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domingo, 6 de octubre de 2013

Entrevista a Dagoberto Valdés"Raúl Castro está haciendo cambios por necesidad"


"Raúl Castro está haciendo cambios por necesidad"




Por WILFREDO CANCIO ISLA
oct 3 2013

     Dagoberto Valdés, una de las figuras más lúcidas e influyentes del movimiento disidente cubano, está en Miami para participar en un seminario sobre el tema de la reconciliación y el cambio, organizado por el Miami-Dade College (MDC).

Valdés, de 58 años, es ingeniero agrónomo de profesión, pero su compromiso con la doctrina social de la Iglesia Católica y vocación de servicio público lo convirtieron desde muy joven en un educador y un activista por los derechos de sus compatriotas.

Su nombre está asociado con proyectos culturales de gran impacto en la sociedad y el pensamiento independiente como las revistas Vitral (1994-2007) y, desde el 2008, Convivencia, publicación bimestral que se imprime y distribuye dentro de Cuba, y cuyo sitio digital acumula cinco millones de lectores en 34 países.

Valdés visitó este jueves la redacción de DIARIO LAS AMERICAS y conversó del presente y el futuro de Cuba, a la luz de las transformaciones y expectativas en las que se debate la sociedad cubana actual.

El alcance de las reformas que impulsa el gobernante Raúl Castro es siempre motivo de controversia en Cuba y en el exilio. ¿Cómo evalúa usted lo que está sucediendo en Cuba?

La filosofía que constituye el hilo conductor de este proceso de transformaciones es la del chofer que pisa al mismo tiempo el acelerador y el freno. El Gobierno de Raúl Castro no está haciendo cambios por voluntad, sino por necesidad. Es distinto cuando uno tiene voluntad de cambiar a cuando necesita cambiar para sobrevivir. Por ejemplo, el Gobierno acepta el trabajo por cuenta propia con una lista de oficios medievales (¡en tiempo de la cremallera, una licencia para forradores de botones!), pero todo este movimiento de los cuentapropistas hay que verlo a la vez como una oportunidad de que la gente se empiece a entrenar en la pequeña empresa, es decir, en la dinámica del mercado.

¿Cuáles de estos llamados cambios le parecen más importantes para la sociedad civil cubana?

A mi juicio, la tenencia de celulares y la posibilidad de viajar, autorizada el pasado enero. En primer lugar, el hecho de poder viajar ha cambiado la mentalidad de los que viajan y de las personas que los reciben. La gente puede conocer a los cubanos de primera mano. Y podemos salir y conocer los procesos de cambio en el mundo, y comprobar las virtudes y los defectos de la economía de mercado, lo que nos permite estar mejor preparados para enfrentar el futuro.

¿Y cuál es la influencia que atribuye a los teléfonos celulares?

Los celulares han creado la red de protección y articulación de la sociedad civil más grande en 54 años de la historia reciente de Cuba. Ahora al disidente que le están dado el acto de repudio o está recibiendo los golpes tiene un celular en la mano. La iniciativa del periodismo ciudadano a través de los celulares le ha ganado en competitividad a las agencias extranjeras acreditadas en La Habana. Sin proponérselo, el cambio de los celulares ha traído un sistema de articulación sin precedentes. La sociedad civil ha pasado de ser una sociedad civil fragmentaria a ser una sociedad civil articulada en la diversidad.

¿Quién ha salido más favorecido con esta flexibilización de los viajes, el Gobierno o los opositores?


El Gobierno tenía la tesis de que quien hacía oposición en Cuba era para ganarse un visa y marcharse al extranjero. Desde el 14 de enero a la fecha todos y cada uno de los opositores que hemos salido hemos regresado a Cuba. A lo mejor el Gobierno pensó que iba a pasar lo que pasa con los deportistas y los bailarines que se les escapan por el mundo, pero no ha sido así. Esto pone en la mente del Gobierno que hay cubanos que estamos dispuestos a trabajar por la democracia quedándose en Cuba, y eso sicológicamente tiene un impacto tremendo. El Gobierno puede haber ganado en dar una imagen internacional de apertura, pero el enfoque desde la sociedad civil es todo lo contrario.

Ahora la oposición es mucho más fuerte, porque puede salir afuera, expresarse y regresar, arriesgándose a 25 años de cárcel por la Ley 88 [ Ley 88 de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba, de 1999], que recuerdo no está abolida. Y a la vez hay que pensar en cuánto cuesta a la imagen del Gobierno cubano el testimonio de cada uno de nosotros que sale al exterior contando lo que sucede con nuestras vidas.

Muchas veces se escuchan manifestaciones de decepción por la lentitud y la espera de un cambio democrático que termina de llegar. ¿Cómo piensa usted?

La Cuba real es la de cientos de personas emprendedoras que no han rendido su capacidad de crear y hacer para ganarse la vida a pesar de las restricciones que les impone el Gobierno. Cada vez creo más en los cubanos. Eso lo ha demostrado la comunidad cubana de Miami. Ese genio emprendedor, esa capacidad de recuperación es lo que se manifiesta hoy dentro de Cuba. Me da lástima cuando se dice, la pobre Cuba, No, chico, ¡el pobre Gobierno comunista! La capacidad de resistencia de los ciudadanos cubanos está viva. El comunismo es el que ha sido un fracaso, porque fue contra la naturaleza humana.

Recientemente se han autorizado medidas para, de hecho, profesionalizar el deporte y mejorar los salarios de los atletas. ¿Qué le parece esta decisión?

El Gobierno cubano no pudo con los deportistas. Los deportistas le han ganado la partida al Gobierno. Es la muerte de la filosofía de un deporte amateur que no existe en ningún lugar del mundo. Eso iba contra la naturaleza humana del deportista. El espíritu humano existe para ganar. Lo que va contra la naturaleza es que ganes y no te premien con lo que te mereces.

¿Usted considera que ya la transición cubana hacia la democracia está en marcha?

Estamos en el mejor momento de la transición cubana. Es fatal atormentarse con la pregunta de cuándo va a termina el régimen o cuando va a ser el cambio, porque esperando el evento se está perdiendo el proceso. Aprender del proceso es importante para el futuro. Lo que mantiene mi energía y mi esperanza en Cuba es que disfruto, reconozco y trabajo en el proceso de transición a la democracia. Creo que hay que aprovechare el proceso para cuando llegue el cambio definitivo sepamos cómo vamos a caminar hacia el futuro.

Usted tuvo cierto distanciamiento con la jerarquía de la Iglesia Católica cuando dejó de publicar Vitral. ¿Cuál es su consideración con el rol que está jugando actualmente la Iglesia Católica en las transformaciones que amerita la sociedad cubana?

La Iglesia Católica en Cuba ha sido la red social más resistente y eficaz de los últimos 54 años. Me refiero a la labor de atención de la Iglesia a los ancianos, a los niños, a los enfermos, a los necesitados… Y por supuesto a los que necesitaban fe, catecismo, evangelización. Pero la noticia es que la Iglesia cubana está en transición. La reciente Carta Pastoral “La esperanza no defrauda”, de la Conferencia de Obispos de Cuba, es un documento de transición. Por primera vez exige cambios políticos, dice que hay que pasar de un Estado paternalista a un Estado participativo, y excepcionalmente, los obispos cubanos reconocen el papel de los espacios independientes creados por la sociedad civil. Es decir, por primera vez los obispos han reconocido la madurez del tejido de la sociedad civil. Que la Iglesia Católica haya reconocido a la sociedad civil como cuerpo vivo es parte del proceso de transición en el que está viviendo la institución.

Otra cosa trascendental es que la Iglesia está en un momento de cambios en la jerarquía y a quien le tocará nombrar a los nuevos obispos es al Papa Francisco, que está diciendo que la Iglesia Católica tiene que salir a la calle, que se ocupe más de los problemas sociales. Es decir, que el hombre que va a nombrar los obispos cubanos es alguien que esté haciendo la mayor renovación en la Iglesia Católica desde el Concilio Vaticano de 1965. Ese es Francisco y su estilo va hacia el compromiso social, la atención a los que sufren, la idea de que la jerarquía no puede hacer carrera y que “los pastores tienen que tener olor a oveja”. La Iglesia Católica cubana la componen también laicos, sacerdotes de pueblo, religiosas que están en los barrios marginales. No creo que se pueda juzgar a la Iglesia por la actitud aislada de uno de sus miembros.

Usted viene a Miami para participar en un panel sobre reconciliación y cambio, pensando el futuro cubano. ¿Cómo avizora un proceso de reconciliación en Cuba?
El proceso de reconciliación en Cuba tenemos que hacerlo entre todos los cubanos, con el convencimiento de que si no hay verdad y justicia será como poner curitas en una herida enconada. La reconciliación es un itinerario que tiene como primera estación una Comisión de la Verdad, que dictamine sobre la verdad moral sobre víctimas y victimarios. Y el segundo paso es la justicia. Habrá personas que tendrán que ser juzgadas por tribunales independientes, que no tengan en cuenta la revancha y el odio. Luego vendrá la magnanimidad, que significa tener alma grande, como la que tuvieron Mandela, Gandhi y otros líderes de transiciones. Y así se llega a la reconciliación, que no puede ser con amnesia. Hay que recordar para no volver a caer en los mismos errores. Pero hay que reconciliarnos entre nosotros, porque Cuba, con la grandeza y la generosidad de sus hijos, no merece que el comunismo nos tenga separados como pueblo. 
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