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miércoles, 10 de junio de 2009

Voz tras las rejas





Curiosamente, en el mundo contemporáneo el individuo enviado a prisión, a saldar su deuda con la sociedad, supuestamente va a reeducarse. Pero las noticias dentro y fuera de Cuba demuestran que la cárcel es el sitio idóneo para profesionalizarse en la delincuencia.
En estos 6 años de cautiverio, he visto casi de todo. Y digo, casi de todo porque no puedo ser absoluto. El gobierno de La Habana dibuja los centros penitenciarios del país como escuelas. De no ser tan serio el tema daría risa hasta el cansancio. Es difícil que alguna prisión cubana no esté superpoblada. Desde donde escribimos pudiéramos decir que tres galeras son de 16,68 metros de largo y 4,94 metros de ancho, o sea menos de 83 metros cuadrados.
Allí conviven 66 reclusos, y en ocasiones más. Teniendo entonces que dormir algunos en el piso. Especialmente cuando llega algún traslado desde la prisión provincial. Realmente son 1,2676 metros cuadrados per cápita.
Existen otras 4 galeras, algo más pequeña donde el per cápita de espacio no es diferente durante todo el año. A ello debemos agregar que para las necesidades fisiológicas, de estas 66 personas solo existen 2 servicios de los llamados turcos, y para bañarse se dispone de un mínimo cuadradito, de 2×1metro acompañado de un perenne hedor a orina y heces fecales humanas.
Súmale a ello que los colchones tienen mucho tiempo de uso y algunos están confeccionados con sacos. A todo este rosario de calamidades se añade la pésima calidad de la alimentación, pues el plato fuerte en la mayoría de los días es pata y panza de res.
Es cierto que en los establecimientos penitenciarios de nuestro país los reclusos pueden matricular para recibir educación académica y aprender oficios, pero el fraude esta a la orden del día, al extremo que el recluso alumno conoce al maestro en el momento del examen final y aprueba en el mayor de los casos. Asombrosamente conquista el noveno grado, sin conocer los productos básicos.
Otro gran dilema lo encontramos en la asistencia médica, por sus insuficiencias y faltas de medicamentos, llegando a provocar en ocasiones la autoagresión de los convictos.
Algo muy delicado es la drogadicción de los presos con medicamentos indicados por los especialistas de siquiatría. Y no faltan quienes consumen bebidas alcohólicas. Como entran al penal es una verdadera incógnita.
Otro dato interesante es el relacionado con el homosexualismo y la reincidencia en prisión, esta última alcanza un elevado nivel. Resulta muy triste ver a los jóvenes de la nación, atrapado en este oscuro mundo, verdadero sepulcro de hombres libres.
Lo más terrible de las prisiones cubanas en las cuales determinados números de reclusos son golpeados por los militares que nos cuidan, por cometer indisciplinas. Así el hombre va acumulando odio y rencor, pues como dice una máxima, violencia engendra violencia.
Muchas cárceles en Cuba son famosas por el alto grado de violencia que generan. Puedo asegurarles que en el reclusorios de Bayamo, durante el periodo en que permanecí allí, desde el 3 de octubre del 2005 al 28 de noviembre del 2007, era rara, la semana en que no fuera golpeado un preso por los militares en grupos.
De esto dan fe varias cartas mías, donde denuncie al mundo a las víctimas y sus victimarios, dirección particular y fecha de ocurrencia. Entregadas a través de mi hija al doctor Rafael Pino Bécquer, vice fiscal general de la República de Cuba.
Cada una de ellas acumuló más de 15 casos. A los penales de Bayamo, también les acompañan prisiones famosas por las golpizas como son Agüica, en Colon, Matanzas, Kilo 8 en Camagüey, Kilo 5 en Pinar del Río, Combinado del Este en Ciudad de La Habana, Boniato en Santiago de Cuba, de las que acumulamos testimonios en este lamentable indicador.
Seria especial para cualquier país que sus prisiones se conviertan en escuelas. Hasta hora en nuestro país no pasa de ser un sueño extravagante y ridículo. (Fin)
Félix Navarro Rodríguez y Pablo Pacheco Ávila, Prisioneros de conciencia.
Penal de Canaleta, Ciego de Ávila.

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