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martes, 7 de junio de 2011

Cuba, más de medio siglo de lucha contra el comunismo.




INCOMUNICADOS EN LA CABAÑA
Por Gerardo Rodríguez Capote
(Foto de Ricardo Olmedo Moreno)
Año 1963. Prisión de La Cabaña. La Habana.

Incomunicados en las fétidas galeras de la vetusta fortaleza, un grupo de cubanos harapientos esperaban ansiosos su sentencia de muerte o de largos años de cárcel. Yo acababa de llegar, con la inmadurez de mi temprana juventud, sumido en el eco oscuro de las rejas y cerrojos. No puedo describir la visión dantesca que mi memoria grabó.

Recuerdo que me llevaron por pasillos de arcos medievales hasta los Incomunicados. Estábamos debajo del patio de La Cabaña. Me encerraron en la galera #1, tapiada con una puerta de acero. Dentro de la galera, sólo había un preso de mediana edad que cojeaba. Me miró con cierto recelo y me preguntó mi nombre y la causa de mi arresto. Le mentí. Alguien pasó un papel escrito por debajo de la puerta. Sonriendo me dijo que ya sabía quién era yo.

Sorprendido, pregunté: “¿Quién es usted?”

Me respondió: “Me llamo Ricardo Olmedo Moreno y fui herido en el ataque a Palacio cuando tratábamos de ajusticiar al dictador Fulgencio Batista”.

También me dijo los motivos por los cuales los comunistas lo habían arrestado. Me enseñó su encausamiento y comprendí la gravedad de nuestra situación y la razón de estar incomunicados en los Incomunicados.

Con Ricardo aprendí a sobrevivir en la cárcel. Era un hombre esculpido en mármol y acero. Su presencia atemorizaba a los carceleros. Fue mi ejemplo y uno de los hombres más valientes que he conocido en mi vida. Un día le pregunté que si no tenía miedo. Me respondió que sí, pero que sabía controlarlo. Después agregó: “Tú sabes que afuera hay cientos de hombres y arriba miles. Tú y yo no estamos aquí por privilegios. ¡Nos van a fusilar!”

Siguió diciendo: “Si te pones a llorar te van a arrastrar por los pasillos y te fusilarán como un cobarde. Solo te pido que cuando vengan a buscarnos tú salgas conmigo, cantando el himno nacional, para que ellos vean que tú y yo somos un par de cojo…”

Un silencio grande se abrió entre nosotros. No dije nada, pero la dureza de sus palabras me ayudó mucho. Un día escuché mi nombre y me vinieron a buscar. Los pensamientos latían en mi mente. Ricardo se interpuso entre el militar y yo.

“¿Qué pasa con el muchacho?”, les gritó.

“Hay órdenes de sacarlo de esta galera”, respondió el militar.

Nos apretamos en un largo abrazo que él interrumpió cuando las lágrimas saltaron a mis ojos. Le dije que no quería dejarlo solo. El me empujó y se alejó diciéndome: “Sálvate tú”.

Cuando quisieron conmutarle la pena de muerte a cambio de su claudicación pública, les respondió que él no era artista para hablar por la televisión y que no lo molestaran más y acabaran de fusilarlo.

Y lo fusilaron. Ni la cortina oscura de los años ha podido borrar de mi memoria aquel 30 de mayo de 1963. La sangre heroica de Ricardo Olmedo será siempre un símbolo viril de rebeldía y libertad, que nadie podrá borrar de las piedras ensangrentadas del paredón.

Gerardo Rodríguez Capote
Doctor en Psicología Clínica en Miami y ex preso político cubano.

‎''HAY UN LIMITE AL LLANTO SOBRE LA SEPULTURA DE LOS MUERTOS Y ES EL AMOR INFINITO A LA PATRIA Y A LA GLORIA QUE SE MIRA SOBRE SUS CUERPOS Y QUE NO TEME, NI SE ABATE, NI SE DEBILITA JAMAS, PORQUE LOS CUERPOS DE LOS MARTIRES SON EL ALTAR MAS HERMOSO DE LA HONRA.'' JOSE MARTI
Tomado de:
http://superpolitico.blogspot.com

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