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miércoles, 25 de noviembre de 2009

La lluvia


Otra vez la lluvia
altera mis sentidos.
Insolente llega
e invade libremente
mi resguardo.
Miro en silencio,
sin reproches,
su andar por estos lares:
los ríos crecen,
la tierra florece...
Con su aguda intrepidez,
Sin que nadie la mande,
sin ayuda, por sí misma,
altanera como siempre,
limpia las calles,
los techos, las fachadas...
los autos, las luces, los letreros,
y hasta los viejos basureros
se entusiasman
con su precipitado paso.
Algunos aprovechan
su sonido en el tejado
y la humedad del aire
para evocar romances,
pasados-venideros.
Sin que nadie los moleste
los buenos amantes
se refugian en los andenes
o en las alcobas de sus hogares,
para escribir sus eternas
historias de amores posibles.
colgadas en el aire.
Los poetas se inspiran
con el canto de la lluvia
y algunos dicen que las musas
los premian con sus mejores galas,
porque la lluvia es la vida,
purificación del alma,
cual regalo de Dios a los mortales.
Pero... ¡Paradoja terrible!:
No la amo!!!
La odio por pertinaz,
por golpear mi ventana
llenando de filtraciones
mis sábanas blancas.
Cala profundo y duele.
En días de lluvia mi madre
encontró fría sepultura.
Eran cántaros ásperos
sacudiendo mi conciencia
de niña asustada, desvalida...
Han pasado muchos años
y esa amiga de todos,
a mí me causa mucho malestar.
No tengo cobijas,
¡no hay refugios para mi dolor!
Esta horrible lluvia golpea
sin clemencias
toda mi desnudez,
me aniquila, me mata,
me vuelve: ¡NADA!
Esperanza E Serrano

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