Por: David Wessel
¿Se dirige la economía de Estados Unidos hacia una 
recesión antes de recuperarse plenamente de la anterior? Por desgracia, 
se trata de una pregunta oportuna. La respuesta se divide en dos: lo que
 se sabe y lo que puede pasar.
Sabemos que el crecimiento es desesperantemente lento y pierde 
fuerza. El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, sugirió la 
semana pasada que la máquina estadounidense de creación de empleo está 
"empantanada". La economía se expandió a una tasa anual de 1,9% en el 
primer trimestre. El segundo fue peor. Los expertos anticipan un 
crecimiento de entre 1% y 1,5%. Las cifras oficiales serán divulgadas el
 viernes.
El sector minorista no ha levantado 
cabeza en tres meses consecutivos, la confianza de los consumidores se 
hunde, la manufactura, que era vigorosa, empieza a mostrar signos de 
debilitamiento y la austeridad fiscal merma el crecimiento. Europa, que 
sigue comprando en torno a un quinto de las exportaciones 
estadounidenses, está en recesión y el resto del mundo pierde velocidad.
 A ello hay que agregar una sequía que, con toda seguridad, elevará el 
precio de los alimentos. 
La mayoría de analistas suman estos factores y predicen una expansión
 endeble, pero no una recesión. "No vemos una recaída", dijo Bernanke 
ante el Congreso la semana pasada, sino "un crecimiento moderado".
No sería la primera vez, en todo caso, que la Fed peca de un exceso 
de optimismo. En junio de 2011, el banco central predijo que EE.UU. se 
expandiría entre 3,3% y 3,7% este año. La previsión más reciente es de 
entre 1,9% y 2,4% y algunos divisan un panorama más negro.
¿Qué es lo que depara el futuro? Nada demasiado bueno.
Los mercados están poniendo a prueba la disposición de los políticos 
europeos para hacer más que colocar parches sobre la crisis bancaria y 
de deuda soberana. Existe una incómoda posibilidad de que Europa haga 
algo que deprima las exportaciones de EE.UU. y vuelva a sacudir los 
mercados. Además, mientras más se agrava la situación europea, más se 
debilita el euro. Eso fortalece el dólar, lo que encarece las 
exportaciones de EE.UU.
Los precios del crudo han bajado y eso 
ayuda. Pero con un Irán aislado y una Siria inmersa en una guerra civil,
 ¿cuánto habrá que esperar para un nuevo auge del petróleo?
La parálisis imperante en Washington, donde los republicanos y los 
demócratas se aferran a sus posturas pese al deterioro de las 
perspectivas fiscales de EE.UU. a corto plazo, significa que es 
improbable que el Congreso salga al rescate pronto con un paquete de 
recortes de gasto o alzas de impuestos. 
Si la demanda externa y el gasto fiscal se debilitan, la única manera
 en que la economía puede seguir creciendo es si los constructores y 
compradores de viviendas, las automotrices, las empresas y los 
consumidores aumentan el ritmo de gasto e inversión.
Eso es posible. Siempre y cuando Europa no tropiece. Siempre y cuando
 Medio Oriente no reviente. Siempre y cuando el Congreso no prolongue la
 agonía fiscal de EE.UU. Siempre y cuando los consumidores se mantengan 
impasibles ante el encarecimiento de los alimentos y los alarmantes 
titulares. Siempre y cuando el mercado bursátil no siga cayendo. Siempre
 y cuando las empresas no se vuelvan incluso más reacias a contratar.

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