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sábado, 22 de octubre de 2011

Libia, allí no vale el refrán: "Muerto el perro se acabó la rabia".

La nueva Libia sin el dictador afronta un porvenir plagado de incertidumbres
REUTERS
Imagen:El guitarrista que acompañó a los rebeldes en Sirte celebra la muerte de Gadafi.


La nueva Libia sin el dictador afronta un povenir plagado de incertidumbres.
En el caso libio no vale lo de muerto el perro, se acabó la rabia. La Libia posGadafi se ha librado de la figura física del dictador, pero arrastrará sin duda las consecuencias de 42 años de un régimen despiadado. El país magrebí hereda un agujero negro institucional, un conjunto vacío de sociedad civil y una inexistente oposición más allá de las débiles iniciativas desarrolladas en el exilio o bajo el impulso de islamistas más o menos radicales.
Las perspectivas para emprender la senda democrática a corto plazo son tremendamente dudosas a pesar del empuje y la ilusión que el pueblo ha demostrado desde que se levantó contra el tirano hace ocho meses. No es poco que se haya puesto punto final a la figura del sátrapa, pero embaucados por la euforia revolucionaria algunos libios entienden que una Constitución, unos partidos políticos serios, un Ejecutivo, una Justicia y un Parlamento pueden adquirirse en el zoco como el que compra un kilo de dátiles. Nada más lejos de la realidad en un Estado que no puede reedificarse, sencillamente, porque nunca fue tal, al menos desde que el coronel Muamar Gadafi se atornilló al poder en 1969.

Partir de cero

La nueva Libia, a diferencia de sus vecinos, Túnez y Egipto, también alumbrados por la «Primavera Árabe» pero con menos incertidumbres, ha de levantarse desde los más profundos cimientos. Desde cero. Esta es la descomunal misión que tiene ante sí el Consejo Nacional Transitorio (CNT), el gobierno surgido de la oposición revolucionaria que, desde su más tierna infancia, sufre la resaca del gadafismo en forma de sarpullido tribal, catarros regionales y odio hasta el tuétano. La hoja de ruta, que prevé elecciones en un plazo de unos veinte meses, será difícil de cumplir.
En el CNT hay ex ministros del régimen como su presidente, Mustafa Abduljalil, o su primer ministro, Mahmud Jibril; hay disidentes llegados del exilio, como el ministro de Información, Mamud Shaman; y hay radicales islámicos que han estado en la órbita de Al Qaida, como el jefe de seguridad de Trípoli, Abdelhakim Beljak. Un verdadero cóctel que despierta la desconfianza de un porcentaje no desdeñable de la población que exige cambios de inmediatos y que acusa a algunos de ellos de oportunistas. Ya ha habido manifestaciones en Misrata o Bengasi para presionar al gobierno transitorio y que no abra sus puertas a aquellos que han rendido más pleitesía de la que era obligada al depuesto régimen.
En medio de ese mar de dudas sigue flotando la muerte en agosto del más alto mando militar de la revolución y antiguo ministro del Interior, Abdelfatah Yunes, que encontró la muerte en una aparente emboscada. Sobre los autores de la muerte de Yunes no se sabe nada a nivel oficial y no son pocos los que piensan que hay que pasar página y considerarlo un peaje más pagado en el camino hacia la liberación del país.
Otra de las asignaturas pendientes de las nuevas autoridades es el desarme de una población que se ha hecho a manos llenas con millones de armas de los innumerables arsenales del régimen. Lo preocupante es que, según algunas fuentes, Al Qaida del Magreb Islámico(AQMI), que ha extendido sus tentáculos por la región en los últimos años, se ha hecho ya con parte de ese material.
Mientras el CNT ha abierto las puertas de Trípoli a algunos líderes internacionales como el presidente francés, Nicolas Sarkozy; el primer ministro británico, David Cameron; el primer ministro turco, Recep Tayip Erdogán, o la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton. Todos se han mostrado dispuestos a empujar a Libia hacia la democracia, aunque muchos libios desconfían mirando al subsuelo que alberga grandes cantidades de petróleo y gas.

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