montaña” hecha con la tierra recogida debajo del cocotero. Ciudad a la que ellos, los cocuyos enterrados de fondillo, debían alumbrar hasta altas horas de la noche. Aquellas fiestas de verano en las noches sin luna, también eran terribles para las pobres luciérnagas que quedaban atrapadas entre las piedrecillas a las que le trasmitian sus destellos...

Los años de la infancia volaron como lo hacen las aves cuando emprenden el largo viaje sin retorno al nido que las vio salir del cascarón. Jacinta y José, como todos, crecieron. Entre estudios, dichas, alegrías, travesuras y fiestas un día los sorprendió la adolescencia y comenzaron a sentir una fuerza interior que los llevaba a buscar los momentos propicios y los lugares más apartados, donde no llegaran las miradas indiscretas de los chismosos del barrio.
Jacinta recordaba las siluetas de ambos abrazadas, tratando de alcanzar lo inaccesible; el lugar perfecto donde no llegan los miedos impuestos por las costumbres y creencias de los viejos. Sola, a la sombra de los árboles del patio, día a día revivía su infancia... Las imágenes desfilaban recurrentes, en armonía, coherentes.
Entre suspiros y alguna que otra lágrima, se "repetían" aquellos días en el bosque, en que, entre mimos, canciones, juegos y retozos, terminaban haciendo el amor sobre las flores silvestres del monte. Las aguas del río, las nubes, el cielo y alguna que otra paloma torcaza que por allí pasaba, fueron los únicos testigos de sus impulsos y de sus hormonas revueltas, pero ninguno de ellos podría decir de qué manera aquellos adolescentes comprometían sus vidas al compartir las divinas experiencias del primer amor que sentían y disfrutaban a sus anchas.
Cuando aquello su familia no sabía todavía por qué a ella le gustaba perderse con su bicicleta calle abajo camino del embarcadero. Todas las tardes de aquel verano inolvidable, cuando sus padres estaban ocupados en otras cosas, José la esperaba y juntos rodaban por las calles del puerto hasta perderse tras los árboles del monte, lejos de los caseríos de la zona. Juntos habían descubierto los parajes del río debajo de las grandes arboledas; los campos de flores silvestres, las piedras y la quietud del atardecer en esa zona no visitada por nadie gracias a las creencias y tradiciones del pueblo. Pueblo superticioso que creía las historias trasmitidas de generación en generación, inherentes a la idiosincracia de toda la comunidad.
La leyenda se remontaba a muchos años atrás, tan remotos que nadie podía precisar la fecha exacta de lo que por allí ocurrió. Todos hablaban de lo mismo cada vez que había una oportunidad para ello. Decían que "de las ramas del viejo algarrobo se había ahorcado el Indio Julián una noche de lluvia cuando descubrió que su esposa se había ido con el otro..."
Los vecinos decían que "ese monte estaba embrujado con el ánima del indio vagando en pena por los alrededores, y que sus gemidos lastimeros se escuchaban más allá de la loma. Que en las noches de lluvia o en los días de mucho sol, a cualquier hora, incluso en las hermosas mañanas, podía escucharse el lamento de su alma atormentada por los crueles castigos del infierno. Castigos que el indio tenía muy bien merecidos por haberse privado de lo que Dios le dio: ¡La vida! El indio Julián, actuando ciego y sordo por el dolor de la doble traición, se olvidó por completo que la vida es lo más sagrado que nos entregan al nacer y que debemos cuidarla por encima de todo y protegerla como el más preciado de todos los tesoros.
Julián, pobre indio enamorado, no supo escoger, no supo cuidar su vida y fue débil entregándole su alma al demonio al colgarse de un palo del monte. No merece perdón de Dios quien atenta contra su vida . Es débil quien no sabe enfrentar con valentía las ingratitudes que la vida nos presenta como pruebas. Julian fue un cobarde; se quitó la vida porque su morena se fue con un indio mal nacido que no supo respetar la amistad y la hospitalidad que él le ofreció cuando lo trajo a vivir a su casa el día que lo encontró herido, casi muerto a la orilla del río. Ese indio, del que nadie recordaba el nombre, cuando él lo recogió tenía quemado todo el pecho y andaba con el corazón destrozado porque un rayo acabó con su casa, matando a su esposa y a sus dos hijitos. Julián, buen cristiano, lleno de generosidad, se apiadó de él, lo recogió , le brindó alimentos y lo acogió como a un hermano por largo tiempo en su propia casa, permitiendo que Zulema, su esposa, lo cuidara con esmero todo el tiempo que estuvo enfermo.
Como todos los adolescentes Jacinta y José no creían en esos cuentos escuchados hasta el cansancio desde que tenían uso de razón. Se reían de los viejos y cada tarde se aprovechaban de los mitos y prohibiciones, para divertirse ampliamente sin pensar en los indios...ni en los rumores, ni en las maldiciones que la india María había sembrado al pie del algarrobo la tarde aquella en que vino, acompañada por los vecinos del lugar, a recoger el cuerpo de su hijo Julian, totalmente descompuesto por el calor y casi despedazado por los picazos de las aves de rapiña que merodeaban por el lugar.
Jacinta y José nunca se preocuparon por saber cuándo y cómo sucedieron los hechos que los viejos contaban, con lujos de detalles, sobre "los algarrobos, las muñecas de trapos, las ceibas marcadas y las tantas historias de jóvenes que no obedecieron las órdenes de los padres ni escucharon los consejos de los viejos y al final terminaron atrapados por el alma del indio y junto a ella ahora se pasean como malos espíritus en pena condenados a vagar por la zona. Los viejos ponían un énfasis especial cuando aseguraban que ya había un coro de almas dolientes, dueñas de aquellos parajes cautivadores por su belleza, como todas las cosas que el innombrable pone ante nuestra vista para seducirnos, y bien que les advertían a la muchachada del barrio que los escuchaba embobecida, que el que se dejara llevar por las falsas apariencias de la armonía y la quietud del lugar, caería en las redes de los malos espiritus y terminarían como ellos condenados en las llamas del infierno"
Jacinta y José, intrépidos como todos los jóvenes de su edad, con las hormonas revueltas, solamente deseaban estar juntos, sin testigos inoportunos, la mayor parte del tiempo posible. Pasaron meses, desde la primavera, correteando por las orillas del río, debajo de los algarrobos, cerca de las ceibas, sobre las flores silvestres, sin que nadie los viera y sin temor a ser sorprendidos por los indiscretos buscadores de noticias aplastadoras. Ellos se dejaban arrastrar por los instintos y por esas fuerzas internas propias de la adolescencia que nos dominan llevándonos a incursionar en todas direcciones en busca de lo nuevo, sedientos de dichas y de placeres hasta entonces desconocidos.
Cada tarde los jóvenes enamorados llegaban más lejos y más cerca en sus juegos. Un día descubrieron "la gran maravilla", seductora y divina, que significa la entrega total. Ocurrió espontáneamente, sin premeditación ni maldad, por instinto y por amor, fundieron sus cuerpos y sus corazones tierna y apasionadamente. Ambos conocieron ese día los placeres que brinda el sexo por amor. Desenfrenados y enamorados se convirtieron en esclavos de aquel sentimiento que les regalaba la imperiosa necesidad vital de estar juntos todo el tiempo. Fue como un vicio compartido con alegría, sin culpas ni miedos. Fueron meses de total felicidad, de crecimiento espiritual interior.
Vivían consumidos por la fiebre del amor y la ansiedad que éste genera. Apenas dormían en las noches devorados por el deseo de volver a estar juntos a la orilla del río. En sus ojos la ansiedad, el enamoramiento, el deseo y las hormonas, pusieron un brillo, un sello especial, pero los tontos que los rodeaban no se percataron de eso. Y no es raro, casi siempre las cosas hermosas no son captadas por quienes debieran hacerlo. Son como los mensajes divinos que se pierden por falta de fe. Para Jacinta y José el hecho de que los demás no se percataran de su felicidad, no era un problema. Complices de la dicha de estar juntos en aquellos parajes solitarios, se sentían muy seguros.
Una noche, ya bien entrado el otoño, los despertó el alboroto de la vecindad. Después de haber hecho el amor por largas horas, extenuados, sin darse cuenta, se habían quedado dormidos. Desde lejos, y cada vez más cerca, se escuchaban los ruidos y los gritos de los vecinos que, organizados en brigadas, andaban buscándolos, totalmente desorientados y angustiados por el terror que les inspiraba aquel lugar, los llamaban por sus nombres:
_ ¡ Jacintaaaaaaaaaaa! .... Josééééééééééééééééé!
Algunos caminaban rezando, con una cruz en la mano y en la otra una gran vela o un farol, otros iban gritando los nombres de los perdidos a la vez que avanzaban por la vereda repartiendo golpes con un palo a diestra y siniestra, mientras los más austeros se dedicaban a tirar piedras por doquier para ahuyentar los malos espíritus..
La vieja Pancha les había dicho a todos en el barrio que ella vio a la pareja entrar al bosque temprano y que no se había preocupado de avisarles antes porque todas las tardes los veía pasar y regresar sin ningun problema, además de que, como siempre, les había advertído, cuando la saludaron, que no se adentraran en el monte, que huyeran de los algarrobos, de las ceibas, de los pitirres y de las flores. Como no los vio regresar y ya era tan tarde, -pasaban las ocho -, decidió avisarles a todos porque se asustó al ver que caía la noche.
Pancha lloraba desesperada mientras se pasaba la mano por la cabeza. Se sentía responsable porque su casa estaba ubicada en las afueras del pueblo, casi a la entrada del sendero que conduce a esa parte del río, y ella, como persona mayor, debía estar al tanto de los muchachos del barrio por si alguno se escapaba y se colaba por esos lugares malditos. Pancha tenía miedo. Temblaba de pensar que algo malo les hubiera pasado. Al hablar, a la anciana le temblaban las manos. Un fuerte escalofrío recorría toda su columna vertebral....
Al cabo de los años Jacinta todavía recordaba aquella noche que cambió su vida para siempre. Recordaba aquella fatídica madrugada que la sorprendió pensando por primera vez, en el indio Julián y en todas las cosas que se decían de aquel lugar. Fue también la primera vez que tuvo miedo de los augurios, de las amenazas, de las almas en penas, de las murmuraciones y de las reacciones de sus padres...

Pero este día de hoy, es diferente. Diferente, aunque seguía atada...
Quería huir del pasado. Jacinta se negaba a recordar, no deseaba salir al patio a caminar por las rutas de lo tantas veces transitado.
Paró de dar vueltas por la estrecha habitación. Se dejó caer en la cama. En contra de su voluntad, una angustia solidaria la llevó de nuevo a los inicios. Otra vez vivía los sinsabores de aquel día en que amaneció cargada de miedos. Recordó las veces que le lloró y le imploró a su madre para que le quitaran el castigo, para que no la enviaran a casa de su tía Susana.
Su madre se negaba pensando que ella suplicaba porque no quería alejarse de José. Ya la familia reunida habia acordado mandarla para la casa de los tíos , bien lejos del lugar, en otra provincia, en una ciudad donde no hay ríos, ni montes, ni flores seductoras, ni jovenes atrevidos como ese chiquillo irresponsable, que no levanta una cuarta y ya anda buscando problemas de hombres...
Por más que Jacinta lloraba, su madre no la escuchaba. La muchacha no tenía valor para explicarle que el problema mayor no era la separación de José, en aquel entonces estaba segura que él la buscaría donde quiera que ella estuviera. El problema no era su novio, sino el viejo Gregorio. Sentía miedo de su tío. El la miraba de una forma que le sacaba los colores a la cara. Sabía que detrás de aquellos ojos arrugados y brillantes se escondía un deseo reprimido. Lo intuía cada vez que lo sentía cerca, con su respiración entrecortada y su mirada perdida en sus senos adolescentes. Cuando sus manos frías y babosas la tocaban, o cuando apretándola contra el pecho la besaba por la fuerza, ella sentía una sensacion desagradable, semejante a la que se siente cuando tocamos uno de esos sapos feos, verdodos y humedos que nos parecen pequeños monstruos salidos de un pantano cercano.
La familia, nunca supo de sus angustias en casa de la tía Susana. Tampoco sabía de sus lágrimas amargas detrás de una ventana, ni de sus días cargados de ansiedad suplicándole a Dios para que ayudara a su tío a encontrar una amante que le calmara su salvaje y asqueroso apetito sexual.
Siempre tuvo miedo de decirle a sus padres el infierno que estaba viviendo aquella casa lejana, llena de perros y gatos ladrando y maullando a una luna que nunca pasaba, mientras la tía dormía plácidamente, abrazada a su almohada, disfrutando el sueño profundo que producen las pastillas para dormir cuando se mezclan con el te de tila, naranja, manzanilla y menta que el tío Gregorio todas las noches, como un ritual, le servía a la esposa, con la mejor sonrisa dibujada en su cara y que ella, la tía Susana, muy agradecida, inocentemente, consideraba ese gesto como un profundo y delicado acto amoroso de su querido esposo, quien, preocupado por su salud, la ayudaba a combatir sus largos insomnios ofreciédole aquel te de maravillas...
No. Nadie sospechaba de sus noches de sufrimientos y de sus miedos de niña; ultrajada, injustamente castigada por quienes debieron protegerla. Estaba segura de que los viejos del barrio se equivocaban con sus augurios y que por eso sus advertencias son en vano. El infierno, al menos el suyo, no estaba en el bosque ni en los algarrobos, ni en el río, ni en las flores, ni tampoco era cierto que el alma del indio solamente vagaba por aquellos lugares... No, nada de lo que le dijeron los viejos del barrio era cierto. Estaba segura que de que los vecinos se equivocaban en sus relatos al decir que los condenados se quedaban en las márgenes del río o en los montes. Ella había sentido al indio Julian y a todo su séquito de almas en penas durante todo el tiempo que vivió en aquella maldita casa. Los sentía cada noche cuando escuchaba los pasos de su tío Gregorio subiendo las escaleras después de dejar a la tía Susana dormida en el cuarto matrimonial ubicado en la planta baja.
Por aquellas horas de inocente amor cayó sobre ella la pena, la deshonra de la familia y los castigos...Tres años de castigos nocturnos por haber tenido la osadía de entregar su cuerpo virgen al amor de su vida. Fueron tres largos años viviendo la condena de sentirse abusada, despreciada, mancillada, constantemente violada.
Tres años en los que cada noche debía soportar aquel monstruo que no respetaba ni los días de recogimiento natural. Ni los dolores de ella, ni los flujos sanguineos lo detenían; al contrario, parecía que en días como esos disfrutaba más, se volvía más fiero, más salvaje, buscándola a todas horas, sin importarle si la tía dormía o no. Aquel sapo verde se pegaba a su cuerpo en contra de su voluntad, venciéndola por la fuerza tras de largos forcejeos, para penetrarla, hiriéndola, marcándola cruelmente con sus zarpazos de macho alborotado.
Cuando quedaba libre del morboso, ya en la ducha, debajo del agua por horas, Jacinta no podía evitar las nauseas, los mareos y los vómitos. Al recordar la crónica halitosis del viejo y la baba que le dejaba por todas partes, la muchacha se alteraba, temblando de pies a cabeza y hasta se le salía el orine, sin poder contenerse, por mucho que tratara de evitarlo.
Tres años viviendo en aquella casona y no fueron suficientes para liberarla del infierno.
Un día se miró al espejo: estaba mustia, como una rosa arrancada antes de tiempo, marchita en su capullo. Estaba débil. Dejó de forcejear, abandonándose a los caprichos del viejo, tratando de pensar en otra cosa mientras él la poseía. Esa noche descubrió que, si no ofrecía resistencias, el calvario de tenerlo sobre ella duraba menos tiempo, aunque adolorida y sintiéndose sucia a todas horas, comenzó a percibir que por lo menos su mayor agonía comenzaba a disminuir.
Cuando ya nada quedaba de su cuerpo de niña, cuando las ojeras se apoderaron de todo su rostro, cuando su piel andaba tan pegada a sus huesos que daba lástima mirarla y cuando ya no servía ni para lavar los trastos de la cocina, su tía reparó en ella y decidió llamar a su hermana para que viniera a buscarla por temor a que su "adorada "sobrinita se muriera allí, de tanta pena por el amor que había dejado en el pueblo. Ya la "niña" tenía 18 años y era el momento preciso para que ellos, sus padres, decidieran si le permitían o no que José la visitara."
Jacinta regresó a su casa convertida en una sombra. Tenía 18 años y era una sombra de mujer, enloquecida y triste vagando por los rincones.
Sin embargo sus tíos estaban satisfechos por el deber familiar cumplido; al menos ya los vecinos se habían olvidado o tal vez hasta hubieran perdonado, los descalabros de la chiquilla que, sin haberse casado, se entregó a un desconocido mocoso, a un don nadie, mancillando la honra y el buen nombre de toda la familia.
Otra vez Jacinta se levantó de la cama dispuesta a todo. Se miró al espejo y se preguntó si valía la pena fingir un dolor que no sentía, si valía o no la pena acudir a la capilla donde estaba toda la familia reunida llorando sin consuelo.
Habían pasado trece años. Durante todo ese tiempo, ella era el fantasma que recorría las habitaciones de la vieja casa, matando el tiempo mientras hacía los cotidianos quehaceres domésticos para ayudar a su madre, quien se decía muy enferma por los achaques propios de la edad, reclamando descanso para el cuerpo y para el espíritu.
Al terminar las faenas del día, casi siempre en horas de la tarde, cuando sus padres dormían la siesta, Jacinta se iba al patio a sentarse a caminar en el tiempo, rodeada por las gallinas, los conejos, los gansos y las matas de rosas; embriagada muchas veces por la brisa o por el olor de los mangos maduros o de los naranjos en flor, se dejaba llevar por los hilos que tejen los recuerdos... Lentamente su mente luchaba por liberarse para siempre.
Jacinta, refugiada en la costumbre de inventarse historias peregrinas para combatir sus miedos en las noches, habitaba otros planetas . Cerraba la puerta de su cuarto con tres cerrojos y al menor ruido su cuerpo se tensaba en acecho, buscando en la oscuridad de su habitación los monstruos que llegaban a montones a saciarse en sus carnes famélicas, desnudas de cobijas y de caricias. Eran pesadillas que la atormentaban y no la dejaban dormir. Era el sapo verde que siempre estaba allí, persiguiéndola, atormentándola, buscándola como un salvaje en celo, forcejeando con ella irresistiblemente para violarla una vez más.
Muchas veces quiso huir de sí misma, inventándose otro nombre, otra personalidad, otra historia...Riendo a carcajadas trataba de ahuyentar a los monstruos que la acechaban a todas horas.
Otras veces, mientras peinaba su larga cabellera, tarareaba una canción de cuna y hablaba con la almohada transformada en el niño, fruto de sus amores con aquel joven apuesto que una vez la amó y le bajó la luna y las estrellas del cielo para que ella se construyera la mágica carroza que la llevaría por el mundo protegida, bañada con los rayos de las luces siderales.
No obstante, por más que se esmeraba en creerse otra, siempre venían los malos pensamientos trayéndole de vueltas los monstruos y los sapos verdes y los te de tilo, naranja, manzanilla y menta y los paquetes de pastilla sobre la mesita de noche y los ruidos en la escalera, todo eso a veces se mezclaba con la imagen de la tía rendida en la hamaca del patio en las tardes de estío, rodeada de gatos y los perros aullando en el granero donde tantas veces su pudor de niña quedó destrozado por la desmesurada líbido de su tío, quien le mostraba sus partes privadas exaltadas, desnudas a plena luz del día, mientras se acercaba para decirle al oido que lo esperara por la noche y le tomaba la mano obligándola a tocarle aquella cosa fea que parecía sacada de un libro de horror, como una larga y gorda morcilla cubierta de pellejos blancos y apestosos que de solo verla le daban deseos de vomitar. Cada vez que esos olores y esas imágenes llegaban asi, de improviso sacándola de su mundo mágico, un alarido se escapaba de sus labios y trataba, a través de ese grito, huir de esas visiones, se tapaba la nariz y corría para el baño a vomitar, cuidando de no ensuciar las paredes y el piso que con tanto esmero limpiaba cada día, como todas las cosas de la casa.
Sucio. Todo estaba sucio para ella. A pesar de sus esfuerzos y sus constantes tiraderas de aguas olorosas por todos los rincones, estaba segura de que algo fallaba, porque mientras más limpiaba, y más se bañaba, más sucia se sentía y todo alrededor de ella le parecía necesitado de una limpieza más profunda. En días así, a cualquier hora, impetuosamente, tiraba agua por todas partes; agua con detergente, jabon o colonia, agua que llegaba también a las cortinas, a los adornos, a las lámparas y a los cuadros colgados en la pared, los cuales, de tanta limpieza ya habían perdido todos los colores.

Esta mañana, Jacinta se comportaba diferente: estaba calmada, actuaba fríamente, estudiando cada movimiento, cada gesto...Iba de la cama al espejo y del espejo a la cama, debatiéndose entre el ir o no ir, calculando los pro y los contra entre el deber familiar y el deber personal, entre "el qué dirá mamá, qué dirá papá, qué diran las hermanas, qué dirán las tías, que dirá el Santo Padre que dará la misa, qué dirá la tía Susana, ...y qué realmente debo hacer"
Al fin tomó una decisión. Se bañó otra vez. Se vistió con sus mejores galas: su suave y "elegante" vestido de terciopelo rojo y sus zapatos de charol; se puso un poco de colores en el rostro. Luego de acicalarse como nunca antes , salió directo para la capilla de la vieja Iglesia del pueblo donde estaba tendido el ilustre muerto.
Allí estaba toda la familia reunida, conmovida y triste llorando sin consuelo. Nadie se explicaba qué había pasado, si solo hacía dos días el ahora difunto, parecía tan alegre, tan optimista... Había estado en la casa por largas horas, como siempre hacía cada vez que venian al pueblo de vacaciones, en aquellos meses de verano que les daba por descansar en el rancho de la finca de los abuelos. Esta vez andaba sin prisas y estuvo en el patio con Jacinta mirando las rosas y celebrando el buen tiempo, con sus bromas de siempre.. Nadie entendía por qué ahora estaba ahí tendido, si lucía tan rozagante y fuerte como todo un hombre saludable, como el guajiro campechano que siempre fue aunque viviera en la ciudad, en su casona de grandes patios coloniales donde los animales andaban a gusto.
_¡Pobre Don Gregorio! y otra vez al decir o escuchar esta frase todas las mujeres de la familia, llorando al unísono, se acercaban para abrazar a la desconsolada viuda. Mientras los hombres salían al portal a fumar sus largos tabacos o sus cigarrillos para matar el tiempo esperando por la misa.
El forense que le hizo la autopsia buscando las razones de esa muerte repentina, todavía no tenía los resultados de los exámenes. Según lo establecido, tendrían que esperar por lo menos un mes para saber la verdad de lo ocurrido al viejo.
Al llegar, Jacinta se detuvo unos minutos en la puerta de la capilla. En silencio los observó a todos por unos minutos. Luego, con pasos firmes y decididos se acercó al féretro. Se inclinó un poco para mirar al muerto. Lucía elegante. Lo habían bañado, maquillado; hasta le habían quitado la peste... Parecía todo un gran señor: noble, indefenso, delicado en su palidez mortal... Siguió observándolo por un tiempo prolongado sin decir ni una palabra, mientras los presentes la miraban con la respiración en vilo, entrecortada, por temor a lo que pudiera pasarle a la supuestamente muy dolida sobrina preferida de Don Gregorio...
De pronto, inesperadamente, sorprendiendo a todos, la muchacha comenzó a reirse a carcajadas, su risa descompuesta, altisonante se elevaba por los aires..
Toda la familia se asustó al verla tan “alegre". Su madre se le acercó tratando de abrazarla, pero Jacinta la detuvo, apartándola bruscamente de su lado, mirándola por primera vez en toda su vida, con los ojos llenos de rabia. Era la mirada de un fiera fuera de control.
Luego, ya dueña de la situación, la joven se volteó para que todos pudieran verle la cara,. Les mostró sus manos abiertas, con los brazos extendidos. Las volteaba una y otra vez para que pudieran verlas, quería que se convencieran de que habían estado muy sucias. Terriblemente sucias las sintió durante más de quince años. Tan sucias que toda el agua del mundo no le alcanzaba para limpiarlas...
Alzando la voz para que todos y en todas partes la oyeran, sarcásticamente y soltando largas carcajadas entre palabras, les dijo:
“_ ¡Ahí lo tienen! ... Ja ja ja ja ja ja ... ¡Mirenlo bien!... Ja ja ja ja ja.... Pero ¡No busquen otro culpable! ... Ja ja ja ja... ¡He sido yo!... Ja ja ja ja ja, "
Después de un breve silencio, llorando sin consuelo, pero con voz calmada,continuó:
_ Con estas sucias manos que pronto estarán muy limpias, le preparé el café, ¡su café!... Esta vez no me temblaron .¡ al fin pude echarle los polvos que guardé por tantos años! ¡El arsénico lo mezclé con su café... el último día que vino a visitarme!
Esperanza E. Serrano

Fort Myers, Fl, 2008
Nota>
la primera versi'on de este relato fue publicada el año pasado en la revista digital Vancuba en su pagina web

domingo, 21 de febrero de 2010

Te acordarás un día...


TE ACORDARÁS UN DÍA

Te acordarás un día de aquel amante extraño
que te besó en la frente para no hacerte daño.
Aquel que iba en la sombra con la mano vacía,
porque te quiso tanto que no te lo decía.
Aquel amante loco que era como un amigo,
y que se fue con otra para soñar contigo.

Te acordarás un día de aquel extraño amante,
profesor de horas lentas, con alma de estudiante.
Aquel hombre lejano que volvió del olvido
sólo para quererte como nadie ha querido.
Aquel que fue ceniza de todas las hogueras,
y te cubrió de rosas, sin que tú lo supieras.

Te acordarás un día del hombre indiferente
que en las tardes de lluvia te besaba en la frente;
viajero silencioso de las noches de estío,
que sembraba en la arena su corazón tardío.
Te acordarás un día de aquel hombre lejano,
del que más te ha querido, porque te quiso en vano.

Quizás, así, de pronto, te acordarás un día
de aquel hombre que a veces callaba y sonreía.
Tu rosal preferido se secará en el huerto,
como para decirte que aquel hombre se ha muerto.
Y él andará en la sombra, con su sonrisa triste.
Y únicamente entonces sabrás que lo quisiste.

José Angel Buesa

sábado, 20 de febrero de 2010

"Vislumbro mi Habana"

VISLUMBRO MI HABANA

Yo vislumbro las calles de mi Habana
y presiento su gran animación
y aquel pregonar en sus mañanas...
Prensa Libre... La Marina...Información.

Yo vislumbro su hermoso Malecón
y el azul de sus aguas cristalinas...
y la farola del Morro que se empina
como un centinela en atención.

Yo vislumbro la luna con su aureola
brillar luminosa sobre su bahía
y con el dulce arrullo de las olas
embriagarse de nostalgia el alma mía.

Yo vislumbro el sol de cada día
asomarse por la puerta del Oriente
y la tarde con su policromía
colmar de belleza el Occidente.

Yo vislumbro el bullicio de su gente
en las tiendas...en las calles y los bares
y las lindas habaneras sonrientes
paseando alegres por sus bulevares.

Yo vislumbro las calles de mi Habana
con sus bellas farolas encendidas
el esplendor de una noche en Tropicana
y la belleza de la Quinta Avenida.

Yo vislumbro la gente divertida
por sus rincones y sus arrabales...
cuando el sueño a recordar convida
las noches de los bellos carnavales.
Félix Pagés -Romeo
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Si quisieras conmigo quedarte...


Si quisieras conmigo quedarte
y de todo mi amor enterarte,
tendrías que prenderte en mi mente
y no dejarme ni un solo instante.

Duraría mi amor hasta que muera,
aún después de la vida entera,
duraría, de cualquier manera,
duraría hasta que nos doliera.

¿Cuánto podrá durar este amor?, _preguntaste.
_Durará mientras quieras, mientras quieras amarme,
mientras quieras soñarme, mientras quieras besarme;
durará mientras puedas en tus sueños buscarme.

Durará mientras sientas que no puedes dejarme;
mientras sientas que tiemblas con tan solo mirarme;
durará mientras sientas ganas de acariciarme,
mientras sientas deseos de volver a encontrarme.

Durará todo el tiempo que tú quieras pensarme;
todo el tiempo que quiera tu mente recordarme,
durará mientras tengas ganas de enamorarme;
durará mientras tengas ganas de ilusionarme.

Durará mientras quieras... Mientras quieras amarme,
mientras tengas canciones de amor que regalarme;
mientras sientas que no quieres marcharte:
¡Durará para siempre, si tú quieres quedarte!
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Nota:
Quiero compartir con mis lectores este bello poema de amor.
Un día alguien me lo dedicó en un foro de msn, pero nunca supe su verdadero nombre, era solo un nick..
Aclaro que no conozco al autor o autora del poema. Si alguien lo sabe, le agradecería que me lo dejara en un comentario. Gracias.
Esperanza E Serrano

domingo, 14 de febrero de 2010

Feliz día de San Valentin

miércoles, 10 de febrero de 2010

Hablemos del amor.


En tiempos difíciles sólo el amor puede salvarnos.
No es posible vivir en la tristeza, con la soledad
como fiel compañia colgando frustraciones a su paso.

A veces nos equivocamos y perdemos el rumbo.
Tratamos de beber en la fuente del amor a la ligera,
olvidando que la sed acumulada por la carencia
de los años, no se satisface en un instante.

Otras veces creemos que es fácil encontrarlo,
como si el amor pudiera fabricarse de un tirón,
y ponerle alas al antojo del momento,
sin equivocos que puedan detenerlo.

El amor es limpio, no admite falsedades,
egoísmos, traiciones, ni rencores.
Se nutre de ansias compartidas;
desecha los deseos reprimidos
y no congenia con el aburrimiento.

El amor es quimica; es llama ardiente,
es el fuego de la danza sublime
de las mariposas en el vientre
en las tardes de lluvias
y en las noches de insonnios.

Es preciso librarlo de espejismos,
sino nace, no crece, y si nace,
hay que evitar que muera por descuido.
El amor es vida que fluye y se alimenta
de alegría, ternura, sosiego y armonía

Requiere de mimos, de atenciones,
de tiempo para alzar el vuelo libremente,
El amor no es ilusión efímera,
es percepción, es sentimiento.
No es la flor que se marchita en el vaso,
ni la que en la rama muere.

La felicidad que nos trae
a veces se presenta,
como un suspiro en la noche,
y duele cuando se pierde,
dejándonos indefensos,
muertos en vida...

Esperanza E Serrano

martes, 9 de febrero de 2010

La impertinente...

La impertinente..

Sólo penumbras
y este viejo farol en la esquina.
Angustiada espero el cambio de las luces
en el antiguo semáforo.
Quiero cruzar la línea...
Quiero esconderme de la noche...
Quiero habitar un lugar seguro.

La impertinente, llega,
sin que nadie la invite,
espantosa como siempre
y otra vez me insulta,
despiadada, impúdica, salvaje...

Con todas sus fuerzas
se estrella contra mi débil
y pueril estructura humana...
Se enreda en mi pelo,
moja mis hombros,
golpea mis senos,
se escurre entre mis brazos,
y toda mi piel
se estremece de dolor...

Esta lluvia impertinente
me quita la ropa en plena calle
y sin pedir permiso
se cuela entre mis piernas.

Los carros pasan indiferentes;
veloces se fugan de mis ojos,
como sino importara otra cosa
que correr de frente,
sin mirar al costado.

La noche llega larga y desafiante,
cargada de centellas...En el cielo
¡Todo es tempestad en pleno vuelo!
Otra vez el agua traicionera
viola todos mis derechos.

A esta lluvia no le basta con herir mi cuerpo,
ahora se escurre entre los tragantes sucios
de estas calles vacías de nosotros.
Se lleva mi perfume y los besos
y todas las caricias que me diste
en aquellas tardes cargadas de dichas,
cuando aún éramos felices
a pesar de todos mis miedos...

Revolotea arrastrando los escombros,
la miro correr como si nada importara
que mi amor se pierda con esa corriente
de agua helada mezclada en el silencio.

Ya no me duele tanto la defachatez de la lluvia
que me viola otra vez en plena calle,
lo que me mata es esta inclemencia
que aleja tu presencia de mi vida
y me deja sin deseos de atrapar
con mis manos la sonrisa de tus labios...

Sigue la lluvia persistiendo...
¡Ya no le basta con tragarte!
Ahora, creo,
se ha detenido en el tiempo:
¡Me tortura, me aniquila...!
¡¡¡Me está borrando de mí misma!!!
Esperanza E Serrano
Brandon, Fl
Enero 2010

domingo, 7 de febrero de 2010

Una confesión exquisita!

Durante mi larga vida, con mis recien cumplidos sesenta años, he escuchado miles , quizás millones de frases que me han llamado la atención y luego hasta las he olvidado por resultar intrascendentes.
Tal es el caso de los piropos que me han regalado al pasar por una esquina concurrida de jóvenes, y hasta de viejos (cuando no peinaba canas). Algunos de esos tradicionales comentarios regalados al azar aún los recuerdo por su originalidad, algunos por su ingeniosidad y otros hasta por la mediocridad del mensaje, sobre todo por estar pasaditos de "color", como aquel que dice:

"Quien fuera ese suelo por donde pasas para que me pisaras de a lleno"

O ese otro, muy "celestial", por cierto que me dijo un atrevido de mi pueblo cuando apenas yo tenía 15 años:

"Niña, eres el Angel que mi San Pedro anda buscando"...

Frases de amor, me han dicho muchas y muy bonitas, solo que no pasaron de ser solo eso: frases. Algun que otro pretendiente me ha dedicado mas de un poema amoroso , pero les juro que nunca, en medio de un connotado momento romántico, nadie me ha dicho algo tan categórico como lo que me acaba de confesar mi más ferviente y amoroso enamorado: El General Candela.
Aqui lo escribo, porque esto debe quedar para la historia.
El General me confesó anoche:
"Tú y yo somos como dos pulgas destinadas a encontrarse en el lomo de un mismo perro"

Llevo más de 24 horas riéndome de tal comparación. Quiere decir que me ha llamado pulga!!!
Eso sí nunca me había pasado.
Esperanza E Serrano

viernes, 29 de enero de 2010

Un dia como hoy...

El 29 de enero de 1845 Edgar Allan Poe publica por primera vez su poema The Raven

The Raven
Once upon a midnight dreary, while I pondered, weak and weary,
Over many a quaint and curious volume of forgotten lore,
While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping,
As of some one gently rapping, rapping at my chamber door.
" 'Tis some visiter," I muttered, "tapping at my chamber door —
Only this, and nothing more."

Ah, distinctly I remember it was in the bleak December,
And each separate dying ember wrought its ghost upon the floor.
Eagerly I wished the morrow; — vainly I had tried to borrow
From my books surcease of sorrow — sorrow for the lost Lenore
— For the rare and radiant maiden whom the angels name Lenore —
Nameless here for evermore.

And the silken sad uncertain rustling of each purple curtain
Thrilled me — filled me with fantastic terrors never felt before;
So that now, to still the beating of my heart, I stood repeating
" 'Tis some visiter entreating entrance at my chamber door
— Some late visiter entreating entrance at my chamber door; —
This it is, and nothing more."

Presently my soul grew stronger; hesitating then no longer,
"Sir," said I, "or Madam, truly your forgiveness I implore;
But the fact is I was napping, and so gently you came rapping,
And so faintly you came tapping, tapping at my chamber door,
That I scarce was sure I heard you" — here I opened wide the door; ——
Darkness there, and nothing more.

Deep into that darkness peering, long I stood there wondering, fearing,
Doubting, dreaming dreams no mortal ever dared to dream before;
But the silence was unbroken, and the darkness gave no token
And the only word there spoken was the whispered word,
"Lenore!" This I whispered, and an echo murmured back the word,"Lenore!"
Merely this, and nothing more.

Then into the chamber turning, all my soul within me burning,
Soon I heard again a tapping somewhat louder than before.
"Surely," said I, "surely that is something at my window lattice;
Let me see, then, what thereat is, and this mystery explore
— Let my heart be still a moment and this mystery explore;—
'Tis the wind, and nothing more!"

Open here I flung the shutter, when, with many a flirt and flutter,
In there stepped a stately raven of the saintly days of yore;
Not the least obeisance made he; not an instant stopped or stayed he;
But, with mien of lord or lady, perched above my chamber door
— Perched upon a bust of Pallas just above my chamber door —
Perched, and sat, and nothing more.

Then this ebony bird beguiling my sad fancy into smiling,
By the grave and stern decorum of the countenance it wore,
"Though thy crest be shorn and shaven, thou," I said, "art sure no craven,
Ghastly grim and ancient raven wandering from the Nightly shore
— Tell me what thy lordly name is on the Night's Plutonian shore!"
Quoth the raven, "Nevermore."

Much I marvelled this ungainly fowl to hear discourse so plainly,
Though its answer little meaning — little relevancy bore;
For we cannot help agreeing that no sublunary being
Ever yet was blessed with seeing bird above his chamber door
— Bird or beast upon the sculptured bust above his chamber door,
With such name as "Nevermore."

But the raven, sitting lonely on the placid bust, spoke only
That one word, as if his soul in that one word he did outpour.
Nothing farther then he uttered — not a feather then he fluttered
— Till I scarcely more than muttered, "Other friends have flown before
— On the morrow he will leave me, as my hopes have flown before."
Quoth the raven, "Nevermore."

Wondering at the stillness broken by reply so aptly spoken,
"Doubtless," said I, "what it utters is its only stock and store,
Caught from some unhappy master whom unmerciful Disaster
Followed fast and followed faster — so, when Hope he would adjure,
Stern Despair returned, instead of the sweet Hope he dared adjure —
That sad answer, "Nevermore!"

But the raven still beguiling all my sad soul into smiling,
Straight I wheeled a cushioned seat in front of bird, and bust and door;
Then upon the velvet sinking, I betook myself to linking
Fancy unto fancy, thinking what this ominous bird of yore
— What this grim, ungainly, ghastly, gaunt, and ominous bird of yore
Meant in croaking "Nevermore."

This I sat engaged in guessing, but no syllable expressing
To the fowl whose fiery eyes now burned into my bosom's core;
This and more I sat divining, with my head at ease reclining
On the cushion's velvet lining that the lamplight gloated o'er,
But whose velvet violet lining with the lamplight gloating o'er,
She shall press, ah, nevermore!

Then, methought, the air grew denser, perfumed from an unseen censer
Swung by angels whose faint foot-falls tinkled on the tufted floor.
"Wretch," I cried, "thy God hath lent thee — by these angels he hath sent thee
Respite — respite and Nepenthe from thy memories of Lenore!
Let me quaff this kind Nepenthe and forget this lost Lenore!"
Quoth the raven, "Nevermore."

"Prophet!" said I, "thing of evil! — prophet still, if bird or devil!
— Whether Tempter sent, or whether tempest tossed thee here ashore,
Desolate, yet all undaunted, on this desert land enchanted
— On this home by Horror haunted — tell me truly, I implore
— Is there — is there balm in Gilead? — tell me — tell me, I implore!"
Quoth the raven, "Nevermore."

"Prophet!" said I, "thing of evil! — prophet still, if bird or devil!
By that Heaven that bends above us — by that God we both adore
— Tell this soul with sorrow laden if, within the distant Aidenn,
It shall clasp a sainted maiden whom the angels name Lenore
— Clasp a rare and radiant maiden whom the angels name Lenore."
Quoth the raven, "Nevermore."

"Be that word our sign of parting, bird or fiend!" I shrieked, upstarting
— "Get thee back into the tempest and the Night's Plutonian shore!
Leave no black plume as a token of that lie thy soul hath spoken!
Leave my loneliness unbroken! — quit the bust above my door!
Take thy beak from out my heart, and take thy form from off my door!"
Quoth the raven, "Nevermore."

And the raven, never flitting, still is sitting, still is sitting
On the pallid bust of Pallas just above my chamber door;
And his eyes have all the seeming of a demon that is dreaming,
And the lamp-light o'er him streaming throws his shadow on the floor;
And my soul from out that shadow that lies floating on the floor
Shall be lifted — nevermore!
E.A.Poe, January 1845

Datos sobre Edgar Allan Poe.
Poeta, novelista y ensayista norteamericano nacido en Boston en 1809.Huérfano desde pequeño, fue adoptado por un rico comerciante de quien heredó el apellido Allan. Durante cinco años vivió con sus padres en Inglaterra donde fue internado en un colegio privado. A partir de 1820, de regreso a Estados Unidos, su carácter melancólico y rebelde, sumado a la afición por el alcohol, se convirtieron en un obstáculo para que sus padres adoptivos pudieran facilitarle el complemento a la educación que deseaban para él.En 1831, ante la ruptura total con sus padres, se trasladó definitivamente a Baltimore donde publicó "Poemas", seguido de su primer triunfo como escritor, "Manuscrito encontrado en una botella".Entre sus poemas más famosos figuran "Leonore" en 1831,"El cuervo" en 1845, "Annabel Lee" en 1849 y "Las campanas" en 1849. Su mayor producción literaria está contenida en numerosos cuentos y novelas de corte policiaco que lo llevaron a la fama. Falleció en Baltimore en octubre de 1849.

The Raven,
"El cuervo "
(versión en español)

Una fosca media noche, cuando en tristes reflexiones,
sobre más de un raro infolio de olvidados cronicones
inclinaba soñoliento la cabeza, de repentea mi puerta oí llamar;
como si alguien, suavemente, se pusiese con inciertamano tímida a tocar:
"¡Es - me dije - una visita que llamando está a mi puerta:
eso es todo y nada más!".

Ah! Bien claro lo recuerdo: era el crudo mes del hielo,
y su espectro cada brasa moribunda enviaba al suelo.
Cuan ansioso el nuevo día deseaba, en la lectura
procurando en vano hallar
tregua a la honda desventura de la muerta Leonora;
la radiante, la sin par
virgen rara a quien Leonora los querubes llaman, ahora
ya sin nombre... ¡nunca más!

Y el crujido triste, incierto, de las rojas colgaduras
me aterraba, me llenaba de fantásticas pavuras,
de tal modo que el latido de mi pecho palpitante
procurando dominar,
"¡Es, sin duda, un visitante-repetía con instancia-
que a mi alcoba quiere entrar:
un tardío visitante a las puertas de mi estancia...,
eso es todo, y nada más!".

Poco a poco, fuerza y bríos fue mi espíritu cobrando:
"Caballero, dije, o dama: mil perdones os demando;
mas, el caso es que dormía, y con tanta gentileza
me vinistéis a llamar,
y con tal delicadeza y tan tímida constancia
os pusistéis a tocar,
que no oí", dije, y las puertas abrí al punto de mi estancia:
¡sombras sólo y... nada más!

Mudo, trémulo, en la sombra por mirar haciendo empeños,
quedé allí-cual antes nadie los soñó-forjando sueños;
más profundo era el silencio, y la calma no acusaba
ruido alguno..., resonar
sólo un nombre se escuchaba que en voz baja a aquella hora
yo me puse a murmurar,
y que el eco repetía como un soplo: ¡Leonora...
!Esto apenas, ¡nada más!

A mi alcoba retornando con el alma en turbulencia,
Pronto oí llamar de nuevo, esta vez con más violencia:
"De seguro-dije-es algo que se posa en mi persiana,
pues, veamos de encontrar
la razón abierta y llana de este caso raro y serio,
y el enigma averiguar:
¡Corazón, calma un instante, y aclaremos el misterio...:
es el viento, y nada más!".

La ventana abrí, y con rítmico aleteo y garbo extraño,
Entró un cuervo majestuoso de la sacra edad de antaño.
Sin pararse ni un instante ni señales dar de susto,
con aspecto señorial,
fue a posarse sobre un busto de Minerva que ornamenta
de mi puerta el cabezal;
sobre el busto que de Pallas representa
fue y posóse, y ¡nada más!

Trocó entonces el negro pájaro en sonrisas mi tristeza
con su grave, torva y seria, decorosa gentileza;
y le dije: "Aunque la cresta calva llevas, de seguro
no eres cuervo nocturnal,
¡viejo, infausto cuervo oscuro vagabundo en la tiniebla...
!Dime, ¿cuál es tu nombre, cuál,
En el reino plutoniano de la noche y de la niebla...?
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".

Asombrado quedé oyendo así hablar al avechucho,
si bien su árida respuesta no expresaba poco o mucho;
pues preciso es convengamos en que nunca hubo criatura
que lograse contemplar
ave alguna en la moldura de su puerta encaramada,
ave o bruto reposar
sobre efigie en la cornisa de su puerta cincelada,
con tal nombre: "Nunca más".


Mas el cuervo fijo, inmóvil, en la grave efigie aquélla,
sólo dijo esa palabra, cual si su alma fuese en ella
vinculada, ni una pluma sacudía, ni un acento
se le oía pronunciar...
Dije entonces al momento: "Ya otros antes se han marchado,
y la aurora al despuntar,
él también se irá volando cual mis sueños han volado".
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".

Por respuesta tan abrupta como justa sorprendido,
"no hay ya duda alguna -dije-, lo que dice es aprendido;
aprendido de algún amo desdichoso a quien la suerte
persiguiera sin cesar,
persiguiera hasta la muerte, hasta el punto de, en su duelo,
sus canciones terminar
y el clamor de su esperanza con el triste ritornelo
de: ¡Jamás, y nunca más!".

Mas el cuervo provocando mi alma triste a la sonrisa,
mi sillón rodé hasta el frente de ave y busto y de cornisa;
luego, hundiéndome en la seda, fantasía y fantasía
dime entonces a juntar,
por saber que pretendía aquel pájaro ominoso
de un pasado inmemorial,
aquel hosco, torvo, infausto, cuervo lúgubre y odioso
al graznar: "¡Nunca jamás

Quedé aquesto investigando frente al cuervo, en honda calma,
cuyos ojos encendidos me abrasaban pecho y alma.
Esto y más-sobre cojines reclinado-con anhelo
me empeñaba en descifrar,
sobre el rojo terciopelo do imprimía viva huella
luminosa mi fanal,
terciopelo cuya púrpura ¡ay! Jamás volverá élla
a oprimir, ¡ah, nunca más!

Parecióme el aire, entonces, por incógnito incensario
que un querube columpiase de mi alcoba en el santuario,
perfumado. "¡Miserable ser-me dije-Dios te ha oído,
y por medio angelical,
tregua, tregua y el olvido del recuerdo de Leonora
te ha venido hoy a brindar:
bebe, bebe ese nepente, y así todo olvida ahora!".
Dijo el cuervo: "Nunca más".

¡Oh, Profeta -dije- o duende!, mas profeta al fin, ya seas
ave o diablo, ya te envía la tormenta, ya te veas
por los ábregos barrido a esta playa, desolado
pero intrépido, a este hogar
por los males devastado, dime, dime, te lo imploro.
¿Llegaré jamas a hallar
algún bálsamo o consuelo para el mal que triste lloro?.
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".

"¡Oh, Profeta -dije- o diablo! Por ese ancho, combo velo
de zafir que nos cobija, por el sumo Dios del cielo
a quien ambos adoramos, dile a esta alma dolorida,
presa infausta del pesar,
si jamás en otra vida la doncella arrobadora
a mi seno he de estrechar,
la del alma virgen a quien llaman los arcángeles Leonora..."
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".

"¡Esa voz, oh cuervo, sea la señal de la partida
-grité alzándome-, retorna, vuelve a tu hórrida guarida,
la plutónica ribera de la noche y de la bruma...!¡
De tu horrenda falsedad
en memoria, ni una pluma dejes, negra! ¡El busto deja!
¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho! ¡De mi umbral tu forma aleja...!".
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".

¡Y aun el cuervo inmóvil!, fijo, sigue fijo en la escultura,
sobre el busto que ornamenta de mi puerta la moldura....
y sus ojos son los ojos de un demonio que, durmiendo,
las visiones ve del mal;
y la luz sobre él cayendo, sobre el suelo flota..., nunca
se alzará..., nunca jamás!

Versión de Juan Antonio Pérez Bonalde

Todo lo verdadero...


"Todo lo verdadero es santo, aunque no huela a clavellina. ¡Todo tiene la entraña fea y sangrienta; es fango en las artesas el oro en el que el artsita talla luego sus joyas maravillosas; de lo fétido de la vida saca almíbar la fruta y colores la flor; nace el hombre del dolor y la tiniebla del seno maternal y del alarido y el desgarramiento sublime; y las fuerzas magníficas y corrientes de fuego que en el horno del sol se precipitan y confunden, no parecen de lejos a los ojos humanos sino manchas! ¡Paso a los que no tienen miedo a la luz: caridad para los que tiemblan de sus rayos!

José Martí
Tomado de
"Con todos y para el bien de todos"
Discurso pronunciado por José Martí el 26 de noviembre de 1891
en Tampa, Florida, Estados Unidos
Publicado en

jueves, 28 de enero de 2010

En el 157 aniversario del natalicio del poeta...

Hoy , 28 de enero del 2010, 157 aniversario del nacimiento de un hombre extraordinario, publico estos poemas por considerar que en ellos va una gran parte de la esencia humana de ese gran hombre llamado José Julián Martí Pérez; poeta, orador, escritor, patriota, ideólogo y organizador de la guerra de 1895, guerra necesaria para la independencia de Cuba.
José Martí, prócer, guía, maestro, pero sobre todo un hombre con una capacidad excepcional para amar, sufrir y luchar por un ideal: la libertad de Cuba, la patria sangrante, colonia de España, que una vez libre, debía ser la patria construida por todos, con todos y para el bien de todos los cubanos.
Poemas

YUGO Y ESTRELLA

Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
—Flor de mi seno, Homagno generoso
de mí y del mundo copia suma,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
Mira estas dos, que con dolor te brindo,
Insignias de la vida: ve y escoge.

Éste, es un yugo: quien lo acepta, goza:
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los señores, duerme en paja
Caliente, y tiene rica y ancha avena.
Ésta, oh misterio que de mí naciste,
Cual la cumbre nació de la montaña
Ésta, que alumbra y mata, es una estrella:
Como que riega luz, los pecadores
Huyen de quien la lleva, y en la vida,
Cual un monstruo de crímenes cargado,
Todo el que lleva luz se queda solo.

Pero el hombre que al buey sin pena imita,
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto
La escala universal de nuevo empieza.
El que la estrella sin temor se ciñe,
¡Como que crea, crece!
Cuando al mundo de su copa el licor vació ya el vivo:
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacó contento y grave
Su propio corazón: cuando a los vientos
De Norte y Sur virtió su voz sagrada,
— La estrella como un manto, en luz lo envuelve,
Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
¡Se oye que un paso más sube en la sombra!
—Dame el yugo, oh mi madre, de manera
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente
Mejor la estrella que ilumina y mata.

DOS PATRIAS

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
¿O son una las dos? No bien retira
su majestad el sol, con largos velos
y un clavel en la mano, silenciosa
Cuba cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento
que en la mano le tiembla! Está vacío
mi pecho, destrozado está y vacío
en donde estaba el corazón. Ya es hora
de empezar a morir. La noche es buena
para decir adiós. La luz estorba
y la palabra humana. El universo
habla mejor que el hombre.
Cual bandera que invita a batallar,
la llama roja de la vela flamea.
Las ventanas abro, ya estrecho en mí.
Muda, rompiendo las hojas del clavel,
como una nube que enturbia el cielo,
Cuba, viuda, pasa...

De su libro Ismaelillo, un poema y la dedicatoria

Dedicatoria
Hijo:
Espantado de todo, me refugio en ti.
Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti.
Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así. Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en esa forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos tan pasado por mi corazón.
¡Lleguen al tuyo!

HIJO DEL ALMA
Tú flotas sobre todo,
Hijo del alma!
De la revuelta noche
Las oleadas,
En mi seno desnudo
Déjante el alba;
Y del día la espuma
Turbia y amarga,
De la noche revueltas
Te echan las aguas.
Guardancillo magnánimo,
La no cerrada
Puerta de mi hondo espíritu
Amante guardas;
Y si en la sombra ocultas
Búscanme avaras,
De mi calma celosas,
Mis penas varias,
— En el umbral oscuro
Fiero te alzas,
Y les cierran el paso
Tus alas blancas!
Ondas de luz y flores
Trae la mañana,
Y tú en las luminosas
Ondas cabalgas.
No es, no, la luz del día
La que me llama,
Sino tus manecitas
En mi almohada.
Me hablan de que estás lejos
¡Locuras me hablan!
Ellos tienen tu sombra;
¡Yo tengo tu alma!
Ésas son cosas nuevas,
Mías y extrañas.
Yo sé que tus dos ojos
Allá en lejanas
Tierras relampaguean,
— Y en las doradas
Olas de aire que baten
Mi frente pálida,
Pudiera con mi mano,
Cual si haz segara
De estrellas, segar haces
De tus miradas!
¡Tú flotas sobre todo,
Hijo del alma!
De su libro Versos Sencillos, dos poemas:

XLIII

Mucho, señora, daría
Por tender sobre tu espalda
Tu cabellera bravía,
Tu cabellera de gualda:

Despacio la tendería,
Callado la besaría.
Por sobre la oreja fina
Baja lujoso el cabello,

Lo mismo que una cortina
Que se levanta hacia el cuello.
La oreja es obra divina
De porcelana de china.

Mucho, señora, te diera
Por desenredar el nudo
De tu roja cabellera
Sobre tu cuello desnudo:
Muy despacio la esparciera,
Hilo por hilo la abriera.

XXXV
¿Qué importa que tu puñal
se me clave en el riñón?
¡Tengo mis versos, que son
más fuertes que tu puñal!

¿Qué importa que este dolor
seque el mar, y nuble el cielo?
El verso, dulce consuelo,
nace alado del dolor.

José Martí
Mas sobre J. Marti en

jueves, 21 de enero de 2010

Vindicación de George W. Bush




Barack Hussein Obama dio la señal y la administración está ahora enfrascada en encontrar la manera de no asumir la responsabilidad por la debacle del martes y por supuesto de su irresponsable record fiscal. Ya desde antes del martes, sus principales asesores como David Axelrod y la maquinaria propagandística Obámica, que conocemos como Gran Prensa Norteamericana, descaradamente acusaban al ex Presidente George W. Bush de ser el responsable del déficit fiscal de Obama; pero ahora está más que claro que si esos argumentos no funcionaron con el electorado en Massachusetts, los Demócratas y Obama enfrentan grandes problemas con el resto del país. Y entre los puntos del mensaje que le enviaron el martes está que ya va siendo hora de que esta administración asuma su responsabilidad y deje ya de culpar a su predecesor y abandone de una vez su extraña y tramposa aritmética de la deuda.

Enderecemos entonces algunas cifras y pongamos las cosas en su perspectiva real:

1. Del 20 de enero de 2001 al 20 de enero de 2009, la deuda pública creció en $3 mil millones de millones (trillones) durante la administración Bush a $6.3 miles de millones de millones (trillones) hasta el día en que Obama cumplió su primer año en la Presidencia. Una simple operación artimética, no muy complicada, nos indica que desde el día en que Obama tomó posesión el año pasado, hasta el final del actual año fiscal y según la Oficina de Administración y Presupuesto, la deuda pública crecerá en $3.3 miles de millones de millones (trillones), por lo que en sólo 20 meses, la deuda que pondrá sobre nuestros hombros Barack Hussein Obama será similar a la del Presidente Bush durante sus 8 años en la Presidencia, con las mismas dos Guerras (Irak y Afganistán) en que actualmente está envuelta nuestra nación para protegernos del fanatismo terrorista islámico.

2. El plan de gastos de la administración Obama aprobado por el Congreso dominado por los Demócratas en febrero de 2009, duplicará la deuda nacional en 5 años y casi la triplicará pasados los 10.

3. El déficit de la administración Bush fue un promedio de 3.2% del Producto Nacional Bruto (GDP), ligeramente por encima del promedio posterior a la II Guerra Mundial de 2.7%. Los descabellados planes de crecimiento gubernamental y estatización de la economía de Obama provocarán un déficit promedio de 4.2% del GDP en la próxima década.

4. Obama es ya hoy históricamente el Presidente más gastador de toda la historia de los Estados Unidos, con sus $787 mil millones (billones) del llamado estímulo económico, una ampliación de $30 mil millones del programa de atención a la salud infantil sin tener de dónde extraer los fondos, y una ley de gastos federales de $410 mil millones que incrementó el gasto discrecional en acápites no para la defensa en un 10% para la mitad final del año fiscal de 2009 a pesar de que había jurado y perjurado en la campaña que vetaría cualquier ley de presupuesto conteniendo earmarks o gastos destinados a proyectos específicos de los congresistas para satisfacer a los intereses creados de sus estados, pero no bastándole Obama también aumentó el gasto discrecional no destinado a la defensa para el año 2010 en un 12%. Una forma segura de comprar voluntades en el Congreso.

La administración Obama dice que sus paquetes de estímulo han sido un éxito. Lo cual es completamente falso, ya que si recordamos y los electores en Massachusetts lo recordaron bien, Obama nos dijo que si se aprobaban esos paquetes, el desempleo no aumentaría por encima del 8%, pero actualmente es del 10% y esta misma mañana se anunció que las solicitudes de seguro de desempleo habían aumentado en 482 mil nuevos desempleados. Barack Hussein Obama también nos dijo que crearía (con los paquetes de estímulo) 3.7 millones de empleos, de los cuales el 90% estarían en el sector privado, pero hasta hoy el único sector que ha tenido un incremento es el sector burocrático gubernamental y el cierre de pequeños negocios en todo el país aumenta sin cesar. Si nos guiamos por los propios estándares Obámicos, los paquetes de estímulo económico han sido un fracaso total y eso también lo percibieron muy bien los electores en Massachusetts. Muchos se adelantan a decir que ya la administración recibió el mensaje y que la “rectificación” comienza con la reducción del ObamaCare. Pamplinas decimos en Nobama. Ayer mismo el liderazgo demócrata en el Senado propuso permitir al Gobierno Federal que pida un préstamo adicional de $1.9 trillones para pagar sus cuentas, lo que representa un record que elevará la deuda nacional a $14.3 trillones y Obama ha dicho que de aprobarse firmará la Ley.

Es cierto que el ex Presidente Bush cometió el error de firmar la Ley TARP (Troubled Asset Relief Program) y que prestó en razón de ella $240 mil millones a los bancos. Pero para ser justos habría que decir que esos préstamos han sido ya pagados con intereses, es decir con ganancias, al Tesoro Nacional, sólo que Obama, en lugar de utilizar esos fondos para reducir el déficit, quiere usarlos para nuevos gastos, que se unirán al desperdicio de los $320 mil millones que extrajo de los fondos del TARP, para darlos a las compañías fabricantes de autos, a sus aliados de los sindicatos, y simplemente a earmarks de sus aliados políticos, fondos que jamás serán devueltos al Tesoro.

De ahí que el pueblo cada vez esté más irritado y enojado y digámoslo claramente, francamente en rebelión contra esta administración que todavía quiere que nos endeudemos más, para así llevar a cabo su proyecto de destrucción del capitalismo e instauración del socialismo. Esa es la realidad.

Un año después de que Barack Hussein Obama llegara a la Casa Blanca, para nosotros hay algo muy claro. A pesar de sus errores, que aquí hemos criticado en más de una oportunidad, la presidencia de Bush habría sido mucho más exitosa si la llamada Gran Prensa no se hubiera dedicado por entero a tratar de que el Partido Demócrata, dominado por la extrema izquierda, recuperara el poder. Y ahora, cuando los Demócratas lo controlan todo, y esa misma prensa funciona como megáfono del Gran Líder, no deja de ser interesante observar cómo, a pesar de que lo culpa de todos sus males, Obama casi que sigue al pie de la letra la línea del “odiado” Bush en Afganistán y muestra lo fracasada que es su política de Seguridad Nacional, basada enteramente en darle nuestros mismos derechos a los terroristas.

En medio de la borrachera del Hope & Change, muchos norteamericanos olvidaron cómo el Presidente Bush levantó nuestros espíritus en uno de los momentos más tristes y desoladores de nuestra historia cuando vimos derrumbarse a las Torres Gemelas. También muchos olvidaron o parecieron olvidar, como nos mantuvo seguros mientras fue Presidente -el actual ya va por tres ataques en un año. Muchas veces nos preguntamos cómo es posible que la recompensa que recibiera por garantizar nuestra seguridad fuera que lo acusaran de cometer las violaciones más monstruosas a los derechos humanos y de crímenes de guerra. Pero peor, que muchos hayan exigido a esta fallida administración que enjuiciara a Bush por mantener a los combatientes enemigos detenidos indefinidamente. Sin embargo cuando en mayo pasado Obama firmara una orden similar reafirmando esa política de detención indefinida, esa misma Gran Prensa y la extrema izquierda se mantuvo callada.

Hoy, la realidad que no la convicción, obligan a Obama a incorporar la doctrina Bush en Afganistán, Yemen y Pakistán, aunque no quiera reconocerlo y lo culpe, como es su costumbre, de todos los males que nos aquejan. Pero a pesar de tanta deslealtad y mentira cada vez se hace más claro para el pueblo norteamericano que Bush no era un ignorante, ni su política exterior y de seguridad nacional irracional. En realidad, el Presidente Bush se adelantó a su tiempo y supo ver y comprender las políticas y los métodos para combatir en esta era moderna en que la Guerra es contra el terrorismo.

George W. Bush, parece haber tenido una comprensión total de lo que necesitaba el pueblo norteamericano, cuando más lo necesitaba. Él nos recordaba constantemente en aquellos días oscuros del 11 de septiembre y después, el por qué debíamos sentirnos orgullosos de ser americanos y no sentirnos avergonzados de ello como pretende este farsante impostor en la Casa Blanca.

El Presidente Bush merece nuestro respeto. Es por eso que a un año de que abandonara la presidencia, queremos dejar constancia de nuestra apreciación por nuestro Presidente # 43.

Una vez más: Gracias, Presidente Bush.

Nobama
Nueva York, 21 de enero de 2010

tomado de:

miércoles, 20 de enero de 2010

¿Cómo sobreponerse al dolor...?

¿Cómo sobreponerse al dolor por la pérdida de un ser querido?
Cuando el dolor nos invade dejándonos sin aliento, sin consuelo...
Cuando lo sentimos como una daga clavada en el alma,
cuando la risa se pierde y el mundo se nos torna ajeno,
y solo tendemos a caminar sin rumbos,
perdidos en los recuerdos,
rechazando la idea del después,
pretendiendo eternizar lo que ya se ha ido,
por ley de la vida, porque nada es eterno.

¿Cómo lidiar con esa sensación de vacío?
¿Cómo adaptarse a esa nueva realidad
que lo ha cambiado todo en nuestras vidas?

En momentos así se impone la resignación,
la aceptación de lo mutable, el reconocimiento
de lo débil que somos ante lo inevitable: la muerte.

En esos momentos tan aciagos
necesitamos fuerzas para mirar hacia adelante,
para aprender a vivir con esa espina,
con ese dolor que nos arrincona el alma...
Dios puede ser el refugio,
el consuelo, la resignación, la aceptación, la calma...
Búscalo dentro de ti y sentirás su mano.

jueves, 14 de enero de 2010

Haiti: un país devastado, un pueblo en desgracia


El terremoto de Haití fue 35 veces más potente que la bomba de Hiroshima.

Reza uno de los titulares de EFE


"Londres, 14 ene (EFE).- El terremoto de 7 grados en la escala de Richter que sacudió Haití el martes fue 35 veces más potente que la bomba atómica arrojada sobre Hiroshima (Japón) al final de la II Guerra Mundial.
Así lo afirmó hoy Roger Searle, profesor de geofísica en la Universidad de Durham (Reino Unido), que comparó también la energía liberada por el terremoto en el país caribeño con la explosión de medio millón de toneladas de TNT."

Con profundo pesar he estado siguiendo las noticias sobre el sismo ocurrido en Haiti el martes 12. Algunas fuentes noticiosas ya estan hablando de mas de cien mil muertos y alrededor de tres millones de personas afectadas.
Las pérdidas materiales son cuantiosas en un país que se ha caracterizado siempre por su extrema pobreza.Pobreza que promueve éxodos masivos constantes hacia Estados Unidos donde ya hay mas de un millón de haitianos, y hacia cualquier otro lugar, incluyendo Cuba.

En los años que viví en la Isla de la Juventud, (otrora Isla de Pinos) conocí una comunidad haitiana asentada en el poblado de LaVictoria desde mediados de la década de 1980. Los recuerdo como personas muy laboriosas, agradecidas, pacificas, que hacian todo lo posible por integrarse a las costumbres cubanas. En estos días no puedo evitar pensar en ellos porque sé cuánto han de estar sufriendo por esa tragedia. Al igual que otros que he conocido aqui, y que sé cuán angustiados están porque no han podido comunicarse con sus seres queridos allá ni tampoco saben cómo y cuándo les llegará la ayuda que necesitan.

Los fenómenos naturales a veces nos sorprenden y nos golpean fuertemente con castástrofes como ésta donde mueren tantas personas indefensas.

Ante una situación tan terrible como esta sólo nos queda extender nuestras manos solidarias hacia esos hermanos que tanto necesitan de todo tipo de ayuda. Las vías para hacerles llegar nuestro apoyo son varias.

Aquí les dejo algunas:

Se puede llamar al número de la Cruz Roja 1-800-842-2200 para hacer donaciones especificando que la ayuda es para las víctimas del terremoto ocurrido en Haiti.

Otras organizaciones

Acción Contra la Hambruna Servicio Mundial Judío Americano212.792.2900

AmeriCares Beyond Borders1.866.424.8403

CARE1.800.521.2273

Servicios Católicos de Ayuda Childcare Worldwide1.800.553.2328

Médicos Sin Fronteras1.888.392.0392

Equipos de Ayuda Internacional 619-284-7979

Cuerpos Médicos Internacional 310-826-7800

Medicamentos y Alimentos para NiñosMercy Corps 1-888-256-1900

Operation USA1-800-678-7255

Oxfam International1-800-77-OXFAM

Pan American Development Foundation

Save the Children1-800-728-3843

UNICEF1-800-4UNICEF

World Vision1-888-511-6548