En el desierto un dromedario grita:
¡Qué cansado estoy! Nadie le escucha.
En el claro del monte
el avestruz esconde la cabeza.
En la noche oscura brillan las luciérnagas,
los tontos se conforman con sus rayos
e intentan encontrar la aguja legendaria
en el paquete de estiércol que llevan al costado.
Un viejo loco allá en mi pueblo,
dedicó todos sus años a construir
una cadena. En su delirio ufano
se creía dueño del mar, de la tierra
del cielo y las estrellas...
Pobre loco, se afanaba en vano
intentando encadenar el mundo
a sus antojos... Pero se olvidó del aire.
Una niña de cabellera dorada
juega por las noches entre los escombros
del viejo basurero. Persigue el brillo
de las latas y busca cuentas de vidrio roto
para tejerse una diadema.
Quiere ser princesa y se viste
con una larga cabellera de arco iris de plata,
con ella danza a luz de la luna
siguiendo la cansona melodía
de los maullidos del gato.
Los chiquillos del barrio
la persiguen en sus sueños,
le besan las manos y le tienden
alfrombras de azuzenas,
para que la niña pase
con su traje de reina,
reina de alpargatas,
tirana del becerro
que despertó en el alba.
Esperanza E. Serrano