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martes, 15 de abril de 2014


Sangre de horchata.

"Sangre de horchata"
Era demasiado niña cuando escuché por primera vez la frase: " Ese tipo tiene sangre de horchata".
Se la escuché a unos vecinos de mi barrio que jugaban dominó en casa de una tía. Los vecinos se referían a un señor llamado Serafín,-nunca supe su apellido- .
Aquella frase me dio vueltas en la cabeza por mucho tiempo. Yo no sabía a ciencia cierta qué cosa era la horchata, pues lo mismo podía ser un atole hecho de maicena, un majarete aguado, un jugo de guanábana, qué cualquier otra bebida hecha con frutas machacadas. Lo cierto es que cada vez que veía a Serafín, (yo, una mocosa de apenas cinco años) lo miraba de arriba abajo, con ojos curiosos, inquisidores, investigadores.
En mi inocencia, el hecho de que Serafín tuviera sangre de horchata, le daba un carácter especial. Serafín se convirtió en mi "héroe", porque, indiscutiblemente, él era muy diferente a los jugadores de dominó que tan mala impresión me causaban a mi corta edad ya que siempre andaban con una botella de ron y un tabaco en la mano- la mayor parte de las veces con el torso desnudo, -alardeando de sus efímeras victorias en la mesa del dominó.
Debo confesar que a mi padre también le escuché la expresión en varias ocasiones, pero él no se refería a Serafín sino que la soltaba cuando se molestaba con las travesuras de mis hermanos. Textualmente mi padre exclamaba: ¡Con estos muchachos hay que tener sangre de horchata, para no sonarles cuatro cintazos.!¨" Mi padre no era fácil de carácter. Cuando se molestaba Don Juan Serrano, la casa entera se sumía en el silencio absoluto. Hasta el vuelo de una mosca se podía escuchar.
Por supuesto que escuchar esa frase en boca de mi padre en momentos así, le daba una connotación mucho más especial al concepto que mi febril imaginación se iba forjando sobre el asunto. Tener sangre de horchata, era algo especial. No todo el mundo gozaba de ese privilegio, por lo menos en mi barrio.
Les cuento que por años duró mi fascinación con aquel campesino bonachón, alegre y siempre servicial, al que conocíamos como Serafín. Quizás él nunca sospechó cuán alegre brincaba mi corazoncito cuando lo veía pasar en su caballo y más aún cuando me sonreía y me saludaba con el orgullo propio de los héroes infantiles.
Pasó el tiempo y con él fuí perdiendo la inocencia.
Un buen día me enteré que a Serafín lo bautizaron como "el tipo con sangre de horchata porque su mujer, Dora, lo manipulaba a su antojo, al extremo de que los más chismosos también le llamaban el tarrú del barrio. No olviden que en la idiosincracia cubana, el machismo está super arraigado, y en Oriente, mucho más.
Serafín era un pobre infeliz que no se inmutaba con nada, por eso dejó de ser mi héroe en la medida en que yo me iba volviendo rebelde con la cercanía de la adolescencia.
Hoy, mirando esas fotos que he puesto en este post, tengo que recurrir a mi padre:
¡Hay que tener sangre de horchata para no morirse de pena al ver lo que es nuestra patria hoy!.
¡Caramba qué falta hace que se acabe esa maldita pulpa (vaya usted a saber de dónde la sacan) con la que preparan el jugo que se toman por la mañana los cubanos como desayuno habitual, después de darse su acostumbrado baño de quimbombó!
Esperanza E. Serrano.
Nota:
Horchata es el nombre de una bebida azucarada que, dependiendo de los productos utilizados para su elaboración puede ser:
W http://es.wikipedia.org.wiki/Horchata
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El uso de la expresión "Tener sangre de horchata" es muy frecuente en Cuba y en Mexico.
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Reall Academia de la Lengua Española:
Horchata:
1. f. Bebida hecha con chufas u otros frutos, machacados, exprimidos y mezclados con agua y azúcar.
Sangre de horchata:
f. coloq. Carácter calmoso que no se altera por nada.

sábado, 13 de agosto de 2011

La vida

La vida es el mayor tesoro que poseemos los mortales. Está llena de sorpresas, de cosas buenas y malas, de dolores y penas, pero también de alegrías y sueños.

La vida es corta. Nuestro paso por la tierra, en la escala de lo infinito, ni siquiera marca un punto, por eso es de sabios vivir la vida a plenitud, sin apurarse, disfrutando cada momento, sea de placer o de dolor, aprendiendo a ser mejores cada día, a reciclar nuestras energías positivas, y a no dejarnos vencer por la cobardía que genera una mísera existencia dominada por la negatividad de la vida misma. Vivir es mirar la vida de frente, y no dejarnos vencer por la incertidumbre del presente o del mañana. Vivir a plenitud es el reto mayor para crecer desde adentro, desde la esencia de nuestro yo.

A todos nos gusta el placer de amar, de tener buena salud.. El placer de comer los alimentos y las golosinas preferidas. A muchos nos embriaga el placer de soñar con un mundo lleno de alegrías, de paz, de prosperidad, de solidaridad humana.

Todos anhelamos vivir sin preocupaciones económicas y nos place grandemente no tener deudas, vivir sin estrecheces, disfrutando a plenitud el confort de la sociedad moderna. Nos deleita el placer del triunfo cuando logramos alguna meta propuesta, sobre todo si para alcanzarla hemos luchado con perseverancia, con ahinco, con fe.

La felicidad nos invade cuando nos sentimos amados, respetados y correspondidos por las personas que queremos y que representan el centro de nuestras vidas en el seno familiar, en la comunidad, en nuestro centro de trabajo o de estudio, en nuestro medio, en nuestra cotidianidad, en nuestra patria.

La vida sin problemas, no es vida, no existe. La vida es un reto constante. Crecemos en el dolor y aprendemos de los tropiezos y errores que cometemos a diario, si actuamos despojados del ego que tanto nos domina, y que a veces nos lleva a creer que somos perfectos, que otros son los culpables de nuestros problemas, de nuestros fracasos, de nuestras torpezas, de nuestras inhibiciones, de nuestros miedos, de nuestras derrotas.

El dolor nos hace ver la vida desde otro ángulo y nos aniquila o nos engrandece en dependencia de cómo lo afrontemos. Sobre ponerse al dolor y seguir adelante, es la via para seguir viviendo.

Cuando perdemos a un ser querido, no nos queda otra alternativa que tomarlo con resignación, porque es ley universal que nacemos y morimos, que llegamos un día señalado y nos vamos otro cualquiera, sin sospechar siquiera cuándo, cómo, en qué circusntancias.

Llegamos a este mundo desnudos, con nuestros instintos en el estado puro, innato. El reto es crecer y desarrollar saludablemente esos instintos y afrontar la vida con valentía, con la seguridad de que podemos y queremos defenderla contra vientos y mareas, porque la vida vale la pena vivirla, sobre todo porque es nuestra única oportunidad de conocer este mundo, que no es perfecto, pero es nuestro mundo, por eso, amigo/a, disfruta hasta la saciedad cada momento, cada experiencia, con la convicción de que ese momento y esa experiencia de vivirlo, son únicos, irrepetibles, sean buenos o malos, nunca más volverás a vivirlos y mucho menos de esa manera, tal y como se te presentaron, quizás sin tú esperarlo. ¡Sonriéle a la vida siendo util a ti mismo y a los demás, y ella en cambio, te sonreirá mucho más!

Esperanza E Serrano