Un buen día descubrí
que tu voz no era sabia,
que tu mirada se extraviaba
en el entorno, perdiéndose
en el momento preciso,
que tu sonrisa era vaga,
como vagas son las historias
que se cuentan al transitar el desierto.
Ese día también descubrí
que tus manos no están hechas
para acariciar sueños,
ni tus pies para gravitar en el aire.
Ese día sentí que mi ídolo
se estrellaba en mi pecho,
volviéndose añicos,
polvo... nube... humo
perdido en el viento.
Ese día entendí mejor
a los faltos de fe,
a los que dudan de todo,
hasta del sol que alumbra y calienta
las mañanas frías del invierno.
Comprendí mejor a los que dudan,
del pan que ponen en la mesa,
los fabricantes de vinos
y de canciones hermosas.
Descubrí, y me dolío entender,
que la luna tiene más de una cara,
que no deslumbra todo lo que brilla,
y que a veces el gusano horrendo,
vale más que la mariposa preciosa
que, orgullosa, vuela entre las rosas.
Descubrí que el insonnio
es el antídoto de la ternura,
que el desengaño duele,
duele... Duele porque su fuerza
arrasa con todo.
A su paso,
el amor se muere,
lentamente...
Se acaba,
y nada perdura...
Esperanza E Serrano
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