LA INFORMACIÓN DE QUE UN NUEVO EX-ALTO FUNCIONARIO DE LA DICTADURA DE LOS HERMANOS CASTRO RESIDE EN EL EXTERIOR, PARTICULARMENTE EN MIAMI, NO ES ALGO NOVEDOSO.

Durante décadas un número importante de militares, agentes de la seguridad e inteligencia, delatores y funcionarios de diferentes rangos que sirvieron con devoción al totalitarismo cubano han desertado del sistema y buscado, paradójicamente, refugio en el país que decían odiar y ansiaban destruir.
Por supuestos que algunos de estos desertores eran en realidad espías del régimen cubano que traicionaron la hospitalidad de esta nación y la confianza que muchas personas depositaron en ellos. La red Avispa e individuos como Ramón Labañino y Juan Pablo Roque, son casos que pueden repetirse. El espionaje cubano en Estados Unidos no es un capítulo cerrado.

Otros han llevado una vida discreta. Han preferido no llamar la atención. Guardan silencio y quieren reconstruir su vida, a lo que tienen derecho, siempre y cuando no hayan violado los derechos de los otros, porque un victimario no merece el respeto ni la consideración de ningún ciudadano digno.

Esta consideración es consecuencia de las denuncias y reacciones que se han producido por la presencia en Miami del ex teniente coronel y ex jefe de prisiones del ministerio del Interior de Cuba en Villa Clara, Crescencio Marino Rivero y de su esposa, la ex capitana Juana Ferrer, quien trabajó en Inmigración y Extranjería, una dependencia en la que los funcionarios tienen amplias facultades para determinar sobre el futuro de una persona que ha decidido abandonar el país.

Sin dudas que Marino Rivero tiene el derecho de pensar como le parezca, pero no a mentir cuando afirma que “un motivo de atención especial en el sistema penitenciario cubano es una huelga de hambre protagonizada por cualquier recluso”, como si bajo el régimen que él sirvió y que continúa defendiendo, no hubiesen muerto al menos 13 prisioneros políticos en huelgas de hambre.

Vale la pena preguntarse porque un individuo que declara “que todavía es revolucionario y comunista y que, como tal, está orgulloso de su historial que por demás nunca negará”, decidió abandonar el paraíso comunista y escogió residir en Estados Unidos, con todo lo que esta nación tiene de negativo para el imaginario socialista de los partidarios del castrismo.

La sumisión de este individuo al régimen no tiene límites. Sus desmentidos a las acusaciones de que es objeto pierden toda validez, cuando justifica abyectamente las acciones de la dictadura contra la oposición.

Este ex director del Departamento Jurídico del Minint, la Gestapo o KGB cubana, dice que los periodistas deben ser imparciales, condición que de seguro apreció durante los años que sirvió a la dictadura, entre los comunicadores que laboran en los medios informativos de la isla, particularmente en Bohemia, Granma, Juventud Rebelde y la televisión nacional.

Este sujeto se contradice en una misma declaración. Afirma en un párrafo haber sido director del Departamento Jurídico del Minint y en otro admite que en la posición de Jefe del Departamento de Prisiones de Villa Clara, ayudó a cientos de reclusos a mejorar en sus condiciones carcelarias, eso sí, ajustado al reglamento penitenciario, por lo que es de espera que fue capaz de cumplir a cabalidad, como militante orgulloso de su condición de revolucionario y comunista, las draconianas leyes penitenciarias del castrismo. En una palabra fue un eficiente carcelero y quizá más.

Fuentes: Pedro Corzo, Martí noticias, Google noticias e imágenes, edición: El Lagarto Verde
lagartoverde.com
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