Desaliento.
Desde la oscura oquedad de mi agonía,
confieso que me ahogo,
que me asusto,
que ya no vivo…
Desde allá hasta acá,
se sienten las huellas de los surtidores,
abastecedores de los sepultureros de la vida.
Sepultureros que imponen las notas de la no vida,
la no vida que cuaja en el cuaderno de silencios,
de las palabras perdidas, incapaces de nombrar
los absurdos de una historia construida a golpes,
con la tenacidad de las gigantes hormigas negras,
que juegan a devorar los andamios
de los recuerdos colgados en la luna.
Desde allá hasta acá, no existe la aurora,
ni los rayos del sol maduran los frutos,
ni las olas del mar besan las orillas,
deseosas de caricias y de manos amorosas.
Es un desierto enclavado en la pradera
donde no hay cabida, ni sustento,
para los sueños de las noches de verano,
y el invierno es cada vez más largo,
más cruel, y no hay cobijas que amilanen
sus efectos, cuando pasa por estos lares
de distancias recorridas como un beso.
Un beso, uno de esos que caben en las manos
de un niño que se ha quedado dormido
en la puerta del colegio. En esa puerta
donde espera el regreso de los mayores
que no vienen, que lo han dejado solo,
a la deriva, para que crezca sin amparo,
y se haga fuerte, sin padrinos, sin fiestas,
sin regalos, sin mimos, sin canciones,
sin alas para volar a las alturas…
Desde esta oquedad donde me escondo,
les confieso que la luz aquí no llega,
que la soledad es la única invitada
de honor, en mi mesa sin vinos, sin rosas,
con manteles blancos y manchas azules…
Manchas que delatan y gritan a los curiosos,
que no miren con esos ojos descompuestos,
que no siempre las cosas fueron de esta forma,
que hubo un entonces, un antes, un “yo recuerdo”,
mezclado todo con un deseo insospechado, no confeso,
que se ha perdido en los tragantes de la noche,
y no hay jinetes que corran a su encuentro,
ni lunas con estrellas que alumbren el camino…
Desde acá también confieso que mis horas se acaban,
que el tiempo me ha robado la sonrisa,
que mis ojos se han quedado sin agua,
que están llenos de arena,
que mis pies no me llevan a la puerta de salida,
y que mis cansadas manos,
no me alcanzan
para quitar de mis pupilas
¡ tanto polvo!.
Esperanza E Serrano
...
Intento de poema escrito un día triste, cuando el pesimismo hizo presa de mi al leer las noticias que me llegaban de Cuba. Noticias que, entre líneas, me decían que no se vislumbraba una luz en el camino, en el largo y tenebrosos tunel construido y mantenido por la gerontocracia moncadista, mafia comunista que se adueñó de Cuba y la gobierna con mano férrea, despótica, totalitarista, desde 1959.
Ha pasado algún tiempo desde que escribí estas líneas que hoy he vuelto a publicar, la luz en el camino aún no es fuerte pero ya se ven algunas destellos de los rayos que van creciendo, aisladamente, a lo largo y ancho de todo el archipiélago cubano.
Esperanza E Serrano