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jueves, 17 de noviembre de 2011

Memorias de Isla de Pinos: Recordando el IPUEC "Cristóbal Labra"


Revisando  viejos álbumes de fotos familiares, me he encontrado con ésta del 2 de marzo de 1976. ¿El escenario? Pasillo "aéreo" del IPUEC #24,"Cristóbal Labra", Carretera del Júcaro, La Fe, Isla de Pinos (todavía no la habían robo-bautizado como Isla de la Juventud).

Ahí estoy con mi pequeñita (mi hija mayor) en brazos. En esa época yo formaba parte del claustro de profesores de ese pre universitario en el campo.

El IPUEC "Cristóbal Labra" se inauguró junto con el IPUEC "José Carlos Mariátegui" en septiembre de 1975. Eran los años en que la Isla de Pinos, Municipio Especial, estaba destinada a poblarse de escuelas en el campo como parte del plan castro comunista   de formar al hombre nuevo. Hombre nuevo, formado lejos del hogar, en centros de estudios de nuevo tipo, internados en el campo; la nueva escuela basada en la combinación del estudio en las aulas con el trabajo en el campo.

En pocos años la isla se llenó de escuelas, (a finales de la década del 80 había un total de 90 escuelas en el campo) ubicadas en las plantaciones de cítricos.  Plantaciones fundamentalmente de toronja y de naranja que eran altamente cotizadas en el ex campo socialista de Europa del Este.

Los alumnos de las escuelas eran los encargados de mantener los campos limpios de malas hierbas con el uso de guatacas (azadón)  y machetes además de recolectar los frutos, tanto los que estaban en el piso como otras que aún se mantenían en las ramas, en los meses invernales, en la etapa en que ya estaban listos para cosechar. Con sus morrales atados a la cintura, iban los niños y jóvenes adolescentes recogiendo las toronjas y las naranjas que encontraban en las largas hileras de matas. Cuando llenaban el morral llevaban los frutos al sitio donde estaban los grandes contenedores del Combinado de Cítricos (empresa  estatal encargada de seleccionar los mejores  y empaquetarlos para la exportación y de distribuir el resto para consumo nacional) La empresa situaba los contenedores a la entrada de los campos, cerca de la carretera. En esas jornadas de recogidas de toronja o de naranja, los estudiantes caminaban largos tramos, a veces hasta de un km, recogiendo y otro de vuelta para depositar lo cosechado en los contenedores.

 Los alumnos trabajaban en los campos  cuatro horas diarias, bajo el sol abrasador de los mediodías y tardes en la Isla, o durante las mañanas frías y húmedas, en dependencia del horario que les correspondiera. Generalmente los alumnos de los grados superiores trabajaban por las tardes y los menores por las mañanas, alternando así el uso de las aulas.

De todas las provincias llegaban los niños y adolescentes a estudiar becados con un régimen de 24 días en la escuela y cuatro días de "pase" o permiso de descanso. Los padres los matriculaban confiando en que allí sus hijos recibirían la mejor educación. Muchos de esos padres y madres gustosos becaban a sus hijos para tener más tiempo disponible para cumplir con las exigencias en sus respectivos puestos de trabajo.

Digo esto porque el Estado Cubano, único empleador de la isla en aquella época, exigía horas extras de trabajo voluntario en todas las ramas socioeconómicas  del país. Trabajos extras que se realizaban en horas de la noche, los sábados y los domingos y la mayor parte de las veces  por "pura moda", por el  formalismo de cumplir con lo ordenado, porque lejos de aportar sustancialmente algo que realmente ayudara al desarrollo económico del país, la mayoría de las veces los trabajos voluntarios dejaban  pérdidas, por el derroche de recursos y por los hurtos a manos llenas de "todo lo que estuviera al alcance de la mano". 

Eran los años de “trabajo, estudio  y fusil”. No había descanso ni tiempo para atender a los hijos y a la familia. No bastaba con la jornada de ocho horas malamente pagadas, siempre los jefes (directores, administradores, dirigentes del PCC, de la UJC, y de la CTC) exigían    trabajar más y más, ya que mientras más movilizaciones de ese tipo hacían, mejor las altas esferas del gobierno valoraban sus gestiones administrativas y políticas en las empresas o centros de estudios donde ejercían su mando. Órdenes y exigencias que cumplían los trabajadores que aspiraban a ser vanguardias o los que querían destacarse para poder adquirir el derecho a comprar un artículo de primera necesidad para el hogar: Un refrigerador, un televisor, un ventilador, una lavadora, un radio, una grabadora, etc. Todos equipos rusos de pésima calidad.

En aquel entonces yo estudiaba por curso dirigido en la Escuela de Letras y Arte de la Universidad de la Habana. Como no tenía el título universitario me pagaban 150 pesos cubanos al mes por impartir clases de Literatura y Español a cuatro grupos de alumnos de onceno grado. En cada grupo había alrededor de 40 estudiantes.

A los profesores se nos exigía permanecer en la escuela de 10 a 11  horas al día, trabajando en todo lo relacionado con la docencia y ayudando en todo lo que hiciera falta: nos convertían en ayudantes de cocina, auxiliares  en el comedor, mozos y mozas de limpieza, además de cuidar a los alumnos y trabajar con ellos en las labores agrícolas, y en los albergues velando por la disciplina y por la higiene individual y colectiva.

 De lunes a viernes, la guagua de la escuela pasaba por el punto de recogida del Gran Panel de la Fe,a las 6:30 am y nos devolvía a las 6:00pm o más tarde. Los sábados nos recogía a esa misma hora pero nos regresaba a las 2:00 pm. Dos fines  de semana al mes había que dedicarlos a las guardias, una en los albergues de la escuela, velando por la disciplina, el orden y la limpieza de los mismos y para resolver cualquier imprevisto que pudiera presentarse con los alumnos y la otra  era la guardia en el "Pinero" o en el "Comandante Pinares", barcos que transportaban a los alumnos de las escuelas  hasta el puerto de Batabanó. En fin, como profesores de esas nuevas escuelas trabajábamos más de cuarenta y cuatro horas a la semana, que era la jornada formalmente establecida. De lunes a viernes trabajábamos como mínimo 50 horas más las horas extras de los fines de semana.

Como yo no aspiraba a ser vanguardia, ni me interesaba participar en la emulación socialista,  me limitaba a dar mis clases, a usar el tiempo para estudiar cada vez que tenía un chance y por supuesto, cada vez que podía me escapaba a media tarde para recoger a mi niñita del Circulo Infantil* "Florecitas de Azahar" de La Fe, donde la dejaba a las 6:30 de la mañana los días que usaba el transporte de la escuela (de lunes a jueves) para poder llegar a tiempo y cumplir con mi horario de clases.

Los viernes usaba el transporte público que me dejaba a dos kms de la escuela, y así mi hija podía dormir una hora más en la casa. Todos los sábados, y los días de guardia de albergue, así como  cada vez que  podía en los días de la semana, me la llevaba conmigo para el trabajo, para tenerla cerca y cuidar de ella por mí misma.

Trabajar con los hijos pequeños no estaba permitido en el reglamento de trabajo, pero yo lo hacía a riesgo de que me botaran o de que me mancharan el expediente laboral. Yo sabía hasta donde podía llegar sin correr grandes riesgos de quedarme fuera  porque   escaseaban los profesores dispuestos a trabajar en aquellas escuelas, a pesar de todo el plan de estímulo a técnicos y profesionales establecido para atraer fuerza laboral calificada a la Isla. Plan de estímulos en el que se incluía la entrega de apartamentos de dos y tres cuartos para uso como vivienda familiar mientras se permanecía en la Isla trabajando como profesionales.

Los apartamentos  eran medios básico del organismo que los entregaba. La mayoría de los edificios tipo gran panel que se construyeron en esa época pertenecían a Educación, ya que la prioridad número uno del gobierno cubano en la Isla, eran las escuelas en el campo en las décadas del 70 y parte del 80. Esos apartamentos los entregaban amueblados y con derecho a compra de un fogón de gas, un refrigerador y un televisor en blanco y negro, ruso.

Por esa época la Fe, o Santa Fe, La Demajagua, (anteriormente llamada Santa Bárbara) y  Nueva Gerona, se llenaron de edificios tipo gran panel, donde vivían los profesores, médicos, ingenieros y otros técnicos que trabajaban en la Isla. Los militares y dirigentes tenían sus propios barrios, conformados por casas individuales algunas del tipo chalet, mejor construidas, más elegantes y funcionales que los apartamentos de gran panel.

En el "Cristóbal Labra" mensualmente se hacían las asambleas evaluativas dirigidas por el sindicato y por la administración de la escuela.  En esas asambleas se daban públicamente  los resultados de las evaluaciones individuales de los trabajadores. Se informaba de todo lo que se había hecho, incluyendo el cumplimiento o incumplimientos de los parámetros de la emulación socialista, la disciplina laboral, la disciplina estudiantil, los resultados en el trabajo en el campo y los  resultados académicos de los alumnos en las diferentes asignaturas.

 A mí me salvaba que a mis alumnos les gustaban mis clases y generalmente los resultados académicos de ellos eran buenos, por lo demás siempre me criticaban por mis salidas antes de tiempo, por mis llegadas tardes y por llevar la niña a la escuela en horarios de trabajo. Me pusieron el cartelito de mujer problemática, conflictiva y sobreprotectora por no querer dejar a mi  niña en el círculo infantil, como hacían otras madres con sus hijos, a las 6:00 am, para luego recogerla a las 6:00 pm, cuando regresara del trabajo. Como desde el primer mes me pusieron ese  “cartelito”, lo disfruté todo el curso. Cumplía estrictamente con mi horario de clases, que era lo que realmente me interesaba y por lo que me pagaban ese mísero sueldo, lo demás lo hacía como algo secundario. Unos días trabajaba siete horas y otros menos. Al final ellos siempre me descontaban algo de mi salario. Pero así sobreviví ese año, hasta que me gradué y me fui de allí.

Otro día escribiré más sobre mis experiencias como profesora en una escuela en el campo. Muchos han contado las suyas, pero pocos conocen lo que sufrimos en esas escuelas los profesores que las inauguramos y trabajamos en ellas como esclavos, por míseros salarios que a penas alcanzaban para comer y mal vestir...
Esperanza E. Serrano

 Nota para los que me leen y no conocen algunos t'erminos coloquiales cubanos:

*Circulo infantil en Cuba se les llama a las guarderías tipo Daycare, o centros de cuidados de niños menores de 5 años.
Guagua, asi llamamos en Cuba a los omnibús.
Publicado por primera vez en http://www.anhelos-y-esperanzas.com/