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miércoles, 28 de noviembre de 2012

Dos voces en la sombra

"Dos voces en la sombra"

-¿Dónde vas con la vista inflamada,
orlado el acero de verde laurel?
-A buscar en las forjas del tiempo
los hombres que saben morir o vencer.

-¿Dónde vas, encubriendo en el manto
la daga sangrienta y el duro cordel?
-A poblar de visiones luctuosas
la mente del siervo que enerva el placer.

-¿Dónde vas, con tan rápido paso,
sonando la espada y el férreo broquel?
_A mover a los pueblos que duermen
sin patria, sin nombre, sin gloria, sin ley.

¿Dónde vas pavoroso, cubierta
de espanto y asombro la lívida tez?
-A mirar como mueren los hombres
que dan en ofrenda su sangre al deber.

-¿Dónde vás pensativo, entre fosas
que el sauce no guarda, ni arrulla el ciprés?
-A gemir por los héroes que yacen,
hoy polvo ignorado, gloriosos ayer.

¿Dónde vas, con la frente siniestra/
el labio mordido, jadeante el corcel?
- A escupir a los pueblos abyectos
que besan sumisos de un déspota el pie."
 
Enrique José Varona.

Encadenado a la libertad
Por Ondina León ©


Si los pueblos no fueran tan desmemoriados y devoraran mucho más su historia y su acervo, podrían llegar a alcanzar un punto de cultura que los haría más libres: el pasado perfilaría el presente y prepararía las sendas del futuro. Pero, desgraciadamente, los incultos son avalanchas de masas, cuesta abajo, en busca de satisfacciones transitorias y pedestres. Somos más esclavos de las circunstancias porque no buceamos lo suficiente en la riqueza infinita de nuestra propia historia. Las tiranías que nos corroen son fruto de la ignorancia y la desidia. Y si el individuo no es o no necesita ser libre, desde sí mismo y por sí mismo, no hay sociedad libre ni libertadora, porque los gobiernos, incluso los mejores, lo que hacen es someternos.

Cuba es pródiga en figuras que, como titanes solitarios, han derrochado sus vidas en pos de crear un país, que no existía, y que hoy está desapareciendo, desde su improvisación y su esquizofrenia, bajo la bota de la peor dictadura que ha conocido América Latina. Sin embargo, unos han sido justamente canonizados, como en el caso de José Martí, el demiurgo de la hipérbole cubana, y otros —que incluso sí crearon realidades concretas e hicieron mucho más, durante décadas, que “El Apóstol”— no se conocen bien, o cayeron en el olvido, o a nadie le interesa conocerlos. Tal es el caso de la colosal figura de Enrique José Varona (Camagüey, 13 de abril de 1849-La Habana, 19 de noviembre de 1933).

¿Cuántos conocemos realmente a Varona? ¿Quiénes pueden hablar con soltura de su faraónica obra? ¿Cuántas de sus obras nos hemos leído? ¿Por qué su huella probablemente aún está a flor de piel en la isla posesa? Si se compara, a nivel concreto, todo lo que hizo Varona, Martí termina siendo sólo un poeta de las tribunas. Filósofo, escritor, moralista, psicólogo, pedagogo de pedagogos, hombre renacentista por excelencia, este camagüeyano fue, sobre todo, un político de primera línea, que marcó las primeras décadas de la recién nacida República de Cuba, la misma que el castrismo se ha encargado de destruir.

Participó en los campos de batalla durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Fue diputado a las Cortes Españolas, cuando creyó en el autonomismo. Vuelve al independentismo, más tarde, y en 1895 el propio Martí, que admirada y respetaba a Varona, le entrega la dirección del periódico “Patria”, cuando él decidió suicidarse en la manigua bajo el fuego español y la presión burdamente machista de los caudillos más célebres. Más tarde, luego de la guerra hispano-cubana-americana, durante la ocupación estadounidense de Cuba (1898-1902), Varona, con la clara estrategia de hacer que su país dependiera lo menos posible del coloso del Norte, fue primero Secretario de Hacienda y, luego, Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, lo que le permitió implantar en la devastada isla el “Plan Varona”, para modernizar la educación y sembrar luz.

A partir de 1902, ya instaurada oficialmente la república, pasó a enseñar desde su cátedra universitaria. Sin embargo, este hombre tenía en las entrañas no sólo un agudo sentido de la dialéctica, que le permitía cuestionarse sus propios principios y criterios, una y otra vez, y cambiarlos, sino también un enorme sentido de responsabilidad cívica, que lo llevaba a actuar, incansablemente, aun cuando el escepticismo y el nihilismo lo lastraran. Y funda el Partido Conservador Nacional y tan de lleno estaba involucrado en la política, que llega a ser el vicepresidente de la república, durante el gobierno de Mario García Menocal (1913-1917). También fue presidente de honor de la Academia de Historia y miembro de la Academia de Artes y Letras, mientras escribía incansablemente y educaba.

De todas sus obras — “Poemitas en prosa”, “Desde mi belvedere”, “Violetas y Ortigas”, “Emerson” — prefiero “Con el eslabón”, que siempre me ha acompañado en todos y cada uno de los naufragios de mi exilio, y que es la condensación de su genio. En este libro de aforismos y reflexiones, Varona destila toda su experiencia personal, su escepticismo, su amargura y su perspectiva de la naturaleza humana y las sociedades.

Hombre de mundo cosmopolita, que vivió en España y Estados Unidos largos periodos de su vida, al igual que Martí, fundió en su espíritu lo mejor de las tradiciones ibéricas y la modernidad estadounidense, hija aventajada de la cultura greco-latina. Quien sea cubano y no haya leído “Con el eslabón” debería hacerlo para sentir orgullo de esa isla esplendente dentro de la isla oscura que fue Varona.

Su larga vida es la de un guerrero que, ante todo, se encadenó a la búsqueda de su libertad y, de paso, a la libertad de una nación en gestación, pero bastante ingobernable. Así, este grande se pregunta en este libro de cabecera “¿De qué se hace un tirano? De la vileza de muchos y la cobardía de todos”, se responde para la posteridad. En otro de sus aforismos intensos sentencia: “¿Libertad? En las nubes. ¿Igualdad? Bajo tierra. ¿Fraternidad? En ninguna parte”. Y nos deja atontados con el peso de la realidad. Al definir la virtud, este virtuoso declara que “no es obediencia, sino elección”. Y aunque amaba a su tribu, no se cegaba con sus defectos: “Arte de gobernar. Traducido al cubano: arte de embrollar”. Su sensibilidad se manifiesta cuando afirma en otro aforismo: “Amar lo bello es ya ser artista. Realizarlo es poseer el talismán que transforma la vida y la engrandece”. Página tras página, crecemos con él.

Que este artículo sirva para rendirle homenaje a Enrique José Varona en el 79 aniversario de su fallecimiento, otro que, como Félix Varela, uno de sus maestros, nos enseñó a pensar y a sentir, en un mundo estulto.
Tomado de:
www.guitafora.com/2012/11/encadenado-la-libertad.html